Alberto Meira: «Alguno se piensa que la carretera es un circuito. Pido precaución»

Pablo Gómez Cundíns
pablo gómez REDACCIÓN / LA VOZ

MOTOR GALLEGO

Pinto & Chinto

Galicia es el paraíso de los ralis y Alberto Meira es uno de sus habitantes más destacados y longevos

27 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Imprime a sus palabras toda la pausa que no le permite su frenético deporte, aunque en ocasiones, Alberto Meira (Vincios, 1977) regala un acelerón. Evita los volantazos a lo largo de la conversación, y se nota que no habla con el freno de mano puesto. Galicia es el paraíso de los ralis y Alberto es uno de sus habitantes más destacados y longevos.

-No hay mejor regalo de cumpleaños que un título, aunque el suyo parece que llegó por correo [lo ganó oficialmente tras suspenderse la última prueba].

-Pues sí. Y nunca me había sucedido tal cosa. Aunque los finales siempre están apretados, sueles saber hasta dónde puedes forzar para ganar.

-¿Hay mucho de matemáticas en los ralis?

-Hay demasiados factores que afectan a su desarrollo. Averías, salidas de carretera....

-¿Tiene un sexto sentido para escuchar a su coche?

-No, pero siento la mecánica, los puntos débiles del automóvil.

-¿Pero se escucha algo a 150 por hora y con el transmisor en la oreja?

-A mucha velocidad no escuchas nada de nada. Solo al copiloto.

-¿No se cansa de su voz?

-Para nada. Voy concentrado. No es como el típico amigo pesado que te habla a la oreja una noche de fiesta. Nuestra relación es como un matrimonio, tiene que haber feeling, buen rollo, aunque hay tensión y discutes. Yo solo tuve dos en mi carrera: Álvaro Bañobre y David Vázquez.

-¿Soporta mucha presión?

-No. Es como jugar a las cartas.

-Hombre...

-Que sí, que sí... Si echas un tres y te sacan el as... anda que no sientes presión... En serio, acabas normalizando las circunstancias. Tengo mis técnicas de relajación.

-¿En casa no le dicen: «Papá, no corras»?

-Pues no. Ya fui más fogoso en mis inicios, era un piloto agresivo. Pero ahora no lo soy tanto porque pienso en la economía.

-¿Le duele más un pinchazo a usted que a la propia rueda?

-Antes el patrocinio era más fácil. Ahora mezclas en la cabeza negocios y competición. Te das un golpe y miras al bolsillo.

-¿Pone en juego su vida?

-Es un deporte de riesgo, como todos los de motor, no cabe duda. Pero no se puede tener miedo. Solo respeto para hacer las cosas como se debe. Y si algo pasa, que sea haciendo lo que te gusta y no tirado en el sofá.

-¿Hay mucho irresponsable?

-No lo creo. Pero es imposible controlar cada detalle a lo largo de un tramo entero. Me preocupa la concienciación. A veces, llego a una curva, apurando una frenada de quinta a primera, y veo a un tío ahí sentado en la cuneta comiendo pipas frente a mí. Y pienso: «Si se suelta un latiguillo, o calculo mal, me lo llevo por delante». Eso me cabrea.

-Su pareja y madre de su hija es la exatleta de élite Marta Fernández Otero. ¿Cómo lo llevan?

-Se lo agradezco todo. Me comprende. Sabe lo que es competir. A veces me iba a entrenar con ella, a correr, ¡pero yo llegaba muerto a casa! Lo dejó saturada, para no caer en posibles trampas futuras.

-¿Hay trampas en los ralis?

-A su manera, pero también hay controles, como en todo.

-Usted corrió contra Kankkunen.

-Fue un roadshow. Luego pensaba, para esto primero hay que valer y después, tener dinero y saber progresar desde joven. Muchos gastan millones y no llegan a nada.

-¿Qué coche particular tiene?

-Cambio a menudo, porque tengo una compraventa. Pero siempre diésel. No puedo mantener uno de gasolina. Y voy más tranquilo, con el control de velocidad. Alguno se piensa que la carretera es un circuito. Yo pido precaución a todos los conductores. Si quieren matar el gusanillo, hay formas asequibles de competir y no hacer el gamba por la carretera.

-¿Qué música escucha en él?

-Cualquiera que me motive.

-¿Qué se le da bien?

-Vender. Puedo vender cualquier cosa. Me gusta persuadir.

-Deme una razón para vivir.

-La familia es lo primero. Y lo que más sacrifica uno. Después, el trabajo.

-Deme su razón para correr.

-Lo llevo en la sangre. Y compartirlo con copiloto y equipo.

-¿A quién llevaría de copiloto?

-A nadie en especial. No tengo ídolos. Además, el asiento es bastante incómodo. Yo acabo las carreras con la espalda destrozada.