Digital e innovador: el secreto del negocio cambiante

Gladys Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Juan Salgado

Han pasado de multinacionales o compañías tradicionales a «startups» con éxitos y fracasos; los empresarios gallegos que forman parte de esta nueva era tecnológica no paran de emprender o incluso compaginar varios proyectos a la vez

05 nov 2019 . Actualizado a las 16:05 h.

Si algo no les falta a estos profesionales es valentía. Una sentencia que se podría aplicar a cualquier tipo de emprendedor, pero en su caso, en pleno ecosistema digital, podría decirse que los cimientos se tambalean con mucha más facilidad. Su mercado es el mundo. Su competencia también, y su entorno y retos cambian a la velocidad de la luz. Por eso, sorprende aún más que este tipo de emprendedores no solo hayan puesto en marcha empresas y las hayan vendido poco después, sino que puedan convivir moviendo los hilos de varios proyectos a la vez. Proyectos que en muchos casos poco tienen que ver los unos con los otros.

El compostelano Daniel Seijo se convirtió en emprendedor digital cuando pocos vislumbraban qué sería eso. «Era el 2005. Tenía 21 años y no sabía qué era una empresa. Vi una corriente de blogs que estaba cambiando la forma de consumir información. El plan de negocio era una servilleta. No imaginaba lo que vendría después». Esa empresa se llamaba Diariomotor, después llegó ¿Qué coche me compro? y, desde el 2016, es el CEO de Menéame. «El reto actual es muy diferente, una plataforma ya madura. Emprender no es lo mismo. No todo el mundo vale, igual que los emprendedores no valemos para muchas otras cosas», comenta. Además de sus múltiples proyectos, desde el 2013 capitanea Civeta Investment. Desde su veteranía, apoya a los primerizos. «Cuando empezamos, los fondos de inversión hablaban un lenguaje distinto al de las startups. Nosotros podemos estar más cerca de los emprendedores. Por suerte, el panorama ha cambiado mucho». Por ello, Daniel anima a quien tenga una idea a que pruebe. «El error más habitual es creer tener una idea fantástica y pensar que el disparo no va a fallar y prepararse un año para hacerlo. El emprendimiento no es un tiro con arco. Es la selva. Cuando antes se empiece, mejor».

El vigués Pablo López ha estado y está en cuatro o cinco proyectos al mismo tiempo: desde las apps al 3D. Él disfruta de esta vida de emprendimiento en serie, pero pide «sentidiño». «Muchos se han ido al hoyo. Solo el 3 % de las startups sobrevive más de tres años. Mi consejo es que hay que contar con una idea testada, validada, con clientes o inversores o un colchón financiero desde el minuto uno. No es malo darse un golpe, pero hay que tenerlo claro». Sabe de lo que habla. A él le ha pasado y tiene más que asumido que el fracaso volverá a asomar en algún momento. «Este mundo se mueve muy rápido. Hay quien monta proyectos con la intención de venderlos en un par de años. Para especular. Otros lo vemos diferente: yo tengo cinco proyectos en marcha y cada uno me genera un tanto. Pero sí, es probable que si la idea es buena, llegue una empresa y se la lleve». Es lo que le sucede a muchos emprendedores en serie como Juan Carlos Riveiro. La cotizada Broadcom compró su Gigle Networks por varios millones de euros. Él permaneció en la estructura para después arrancar una nueva startup, Vilynx. «Las compañías compran otras para crecer y hacerse más grandes. Se decide comprar porque avanzas más rápido y adquieres talento. La gente solo ve los millones, pero en esto hay que analizar dos valores. Por un lado, la tecnología, el producto o la propiedad intelectual. Por otro, el equipo. ¿Cuántos jugadores puede fichar el Barcelona o el Real Madrid que tengan un impacto real, como Messi o Cristiano? ¿No es más barata la cantera y hacerla crecer? Pues lo mismo: en tecnología no se compra presente que tenga impacto en el tamaño de la compañía. Se compra mirando al futuro. Cuando Google compró Android eran 15 personas. Incluso Apple, que no se caracteriza por comprar, obtiene todos sus procesadores de un grupo dentro de la compañía que en su día empezó con la compra de una startup», explica Juan Carlos, poniendo por delante que hay compras que funcionan y otras no. «Si las grandes empresas españolas quieren seguir siendo grandes, tendrán que aumentar las adquisiciones. Me sorprende lo poco que compran compañías tipo Telefónica. El mundo trae cambios y van a tener que asumir esas transformaciones».

NO IMPORTA EL SECTOR

El de Lalo García Torres es uno de esos ejemplos que a cualquier mortal le harían pensar un buen rato. Trabajó en Cupa Group, uno de los grandes imperios de la pizarra, y ahora tanto invierte en startups, como tiene las suyas propias. Proyectos que a veces no están en sus manos a largo plazo. «Los profesionales de las startups tenemos en común que nos gusta vivir la fase inicial del ciclo de las empresas y no tanto la madurez de las mismas. Creo que depende más del perfil del emprendedor que del modelo de la empresa. No debemos identificar a las startups solo en un sector. Piensa que aportan su grano de arena a la transformación digital de sectores más tradicionales, como la banca, la automoción o la sanidad», apunta.

De giros profesionales sabe bastante David Bonilla. Este empresario presume de gallego y habla muy claro. «¿Si soy un emprendedor en serie? Si eso significa que he cometido la idiotez de emprender más de una vez, sí. Lo soy», explica. Y es que tanto en su página web, en sus redes, como en sus eventos, explica su experiencia de forma muy franca. Sin adornos. David tenía ahorros para dos años cuando lanzó Otogami, un comparador de videojuegos. «Me lancé con más de 30 años y más de una década ahorrando. Podía haberlo dedicado a una hipoteca o a otra inversión, pero fui un afortunado. No todo el mundo puede ahorrar con los sueldos de este país». Tener ese peto tenía una explicación. Estaba preparado para no tener ingresos a corto plazo. «En el mundo startup había mucho humo. Gente que pintaba el proceso de color de rosa. Como si fuera algo que resuelves en un par de tardes tomando café. La realidad es más complicada. El 75 % no salen adelante y las que lo hacen es después de años de duro trabajo». Cree que, en cuanto a la financiación, las cosas están cambiando, «hay muchos más fondos que antes y una red de business angels importante. Pero la mejor inversión de todas es el dinero de tus clientes. Primero vende, luego invierte, construye, contrata, haz lo que quieras, pero primero vende». Lo dice porque sabe tanto lo que es lanzarse como emprendedor, como formar parte de la sólida estructura de una compañía. «No todo el mundo vale para esto. Parece que hay presión para emprender, como si fueses un vago sin derecho a quejarse si no te lanzas. La gente que lo hace alegremente se da contra un muro de cemento. Se llama realidad».