Popular, no entiendo nada

Venancio Salcines PROFESOR DE LA UNIVERSIDADE DA CORUÑA Y EMPRESARIO

MERCADOS

18 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Poco después de haber entrado como profesor en la Facultad de Económicas de la Universidade da Coruña, conocí al economista más brillante que ha tenido mi universidad, Juan Quintás. Me dijo, «mira Venancio, en economía, todo lo que no tiene lógica está mal, desconfía, habrá un error». Desde entonces, hace ya más de veinte años, hasta hoy, he aplicado siempre esa máxima. Lo que no entiendo, no lo compro. Y hoy, lo que no entiendo es la caída del Popular. Dirán: «Tenía problemas de solvencia». Y no digo que no, aunque más bien digo que no estaba a la altura de la regulación financiera actual. En el 2006, con los niveles de capitalización a los que fue adquirido, hubiese estado a la cabeza de España. «Que las provisiones no alcanzaban». Es probable, pero su cobertura sobre activos problemáticos era del 47,3 %, algo inferior, pero solo algo, a la cobertura de Caixabank, 49,6 %, del Santander, 53 %, o de Bankia, 49,2 %. Dirán que el volumen de los activos era el más alto de la banca española, y será cierto, con sus 35.000 millones superaba al segundo, Caixabank, en 6.500 millones y lo ponían a la cabeza, pero es igualmente cierto que a pulmón había alcanzado el mayor volumen de provisiones de España, 17.000 millones de euros.

Alguien me dirá que todo esto es falso, y le escucharé, si eso llega a ocurrir, pero todavía nadie lo ha hecho. Pero ya sé que el discurso no va por aquí, va por la crisis de liquidez. ¡Dios mío! Liquidez. Inaudito, llevo ocho años explicando que la crisis de confianza del sistema financiero se tornó al instante en una crisis de liquidez pero que esta se había desmontado, por parte del BCE, en dos telediarios. Se había, eso es, se había. Popular, único banco que, en el marco de la mayor crisis financiera de la historia, fallece por liquidez. Curioso, ¿Verdad? Como curioso es que una filtración del BCE a la agencia Reuters hubiera provocado pánico financiero, pánico que permitió que los especuladores financieros que invertían a corto no tuviesen que devolver sus acciones. Sí, sus acciones. Estos inversores alquilan acciones para venderlas en barrena y provocar caídas abruptas. Acabada la avalancha, recompran lentamente para apenas subir el precio y cuando han adquirido las acciones oportunas devuelven ese número más otro paquete adicional como remuneración en especie del préstamo. Pues estos van a devolver millones de acciones a valor cero, es decir, van a devolver la cantidad de cero euros. Simple.

Y si a lo curioso le sumo lo extraño, ya me hago un lío que para qué contarle. Extraño es que el BCE no quisiera dar liquidez al Popular. Si mis fuentes no me engañan, a los colaterales del Popular le aplicaron un haircut del 85 %. Quiere esto decir que, si el banco pedía, por ejemplo, 1.000 millones de euros, avalando esa cantidad con los títulos oportunos, solo le concedían 150 millones. Fíjese que al Gobierno de Portugal, cuando su prima excedió de los 650 puntos básicos, solo le aplicaron, en la Cámara de Compensación de Londres, un haircut del 15 %. Y una cámara de compensación tiende a ser mucho más dura que un Banco Central. Es igualmente extraño que un Messi de las finanzas, como es Saracho, cada vez que abría la boca metiese un gol en propia puerta. O que el ministro de Economía de España dijera esta semana que el Popular es un banco zombi cuando todo el mundo, en especial sus diez mil empleados, saben que eso es mentira. Sí, mentira. ¿Qué opino? Que no sé nada. Que vivo en un país extraño en el que esta misma semana el fiscal Anticorrupción ha dicho que pensaba que un vicepresidente del Gobierno de España debería pasar cinco años en la cárcel. Tela. Aplicando la máxima que me dio el ilustre profesor Quintás, si algo no tiene lógica, desconfía y eso es lo que hago, desconfío. Y usted, ¿También desconfía?