El móvil aún no reemplaza a la cartera

Gabriel Lemos REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

juan salgado

La sobreoferta de aplicaciones y las reticencias de los usuarios sobre la seguridad ralentizan la expansión de un medio de pago que los expertos tienen claro que se generalizará en pocos años

21 may 2017 . Actualizado a las 17:14 h.

Vivimos colgados del móvil. España es, certifican todos los estudios, el país de la Unión Europea con mayor penetración de smartphones. Casi nueve de cada diez adultos andan con un teléfono inteligente en el bolsillo. Y lo usan para todo: desde llamar o wasapear a consultar el saldo del banco. Pero, cuando toca pagar, ahí sale la vena analógica.

Para abonar una compra, los españoles siguen tirando de efectivo o de tarjeta. El móvil asoma la cabeza, pero no acaba de despuntar, como certifican los estudios realizados en los últimos meses, entre ellos los realizados por la consultora PwC, que sitúan el porcentaje de consumidores que emplean el teléfono como medio de pago por debajo del 10 %. «Llevamos desde el 2014 diciendo que el próximo año será el del pago con móvil, pero ese año nunca acaba de llegar. No será este, igual tampoco el próximo, pero acabará por imponerse», subraya Eduardo Aldao, director de Innovación en Abanca, que atribuye al «desconocimiento general» esa lentitud en la generalización de este nuevo sistema, aunque está convencido de que antes de tres años será una opción ya mayoritaria.

Los expertos coinciden: el problema es de confianza y de hábito, no de infraestructura. De hecho, hasta el 80 % del parque español de TPV está ya preparado para el cobro sin contacto, según los datos que aporta Paloma Real, directora de Innovación de Mastercard Iberia, que explica que eso nos convierte en el segundo país del mundo, tras China, con una mayor red de aceptación de pagos móviles. Hay también multitud de aplicaciones para realizar las transacciones. Están las wallets (carteras virtuales) de las grandes tecnológicas (Samsung Pay y Apple Pay), las de los operadores de telefonía (Vodafone Wallet, por ejemplo) y luego las de los bancos, ya que cada entidad, al menos entre las grandes, tiene su propia aplicación. De hecho, para Andrea Fiorentino, responsable de Estrategia de Negocio e Innovación para el Entorno Móvil en Visa Europa, esa sobreoferta de soluciones puede ser uno de los lastres que están frenando el desarrollo de este nuevo medio de pago, ya que puede llegar a confundir al usuario, por lo que se muestra seguro de que en los próximos años «vamos a vivir una consolidación de wallets, porque la gente no quiere tener que clicar en tres o cuatro aplicaciones, quiere tener todas sus tarjetas juntas», sobre todo si trabaja con más de una entidad.

Para Fiorentino, España cuenta con una gran ventaja para una adopción más rápida del pago con móvil, ya que existe una mayor familiaridad con las tarjetas contactless de la que hay en otros países de nuestro entorno. Aunque eso puede ser un arma de doble filo. Porque, si podemos pagar solo acercando el plástico al TPV, incluso sin necesidad de teclear el código de seguridad en las compras de menor importe, ¿qué incentivos tenemos para usar el móvil?

La clave, explica el experto de Visa, pasa por conseguir que «la app de pago del smartphone sea más sencilla de usar que la propia tarjeta y ofrezca una mejor experiencia al usuario». En cualquier caso, Paloma Real matiza que el mayor apego que sentimos ahora por la tarjeta física no es más que una cuestión de costumbre, ya que la adopción de un nuevo medio de pago «requiere de una curva de aprendizaje» que, en el caso del teléfono, todavía estamos empezando a escalar.

La seguridad, la clave

Un aprendizaje que pasa, en primer lugar, por espantar los temores que, sobre todo al respecto de la seguridad, se plantean muchos usuarios. De hecho, una encuesta sobre los atributos de los nuevos medios de pago realizada por PwC pone de manifiesto que mientras los usuarios valoran la protección que ofrecen otros sistemas como PayPal, en el caso del móvil se destaca la comodidad pero se duda de que ofrezca todas las garantías. Frente a esa sensación generalizada, Aldao replica que «la tarjeta en el móvil ofrece más garantías que la tarjeta física», porque a sus sistemas de seguridad propios añade los del teléfono, entre ellos el patrón de desbloqueo o la huella digital. Además, en plena era del big data, la información adicional que se remite a la entidad con el pago a través del teléfono permite construir un patrón de comportamiento más preciso que facilita que se detecten antes los posibles intentos de fraude.

Fiorentino apostilla que, hoy en día, las mayores brechas de seguridad se siguen produciendo en las transacciones realizadas con la banda magnética de la tarjeta, mucho más sencilla de clonar. Y es que en el pago con móvil, explica, lo que se transmite es una secuencia de 16 dígitos que sustituye al número de tarjeta e impide que un tercero pueda obtener este último, ya que crea códigos específicos para cada transacción.

Como resume Paloma Real, «si la seguridad de las tarjetas está basada en un elemento de hardware, el chip, en el caso del móvil se añade también otro de software». Señala, eso sí, que para espantar definitivamente los temores es fundamental dar tiempo para que la gente que tiene reservas empiece a experimentar: «Cuando empiece a usarlo y vea que no pasa nada, será un referente para otras personas cercanas. Pero para eso es fundamental la comunicación de los bancos, y también el papel que juegan los comercios».

Porque, como apunta Verónica López, de Analistas Financieros Internacionales, «el de los pagos es un negocio que tiene dos lados, y solemos prestar más atención al que abona que al que cobra, cuando en España aún es habitual encontrar tiendas donde no se acepta el uso de tarjetas o se limita para ciertos importes, o donde intentas pagar con el teléfono y no te dejan porque no se fían». Y esa, dice, es una de las grandes barreras para la generalización del uso del móvil como medio de pago, porque todavía es necesario salir de casa con efectivo en el bolsillo. Por si acaso...

Para contrarrestar ese apego al cash que sigue existiendo en España, y que alimenta la importante bolsa de economía sumergida que aún existe, López destaca la necesidad de ofrecer incentivos a la digitalización de los pagos, empezando por la Administración. Un cambio fundamental, dice, para no ser arrollados por la modernidad, «porque ya hay servicios en las grandes ciudades, en especial los de movilidad, como bicicletas o coches compartidos, que solo se pueden pagar en digital».

Precisamente, el reto para extender los pagos digitales es evitar la exclusión financiera. «Si queremos que la sociedad deje de lado el efectivo tenemos que garantizar que todo el mundo tiene medios para pagar de forma electrónica», apunta López. Y España, en eso, va con retraso, ya que ni siquiera ha traspuesto la directiva europea que obliga a los bancos a proporcionar a todos los ciudadanos de la UE una cuenta de pago básica y que debería haber entrado en vigor en septiembre.

una mina de información

Quienes sí han visto ya el potencial del móvil son algunas de las grandes cadenas comerciales. Es el caso de Inditex, que al contrario de lo que hizo con el comercio electrónico, donde entró con mucho retraso, ha estado aquí en la avanzadilla, con el lanzamiento de una aplicación que triunfa entre los clientes más intensivos ya que, además de canalizar el pago en todas las marcas del grupo, permite eliminar los tiques en papel, que se almacenan en el móvil, facilitando las devoluciones.

Para Franc Carreras, profesor de márketing digital en Esade, el interés de las grandes cadenas en posicionar sus propias aplicaciones de pago está relacionado con el gran caudal de datos que pueden recolectar y al que no tendrían acceso en caso de que el cliente usase otras aplicaciones ciegas para ellos, como ApplePay. Información que les permite trazar patrones de comportamiento «y, en base a ellos, adaptar las ofertas, que pueden ser casi personalizadas». Además, recuerda el experto que «el pago es una fricción, un momento emocional y la última barrera antes de la compra», por lo que cualquier sistema que facilite el proceso ayudará a la venta.

Una simplicidad que ha hecho que el móvil sí se haya ganado ya un hueco en el mundo de los pagos entre particulares, como demuestran las buenas cifras de Bizum. Una solución compartida por 27 bancos (en breve se unirán otros tres) para la transferencia inmediata de pequeñas cantidades de dinero (por ejemplo, para saldar las deudas por una cena a escote o un regalo entre varios amigos), que en poco más de seis meses acumula ya más de medio millón de usuarios, con un importe medio por operación de 52 euros.

Pero las posibilidades que ofrece el nuevo panorama digital son mucho más amplias, como explica Roberto Monge, director de operaciones de Telecoming, una empresa que trabaja con los operadores de telefonía para implementar soluciones de pago con cargo a la factura del móvil, lo que permite utilizar este como medio de pago incluso a usuarios que no cuentan con tarjeta, como los menores. Con el ejemplo de países como Turquía, donde ya está muy implantado, Monge cree que esta herramienta será útil en el campo del transporte y también para la compra entradas para el cine o el teatro, evitando las colas.

De momento, los proyectos están en fase embrionaria, pero el objetivo está claro: conseguir que sea posible salir de casa solo con el móvil.

Sobre la seguridad, los especialistas aseguran que «la tarjeta en el móvil ofrece más garantías»