Eurolandia: capital Fráncfort

MERCADOS

En su último libro, el economista griego Yanis Varoufakis realiza un repaso, pormenorizado y muy documentado, del nacimiento del Mercado Común, de la formación de la UE y del particular modelo que se decidió seguir para la creación del euro. Procesos que explicarían conflictos como el «brexit», los rescates de los llamados PIGS o la emergencia de populismos xenófobos

03 oct 2016 . Actualizado a las 14:22 h.

Una línea maestra del libro titulado -con no poca ironía- ¿Y los pobres sufren lo que deben? (Deusto, 2016) es el papel central que se le otorga, para situar la economía de un país o de un área económica, a su particular saldo (con déficit en unos casos y con superávit en otros) externo en bienes y servicios. La posición de un país en este crucial asunto determinará buena parte de sus restantes actuaciones e intereses y lo hará de una manera o de otra según se trate de un contexto de tasas de cambio fijas o variables respecto a los principales países con los que comercia.

Para situarnos en el escenario global mundial del asunto que nos ocupa, presentamos un primer gráfico en el que recogemos la evolución entre 2006-2014 de la cuota de exportaciones de distintos países en el total mundial.

Se observa con claridad cómo Japón y China están evolucionando de manera completamente distinta. Mientras China está mejorando su cuota exportadora en el total mundial, Japón la está empeorando. Siendo dos economías que parten de situaciones históricas de superávit de su balanza externa, de ello se deduce que China está mejorando dicho saldo, mientras que Japón está viendo cómo paulatinamente se reduce el mismo.

Ambas economías son, una de forma creciente y la otra de forma decreciente, generadoras de ahorros (pues su consumo interno es inferior a su producción), lo que les permite ser financiadoras de otras grandes economías que sean deficitarias. Es lo que sucede a gran escala entre China y Estados Unidos.

Estados Unidos es una muy singular economía deficitaria a escala mundial desde hace décadas, aunque ha conseguido estabilizar su cuota en las exportaciones mundiales por encima del 11 %. Este relativo éxito competitivo no es ajeno a una activa política de devaluación del dólar para así no ver acrecentado aún más su abultado déficit externo.

Pero en este panorama global, bien conocido, lo que nos interesa poner en primer plano es la situación del conjunto de la Unión Europea, que en el año 2014 ha visto cómo China la ha relevado en su tradicional hegemonía exportadora a escala mundial situándose por debajo del 16 %.

Siendo la UE un área económica mundial que en su conjunto presenta superávit en su balanza por cuenta corriente, la pregunta a hacerse es si desde la circulación del euro, y tras la crisis del 2008, esta pérdida de competitividad relativa se está distribuyendo de forma homogénea dentro de la misma.

Para contestar a esta pregunta presentamos un segundo gráfico con los saldos por cuenta corriente (bienes y servicios) de economías muy representativas de la misma. En dicho gráfico se observa que las economías excedentarias de la misma (Alemania o Países Bajos) han incrementado de forma espectacular su buen resultado a pesar de aquella caída global de la UE. Y lo han hecho a pesar de la crisis y de una muy duradera apreciación del euro respecto del dólar.

Devaluaciones

La situación de España o Portugal en ese gráfico nos informa de cómo aquellos países con superávit encontraron en estos a clientes que perdían competitividad relativa, al estar ahora anclados en una moneda (euro) que les impedía realizar devaluaciones competitivas (por ejemplo del escudo, la peseta, la lira o el dracma respecto al marco alemán).

De manera que para corregir tamaño desequilibrio externo tuvieron que proceder a una devaluación salarial y a una reducción del PIB que hiciese caer en picado sus importaciones. En vez de una política de empobrecer al vecino basada en la devaluación de monedas, en la era del euro se devalúan los puestos de trabajo.

Como bien señala Varoufakis, esos países (los PIGS), atrapados en una tasa de cambio fija, pagarán el precio de un Estado en bancarrota por la caída de ingresos asociada a esa devaluación interna, así como por una deflación que infla aún más grandes deudas (públicas y privadas), contraídas en su día con los sistemas financieros de las economías excedentarias de la eurozona.

Economías que durante los años previos a la crisis incentivaron temerariamente la concesión de créditos a países deficitarios que les alimentaban (con sus compras y su déficit externo) su propio superávit.

En este panorama llama la atención la desdibujada situación de Francia, que ve cómo desde un envidiable superávit del 3,4 % en 1999 ha entrado en cifras negativas o prácticamente nulas. Claramente Francia no ha sido un ganador desde la introducción del euro.

Como sostiene con ironía Varoufakis, «los sofisticados administradores de Francia sorbieron poco a poco la amarga conciencia de que la unión monetaria no les serviría Alemania en bandeja; de hecho, estaban perdiendo Francia».

En todos estos resultados va a ser crucial el papel de un Bundesbank que controla de facto el BCE (que no por casualidad se localiza en Fráncfort) y el euro. Control que le asegura al mismo tiempo no perder el control de los grandes bancos alemanes, que libera a los exportadores alemanes del miedo a las devaluaciones constantes de las monedas de sus clientes extranjeros y que estimuló como nunca a sus financieros a otorgar una barra libre de créditos a clientes en su propia moneda (el euro). Ya que las exportaciones y los créditos «de las naciones con superávit a los países deficitarios acogidos a la zona euro eran ahora inmunes a la devaluación de las monedas difuntas más débiles».

Es por eso que a los llamados PIGS no se nos vaticina una salida de la crisis del 2008 parecida a la que sí pudo realizar desde el primer momento Islandia. Ni por esa vía puede esperarse una salida, ni por la que podría abrir Alemania si imitase, como gran potencia excedentaria que es, la conducta de EE.UU. mientras lo fue a escala global. Es en ese sentido que la arrogancia de Fráncfort sobre la eurozona se asemejaría en esto, según Varoufakis, a la de unos chavales inmaduros que no saben lo que más les conviene.

En un último gráfico, con datos homogéneos del Banco Mundial, presentamos estos cruciales saldos externos sobre el PIB para los países analizados. China, pero sobre todo Alemania, destacan en el lado de los que anotan superávits que los convierten en potenciales prestamistas globales. EE. UU. y Francia claramente entre los deficitarios. Por último, Portugal y España, solo después de una acelerada devaluación salarial con depresión económica, han conseguido (de momento) corregir su galopante situación deficitaria. Aunque para nada la deuda externa que acumularon a causa de sus déficits pasados.

Los PIGS, atrapados en una tasa de cambio fija, pagarán el precio de un Estado en bancarrota

Albino Prada es doctor en Economía