La esquiva confianza

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias A ORILLAS DE LA CIFRA

MERCADOS

18 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En una economía de mercado, sustentada sobre transacciones y contratos, cuando la confianza falla, algo se descarría. Se suele atribuir a John M. Keynes el haber colocado esa noción entre las preocupaciones principales de los economistas, quienes ya hace mucho tiempo frecuentan las expectativas de las empresas o de los consumidores entre las variables clave para su análisis y predicciones. Sin embargo, por su propia naturaleza, no siempre es fácil especificar -y mucho menos, cuantificar- a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de estos asuntos. Por eso es importante avanzar en la definición de instrumentos precisos que recojan en cada momento el «sentimiento» de los diversos agentes económicos. De ello trata una excelente tesis doctoral presentada hace unos meses en la Universidade de A Coruña (Indalecio Pérez: El papel de la confianza en la evolución de la economía española).

Es evidente que la confianza evoluciona con el ciclo económico, pero no está tan claro que vaya por delante o por detrás de este. Es decir, no hay pleno consenso acerca de si los indicadores de sentimiento económico (ISE) son buenas señales que adelantan la coyuntura que viene o si, por el contrario, no hacen más que recoger las percepciones pasadas. Probablemente, en el común de los casos haya algo de ambas cosas, siendo las expectativas tanto posible causa como consecuencia de la dirección tomada por la economía. Un bucle, en todo caso, marcadamente procíclico. En ese sentido, la confianza en la marcha de la economía no siempre se configura como un valor positivo: en contextos de larga e intensa expansión -como el que precedió a la crisis de 2008- la sobreconfianza puede ser el mayor de los problemas, al actuar sus efectos euforizantes como un narcótico que impide ver los eventuales desequilibrios.

No es esa, desde luego, la situación de los últimos años. La UE publica regularmente sus datos de ISE para el conjunto de la Unión y para cada uno de los países que la integran. Pues bien, tomando un valor 100 para el índice general en la primavera de 2008, un año más tarde se había hundido por debajo de 70, para experimentar importantes fluctuaciones a partir de ahí: recuperación en 2010, posterior caída hasta bajar de 90 a mediados del 2012 y una cierta estabilización, de nuevo por encima del valor 100, a partir del 2014. Esto último reflejaría una amplia percepción de que la economía europea, aunque lentamente, se va recuperando (al menos en el sentido, bastante limitado, de menor probabilidad de un retorno de la recesión).

Sin embargo, en los últimos meses, y en un escenario marcado por el Brexit y la persistencia de dudas sobre el verdadero estado de algunos sistemas bancarios, algo parece estar cambiando, a peor, en el sentimiento de consumidores y empresas. El pasado agosto, el ISE de la eurozona ha retrocedido en un punto (con un valor de 103,5), y lo ha hecho además de un modo uniforme, pues fue Francia el único país en que experimentó un leve crecimiento. En el caso de la economía española la caída fue de un 1,5 %, siendo particularmente marcada en la industria (-5,2 puntos). Estos datos distan desde luego de ser dramáticos; de hecho, han resultado ser bastante mejores que los que se podían prever el día después del referéndum británico. Pero levantan otra señal de alerta sobre las encrucijadas cargadas de incertidumbre que el continente deberá afrontar a lo largo del otoño que ahora llega.

El Brexit ha afectado a la confianza en la economía, aunque menos de lo esperado. | LUKE MACGREGOR