Cambios sociales que ha provocado la crisis

MERCADOS

La percepción sobre el descenso de salarios y el deterioro de la clase social que tiene la ciudadanía, y la descripción que de esta evolución se realizan en informes como el «Panorama social» de Funcas, provocan cambios sociales tras la crisis

21 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En una reciente entrega del programa de televisión Salvados un grupo de alumnos universitarios declaraban identificarse mayoritariamente como miembros de la clase media. Muy pocos se creían clase baja. ¿Sucede lo mismo en el conjunto de la población? ¿está modificándose tal autopercepción a causa de la prolongada crisis económica que hemos padecido?

En la publicación Panorama Social de Funcas (número 22, 2015) se realiza un pormenorizado diagnóstico de lo que denominan balance social de la crisis; consta de casi doscientas páginas con aportaciones de un muy numeroso grupo de autores en su mayor parte investigadores de nuestras universidades. Con base a esta publicación, podemos intentar responder a las dos preguntas planteadas y a las cuestiones que esa respuesta pueda, a su vez, motivar.

En un primer gráfico recogemos para el período 2004-2015 la percepción de pertenencia a un determinado estatus social en España. A lo largo de todo el período (previo y posterior a la crisis del 2007) el porcentaje de población que se considera de clase alta o media-alta es residual (menos del 5 %) y así se mantiene de forma constante. Por su parte, el porcentaje de población que se considera de clase baja se sitúa por debajo del 10 % de la población, y no acusa un crecimiento destacado a lo largo de la crisis. Es este un dato altamente contradictorio con las cifras de población española en riesgo de pobreza.

Donde sí observamos una elevada inclusión de la población es en los grupos de clase media sin más y clase-media baja. Hasta la irrupción de la crisis (2007) la cuota de población española que se consideraba clase media llegaba al 65 % de la población, mientras que la que lo hacía en la clase media-baja era el 24 %. Casi el 90 % de la población se autoincluye en estos dos grupos centrales, lo que sugiere que el grupo de clase media-baja es, de hecho, un eufemismo para no reconocerse como de clase baja.

En este caso sí se observa el impacto de la crisis económica porque mientras el porcentaje de población que se considera de clase media desciende con claridad (desde el 65 % al 52 %) el porcentaje de población que se considera clase media-baja asciende con no menor intensidad. La clase baja directa y la creciente clase media-baja estarían recogiendo casi 40 % de la población.

Este proceso de deterioro social de la clase media debe ser explicado por un fenómeno económico bien cuantificado a lo largo de la crisis: la desigual caída de los ingresos familiares en función del nivel previo de ingresos. En un segundo gráfico presentamos para cada nivel de ingresos (máximo 90 y mínimo 10) el impacto de la crisis en los mismos.

Se observa con meridiana claridad que la crisis ha golpeado más intensamente a los sectores sociales de menor nivel de renta. El cuarenta por ciento menos rico (las decilas 10, 20, 30 y 40) acusan caídas de sus ingresos medios por encima del 20 %, mientras que las decilas más ricas (la 80 y 90) tienen caídas por debajo del 15 %. Este desigual impacto explicaría porque una parte creciente de la clase media se acaba reconociendo como de clase media-baja según han ido avanzando los años de la crisis (2007-2014) tal como se concluía con los datos de auto posicionamiento de clase del primer gráfico.

Este proceso de caída de ingresos y de descenso de la clase social en la que uno se reconoce va a ser especialmente intenso en dos sectores de la población: los inmigrantes y los más jóvenes. Como es bien sabido en los años de expansión financiero-inmobiliaria previos a la crisis en España se recibieron millones de inmigrantes necesarios para cubrir una creciente demanda laboral sobre todo en la construcción y en los servicios.

Van a ser estas oleadas de ciudadanos recién incorporados los primeros y más seriamente afectados por el deterioro laboral, de ingresos y, finalmente, social.

En un tercer gráfico se visualiza cómo a lo largo del período analizado el riesgo de pobreza se dispara entre la población inmigrante (pasa del 30 % a situarse por encima del 50 %), mientras que para la población autóctona se mantiene en el nivel del 20 %. Pocas dudas hay sobre quienes han acusado más inmediata e intensamente el impacto de la crisis. Y no extraña en absoluto que cientos de miles de estos inmigrantes hayan retornado a sus países de origen en los últimos años. Pero, sin duda, para los que se mantienen entre nosotros su descenso en el estatus social ofrece muy pocas dudas.

Los más afectados

Respecto a la población más joven (ya inmigrante o autóctona) quizás el dato más conocido sobre su situación social durante la crisis sea la muy elevada tasa de paro. Una situación de falta de ingresos y de dependencia del entorno familiar que provoca el tener que prolongar su residencia en el domicilio de los padres, así como su dependencia de los ingresos de otros miembros de la familia.

En un cuarto y último gráfico visualizamos la situación española en el contexto de la de los países más desarrollados en un año donde ya se habían acusado todos los efectos de la crisis. Se representa dos tasas de paro: la de la población en su conjunto por un lado (eje horizontal) y la de la población juvenil (eje vertical). La asociación entre ambos datos es casi perfecta. Países como Alemania o Austria con reducida tasa de paro global tienen también una escasa tasa de paro juvenil, y países como España, Gracia o Portugal con una abultada tasa de paro global tienen también una elevada tasa de paro juvenil.

Lo que vendría a sugerir que el deterioro social, de ingresos y de perspectivas de vida (retorno para los inmigrantes y emigración para la población autóctona) habría alcanzado en el sur de Europa el nivel de una auténtica hecatombe social. Por más que una parte de la población afectada se resista a ser consciente del deterioro real que han sufrido sus expectativas económicas y sociales en los últimos años.