El mercado de Berwick lanza un SOS

Rita Álvarez Tudela

MERCADOS

Los vendedores ambulantes temen que las autoridades privaticen el espacio y los expulsen de uno de los pocos rincones de Londres que aún no han sido tomados por las grandes cadenas

14 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A escasos metros a pie de la mítica Oxford Street londinense hay una calle peatonal que durante más de 300 años ha parecido vivir de espaldas a las grandes cadenas de ropa y tiendas de multinacionales. Hablamos del mercado de Berwick Street, donde todavía es posible comprar telas de todos los colores, frutas y leche de productores locales.

Un lugar mítico de Londres que se resiste a poner la alfombra roja a la producción en masa, a establecimientos sin personalidad que se repiten como plagas por toda la ciudad y a diseños uniformes tras grandes cristaleras. Quieren ser independientes y, además, defienden su carácter como elemento distintivo de este barrio llamado Soho. Aquí defienden el trato directo con el consumidor, los responsables de los puestos se conocen por el nombre, se ayudan a poner un toldo cuando llueve y nadie les impone reglas uniformes que seguir a rajatabla. Sin embargo, este pequeño oasis, que bien podría ser el mercadillo de cualquier aldea gallega, vive ahora con el miedo perpetuo a terminar desapareciendo.

Uno de los comerciantes más implicados para evitarlo es Robin Smith, un empresario británico que apuesta por lo local. Está a cargo de Soho Dairy, un puesto cuya idea recuerda a los repartidores que durante décadas dejaron botellas de leche a primera hora del día a las puertas de las viviendas. Para muchos, esa actividad daba muestras de la seguridad del país, pues en muy pocas ocasiones sufrían robos.

Ahora, Robin se presenta como abanderado de la petición Mantener Berwick Market Street independiente, que ha recibido ya el apoyo de unas 10.000 personas. Atrás quedan los años 20, la década prodigiosa de este mercado, cuando llegó a agrupar a más de 150 negocios. Junto a Robin trabaja Thomas desde el pasado diciembre: «Hemos decidido unirnos porque si nos echan es el fin, nos quedamos sin trabajo, se terminan las tiendas pequeñas, los negocios independientes y nunca podremos competir con ellos», lamenta.

Además, echa en falta que las autoridades sean más claras en sus reuniones y negociaciones pero, sobre todo, censura que nadie se preocupe por conservar el espíritu del Soho. «No necesitamos más cadenas ni tiendas modernas, parece que toda la ciudad se ha convertido en la terminal de un aeropuerto», compara sin pelos en la lengua.

Otro puesto de los que más éxito tiene es el de Omar Aljabareen. Lleva al frente de Jerusalem Falafel los últimos cinco años. A sus 34, recuerda cómo, empezando de la nada, ha conseguido llegar a dar empleo a seis personas y servir comida a una media de 250 personas al día. Sin embargo, reconoce que si la renta de aproximadamente 400 euros empieza a crecer, será el primer capítulo de la despedida. No es un temor infundado, recuerda el empresario, que asegura que el Ayuntamiento quiere «privatizar» el mercado mediante la incorporación de un operador comercial que se encargaría de la organización de los vendedores ambulantes y que podría poner tarifas inaccesibles para sus bolsillos.

Si esa es su versión, la de las autoridades pinta un mercado que opera ahora a medio gas y al que hay que sacarle el mayor partido. No en vano, se ubica en un barrio donde el metro cuadrado se paga a un precio como para dejarlo en el olvido. Presión a la que se une la llegada de nuevos comercios, pisos y una cadena de hoteles a un antiguo bloque de protección oficial en un lateral del mercado.

Todo apunta a que las rentas de la zona seguirán subiendo, forzando la despedida de unos comerciantes que disfrutan vendiendo frutas, verduras, leche, telas y discos a los vecinos de la zona, algunos de ellos próximos a los 90 años y nacidos en el Soho. «Nos necesitan», zanja rotundo Robin.