31 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los economistas somos unos de las pocos profesionales a los que nos exigen que mostremos el futuro. Pensará que también a los médicos. Bueno, si hablamos del paciente, sí. Pero nadie sano le exige a su médico que le diga cuál va a ser su padecimiento dentro de un tiempo, a nosotros sí. Pues hoy le planteo que se sume a mí en ese reto y en vez de dedicarse, como hacen otros, a cazar pokémons, busquemos datos que nos hablen de lo que está por venir. Y en esta línea déjeme que le invite a analizar uno que salió publicado el pasado martes, y que me parece de especial importancia. Estoy pensando en el índice de precios industriales. Si sobrevuela el dato verá que la variación interanual fue del -4,7 % en mayo. Vamos, nada nuevo bajo el sol. Pero si baja a la arena descubrirá que el crecimiento mensual es del 1,8 %, y esto ya es tela. ¿Por qué? En primer lugar, porque es el valor más alto en los últimos diecisiete meses, y no solo eso, sino que dobla al más elevado de la serie hasta ahora, que tuvo lugar en mayo del 2015. Y esto, ¿qué quiere decir? En principio nada, pero si la variación mensual del mes que viene se aproxima al 1 %, sonría; si llegados a noviembre y la tónica se mantiene, no solo sonría, dese una alegría, pero tampoco tire la casa por la ventana. Se estaría gestando en la economía española lo que se denomina una tímida inflación de costes, es decir, crecimiento de los precios en origen con posterior repercusión en los precios al consumidor ¿Esto es bueno? A mi juicio, sí, aunque hay quien dirá que no.

En todo caso, indicarle que en mayo hemos visto crecimientos generalizados de los precios industriales. Los de los bienes de consumo no duradero aumentaron, en gran medida, por el incremento de los precios del procesado y conservación de la carne y la fabricación de aceites y grasas vegetales. Y en el caso de los bienes intermedios ha destacado el encarecimiento de la fabricación de productos para la alimentación. Es decir, si este comportamiento se mantiene, pronto veremos presiones en los precios de los componentes de nuestra cesta de la compra ¿Y solo ahí? No. Se extenderá como una mancha de aceite por toda la economía ¿Cuál será su intensidad? Aún no lo podemos predecir. Obviamente, por mucha que sea la presión, la subida de los precios a medio plazo nunca será excesivamente relevante en cuanto a pérdida de poder adquisitivo. Pero, previsiblemente, alterará positivamente el comportamiento de los mercados. Una inflación moderada, en el entorno del 1 o el 2% -le recuerdo que estamos actualmente en negativo-, generaría optimismo, al ser observada como un síntoma de la buena marcha de la economía.

Adicionalmente, vivimos una situación de máxima liquidez, por lo tanto el pasivo bancario, nuestro ahorro, no se remunera. Y esto en sí no es grave, porque fuera en la calle no hay inflación, pero si la hubiera pondría en un profundo brete al ahorrador ¿Qué hacer? ¿Comprar o perder poder adquisitivo teniendo el dinero al 0,5 % en el banco? Por lo tanto, es previsible que se despertase tanto la demanda natural como la especulativa. Es decir, provocaría que algunas personas concienciadas de que los bienes van a subir los adquieran ahora y que otras, vaticinando subidas futuras, los compren para revenderlos más adelante. Algunos de mis colegas dirán que estoy haciendo ciencia ficción y quizás sea cierto, aunque tiendo más a pensar que abro escenarios. Los crecimientos de los precios industriales de mayo, por su fuerza, nos han abierto uno nuevo, ahora solo toca vigilarlos para comprobar si el mismo agarra solidez o no. Si el mes que viene vuelven a su tónica habitual, lo que aquí acaba de leer de poco le servirá, pero si no es el caso, entonces este escenario será un poco más sólido que ayer.