«Querido Jean Claude: La multa, para después de las elecciones»

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro CORRESPONSAL EN BRUSELAS

MERCADOS

Juan Salgado

Bruselas arde tras la decisión de aparcar el castigo a España por no reparar el déficit excesivo. La sanción podría sumar 2.200 millones de euros más a los 8.000 que debe corregir en dos años

30 may 2016 . Actualizado a las 17:19 h.

«Querido Jean Claude», así arranca la epístola que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, envió al líder de la Comisión Europea el pasado 5 de mayo. Una misiva de dos folios donde el español pide clemencia y tutea con confianza al hombre que ha quitado la soga del cuello a España. Al menos de momento. 

¿Por qué envía la carta?

Para salvarse de la hoguera. En los últimos cuatro años de legislatura, y a pesar de los durísimos recortes y reformas emprendidas en España para meter en vereda las cuentas públicas, el Gobierno español no consiguió cumplir con las metas de déficit establecidas por Bruselas ni una sola vez. En el 2015, con elecciones a la vista y contra las advertencias de Bruselas, el presidente Rajoy consideró oportuno anunciar una rebaja del IRPF. La relajación del esfuerzo fiscal, que le pudo reportar algún que otro voto, comprometió a España y a su futuro Gobierno. El déficit se fue al 5,1 % frente al objetivo del 4,2 %. Con una larga trayectoria de incumplimientos y un Ejecutivo en funciones insubordinado, la Comisión Europea se vio en la obligación de decidir si abría un procedimiento sancionador por incumplir el objetivo de déficit y no adoptar medidas para remediarlo. La decisión estaba planificada para antes del 26-J. Las elecciones y la más que probable multa a España, empujó a Rajoy a mendigar una prórroga al luxemburgués.

¿Qué argumentos da Rajoy?

Para persuadir a la Comisión y evitar la multa antes de los comicios, el español tira de argumentario. Alude a la herencia recibida (alto desempleo, alta tasa de pobreza y déficit en el 9,3 %). Ensalza los esfuerzos de su Ejecutivo para recortar el gasto (pasando en cuatro años del 9,3 % del déficit al 3,9 % en que cerrará el 2016) y poniendo como ejemplo de compromiso con las reformas estructurales la polémica reforma laboral del 2012, la misma que abarató el despido y abrió las puertas a la precarización del trabajo. ¿Cómo justifica el desvío del 2015? Echa balones fuera y culpa a los cambios políticos tras las elecciones regionales. «No sería un buen precedente que se penalizase (por primera vez) de igual manera a aquellos países que reforman sus economías que a aquellos que no lo hacen», desliza Rajoy.

¿Qué promesas ha ofrecido?

Mientras Bruselas dirimía si dejaba caer la guillotina sobre la cabeza de Rajoy o le daba una tregua, el presidente en funciones anunciaba una bajada de impuestos si ganaba las elecciones. Lo hizo en una entrevista al Financial Times. La Comisión Europea no daba crédito a la sucia jugada del mismo líder al que Juncker trataba de salvar de la pira. ¿Cómo convencer a los comisarios contrarios a la amnistía de que Rajoy iba de farol? Solo dos semanas antes prometía en su carta que acometería los ajustes necesarios para cumplir con los objetivos de déficit: «En la segunda mitad del año, una vez haya un nuevo Gobierno, estamos dispuestos a adoptar nuevas medidas, si se requieren, para cumplir con el objetivo», decía la carta. O Rajoy mentía a Bruselas o a la ciudadanía. O a los dos. Su ministros de Economía, Luis de Guindos, trató de salvar los muebles y en una explicación rocambolesca aseguró que las dos promesas eran factibles. Se podía alcanzar el objetivo de déficit (lo que implica un recorte de 8.000 millones de euros solo este año que heredará el próximo Gobierno) y rebajar impuestos creciendo al 2,6 %.

¿Es creíble el anuncio de la bajada de impuestos?

El vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, eludió la pregunta con visible incomodidad: «Si cumple con los objetivos presupuestarios, podrá asumir las decisiones que quiera tomar», aseguró tras anunciar la prórroga de la sación a España que podría ascender a 2.200 millones de euros. Tras los focos, fuentes de la Comisión admiten que se trata de una jugada electoral que nada tiene que ver con la nueva hoja de ruta que se le ha marcado a España. 

¿Por qué se decide aplazar la sanción?

Por las elecciones. Ni más ni menos. La decisión ha sido tan arbitraria y subjetiva que ni el comisario de Economía, Pierre Moscovici, fue capaz de moldear un discurso coherente que justificase la decisión. Según el francés, la ausencia de un Gobierno en funciones impide comprometer nuevas medidas de ajuste del déficit, pero España tampoco tendrá un Ejecutivo en funciones a principios del mes de julio, cuandoo Bruselas deberá pronunciarse sobre la multa a España. «Este no es el momento adecuado. Ni desde el punto de vista económico ni desde el punto de vista político», aseguró el galo. Tampoco conviene a Juncker maltratar a un Gobierno de su mismo signo político en un momento tremendamente complicado en la UE. El populismo, donde engloban a fuerzas en auge como Podemos, gana terreno y pueden echar al traste el modelo económico defendido por las fuerzas tradicionales, los conservadores y la socialdemocracia. La decisión de adoptará cuando se aclare más el color del nuevo inquilino de la Moncloa.

¿Quién quiere castigar a España?

Juncker fue el principal valedor del acuerdo que otorga un año más a España para cumplir con el objetivo de situar el déficit por debajo del 3 % en el 2017 y de aplazar la sanción al mes de julio. Pero la decisión no fue ni mucho menos sencilla de adoptar. El revuelo dentro de la Comisión fue descomunal. Buena parte del equipo de comisarios quería mortificar a España como correctivo y aviso a navegantes. Las presiones se multiplicaron por todos los frentes ocasionando tensiones y forzando varios encuentros para dirimir la cuestión. Dentro del Consejo de Ministros de Economía de la UE, las posiciones también están muy distantes. Los halcones del euro como Holanda, Finlandia y Alemania se aferran al sacrosanto Pacto de Estabilidad, violado hasta en 165 ocasiones,según datos del IFO, para exigir que se castigue a España. «Con esa decisión no estamos contentos. La tenemos que respetar, es cosa de la Comisión, pero no podemos estar contentos», reconocía esta misma semana el titular alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, quien habría pedido mano dura en la reunión que mantuvo con sus socios en Bruselas. El Gobierno de la canciller alemana, Angela Merkel, no quiere ceder ni un ápice por el coste electoral que pueda tener en las elecciones del 2017. El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, no cuestiona la decisión de Juncker, pero esconde las ganas terribles de castigar a España: «Las sanciones son absolutamente posibles. Hay razones de peso para ello (...) Para evitarlas deberá devolver el presupuesto a la senda», aseguró esta semana el holandés. Otros países como Francia, Italia y Portugal estarían a favor de mostrarse más flexibles con la aplicación de las reglas. Sus Ejecutivos también se encuentran en la cuerda floja. Portugal está apercibido como España, Francia tiene un procedimiento abierto por déficit excesivo e Italia está en el punto de mira por su gigantesca deuda.

¿Existen precedentes?

En concreto 165 desde el año 1999 al 2015. Las tornas se han cambiado, eso sí. En el año 2003, España se alineó con los países que exigía sanciones a Alemania y Francia por incumplir el Pacto de Estabilidad. El comisario de Economía, el español Pedro Solbes, propuso seguir adelante con el procedimiento sancionador que fue frenado por la mayoría de ministros de Economía de la UE. La justicia europea dictaminó que la maniobra era ilegal. Una más del largo historial de incumplimientos. Francia se saltó el objetivo de déficit hasta en 11 ocasiones. Grecia, Polonia y Portugal lo hicieron 10 veces. Reino Unido (9), Italia (8), Hungría (7), Alemania e Irlanda (5). ¿España? Cuatro, pero podría ser el primero en estrenar sanciones. «En ninguno de estos casos se impusieron multas como ahora se está valorando», asegura el presidente del IFO, Clemens Fuest, quien considera que el Pacto de Estabilidad está tan ultrajado que es necesario buscar otros mecanismos para hacer cumplir los compromisos: «Las reglas no están funcionando».