El Hotel Venecia de Viveiro

MERCADOS

Adherido a las paredes del fol de gaita que dibuja el Landro en su tramo final, cuando ya saborea la sal de su beso apasionado con el mar, hizo su nido el primero y más fastuoso establecimiento hotelero de Viveiro: el Gran Hotel Villa Venecia. Lo plantó Antonio Maseda Janeiro en medio de las aguas allá por el año de 1911.

05 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuantos lo visitaron, como don Ramón Otero Pedrayo, explorador de Galicia a lomos de ómnibus, no dejaron de admirar su «situación excepcional».

En 1921, cuatro o cinco años antes que don Ramón, también llegó a Viveiro, en uno de aquellos renqueantes y primerizos coches de línea, otro visitante perspicaz: Jaime Solá, el director-gerente de Vida Gallega. En su espléndida revista, que se editaba en Vigo, dejó testimonio, gráfico y escrito, de su viaje «por el Norte de Galicia». De su salida nocturna de Roupar, encastrado entre un batiburrillo de bultos durmientes y babosos canes de caza. De la parada en Muras, para engullir un piscolabis caliente, antes de afrontar la penosa subida a las solitarias calvicies de A Gañidoira. Del descenso hacia la costa y el resurgir de la civilización: «Chavín, que huele a industria, que trasciende a triunfo del trabajo, es un torrente de luz en la hondonada». Del encuentro con el Landro, «en meandros como cintas de plata, allá abajo, al pie de los campos de la izquierda». De la escuela indiana de Magazos, la primera que financiaron los emigrantes de «Vivero y su Comarca». Y, al fin, ya con el estómago en la reserva, la bienvenida del Gran Hotel Villa Venecia, «construido sobre un relleno donde el poético Landro desemboca, y cuando sube la marea, los huéspedes pueden consagrarse a la pesca del múgil saboroso con solo dejar caer el anzuelo desde las ventanas de la casa».

SOBRE UN TROZO DE ARENAL

El hotel -«un retrato de Vivero, del Vivero moderno sobre todo», escribe Solá- lo levantó el registrador de la propiedad Antonio Maseda Janeiro. Nombrado registrador de Viveiro en 1899, este funcionario había ocupado con anterioridad, ya desde la penúltima década del siglo XIX, plazas similares en Arzúa y Pontevedra. Integrante de la ponencia sobre el sistema foral, designada en el Congreso de Registradores celebrado en Santiago en 1891, Maseda arribó a Viveiro nimbado de cierto prestigio. Por eso, cuando poco después de su llegada abrió bufete de abogado en la villa del Landro, El Correo de Lugo lo consideró merecedor del éxito «por su talento e ilustración».

En noviembre de 1908, Antonio Maseda solicita del Ministerio de Fomento la concesión de un trozo de arenal del dominio del Estado, emplazado en la margen derecha del río Landrove, «con destino a la construcción de un hotel». Obtiene la autorización en diciembre del año siguiente y comienzan las obras. A principios de diciembre de 1911, como muy tarde, el establecimiento ya está abierto al público. En esa fecha, el reputado ortopédico madrileño Jerónimo Farré establece en el hotel su consulta ambulante para el tratamiento de achaques como hernias, desviación del espinazo o caídas de la matriz. El facultativo anuncia que, días después, ejercerá sus dotes curativas en la Fonda Ferrocarrilana de Ribadeo y en la Fonda de Cándida Canoura de Mondoñedo.

Pero Maseda Janeiro, culo inquieto, o tal vez más preocupado por su carrera profesional que por el negocio hotelero, pronto levanta el vuelo. En octubre de 1912 marcha como registrador en el municipio salmantino de Ledesma, primera etapa de un periplo que transcurre, sucesivamente, por los registros de San Mateo (Castellón), Lucena (Córdoba) y Motril (Granada). Y echa raíces en esta última población, al casarse con Araceli Romero Caballero, hija del notario del pueblo.

EL DIPUTADO Y EL AVIADOR

El Hotel Villa Venecia pasa a manos de Ramón Palmeiro Maseda, familiar y colega del fundador. Procurador de los tribunales y registrador sustituto del titular de Viveiro, Palmeiro se convierte en propietario y gerente del establecimiento hasta su fallecimiento en febrero de 1967. Durante más de medio siglo, el hotel nuclea la vida social de la élite vivariense. En sus salones se reúnen, por ejemplo, los prebostes que se proponen regalar un chalé al diputado cunero José Soto Reguera. O bien acoge el banquete ofrecido a los aviadores que, el jueves 3 de julio de 1930, posaron sus aparatos sobre la fina arena de la playa de Covas. Era la primera vez que aterrizaba un avión en Viveiro y la expectación generada fue enorme en toda la comarca. Con la fascinación añadida de que la escuadrilla, integrada por tres biplanos, la mandaba un vivariense de pro: el capitán Alfredo Gutiérrez López, un destacado aviador -y licenciado en Farmacia- que alcanzaría el generalato y la jefatura de la Zona Aérea de Baleares tras la Guerra Civil.

NUEVA FISONOMÍA

El Gran Hotel Villa Venecia apenas tenía competencia en los dominios del Landro. Para los veraneantes de cierto poder adquisitivo, que acudían a contemplar lo que Otero Pedrayo consideraba «un dos máis impresionantes e harmoniosos paisaxes de baía do litoral galego», o atraídos por la que Jaime Solá denominó «soberbia playa» de Covas, no había mejor opción. Aupado por el éxito, el edificio dio un estirón. Creció en altura con el añadido de nuevas plantas, pero también ensanchó su cintura con un muro de mampostería y pequeñas edificaciones auxiliares destinadas a secadero, lavadero, carbonera, leñera y gallinero: grasa ilegal que las autoridades acabaron por legalizar en 1966, cuando ya el hotel enfilaba la recta final. Mudó igualmente la fisonomía del entorno, al extenderse el relleno por ambos flancos del inmueble.

Solo a partir de 1930 tuvo el Villa Venecia un rival de peso: el Hotel Villa Dolores, enclavado en la playa de Covas. En este se alojó el intelectual y diplomático Lois Tobío cuando, después de tres décadas largas de exilio, regresó a su Viveiro natal. Pero lo hizo, como confiesa en su libro de memorias, únicamente porque no tuvo más remedio: «O Hotel Villa Venecia da miña nenez estaba todo ocupado, segundo me comunicara por carta o seu dono e amigo de antano Ramón Palmeiro». Transcurría el año de 1965 y el hotel fundado por Maseda Janeiro sobre las aguas del Landro continuaba siendo la primera opción para quien buscaba albergue de categoría en Viveiro.