Las Aguas de Frádegas

MERCADOS

En una hondonada ahogada por la espesura del bosque, donde el Frádegas hace acopio de fuerzas para precipitarse en cascada sobre el río Ulla, a un paso de la frontera entre los concellos de Antas de Ulla y Palas de Rei, reposan las ruinas del balneario. 

31 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuesta imaginarse, en este idílico y solitario rincón, el bullicio reinante a finales del siglo XIX, cuando Julio García Fernández se propuso convertir las «aguas azoadas de Frádegas» en terapia infalible para varias dolencias y foco de desarrollo en el centro geográfico de Galicia.

Los primeros anuncios que rastreamos en la prensa gallega datan del verano de 1891. Las aguas sulfurosas de Frádegas, que se «desprenden espontáneamente del manantial» a razón de 18.400 centímetros cúbicos de ázoe -hidrógeno- por hora, prometen «infalibles resultados» en la lucha contra las enfermedades del pulmón, del estómago y del hígado. Se emplean también «con éxito» en el tratamiento del reumatismo, afecciones de la piel, asma, catarros y resfriados. El nuevo balneario ofrece «baños generales y locales, duchas, chorros, pulverizaciones y baños de lodos», capaces de cicatrizar «toda clase de úlceras por rebeldes que sean».

La sugestiva oferta se anticipa en meses a la inauguración de las nuevas instalaciones. Porque a comienzos de 1892 el proyecto aún no está concluido. Será ese mismo año cuando Cecilio Neira Núñez, prestigioso catedrático de Farmacia Práctica, analice las aguas de Frádegas y avale sus bondades. Y también cuando se reciben, de la casa barcelonesa de Basilio Miret, los modernos aparatos de hidroterapia. La planta baja del balneario, diseñado en forma de herradura que abraza un patio central, la ocupan la fuente y las salas de baños. La superior se destina al hospedaje de los agüistas. El complejo dispone también, además de algunas construcciones anejas, de una pequeña capilla.

DE LUGO A PARÍS

Julio García Fernández, propietario del establecimiento, se emplea a fondo para abrir un hueco a Frádegas entre los afamados balnearios gallegos. Sus aguas, que por esas fechas se comercializan al precio de 4 reales la botella, conquistan una medalla de plata en la Exposición Regional de Lugo de 1896. Y con las primeras luces de la nueva centuria marchan a París y participan en la Exposición Universal que allí se celebra en 1900.

En paralelo a sus esfuerzos de promoción del balneario, Julio García acrecienta su influencia y poder político. Heredero de la casa grande de San Miguel de Coence y secretario del ayuntamiento de Palas de Rei, su matrimonio con Ascensión Santos Barros, con quien tendría diez hijos, le permite ampliar su saneada hacienda. Sus suegros, el médico Juan Santos Fontán y María Barros Sampayo, habían heredado la fortuna de su tía Luisa Fontán Lomba, viuda del segundo conde de Pallares. Y cuando aquellos fallecen en su casa de Laia, en 1900 y 1902 respectivamente, una parte sustancial del patrimonio del conde acaba en manos de su hija Ascensión.

CARRETERA Y FERROCARRIL

En 1903, en plena Restauración, Julio García alcanza la cúspide de su influencia. Ese año es elegido diputado provincial por el distrito de Chantada-Sarria. Forma parte de la mayoría liberal -catorce diputados, por diez de los conservadores-, en la que figuran algunos de los nombres más destacados de la política lucense en el primer tercio del siglo XX. A su lado se sientan José Benito Pardo Rodríguez, el todopoderoso Pepe Benito que hasta en cuatro ocasiones presidirá  la Diputación provincial. O Purificación de Cora y Más Villafuerte, quien un lustro después fundaría el diario El Progreso. O Reynaldo Fole Quiroga, magistrado en varias provincias y alcalde de Lugo, padre del escritor Ánxel Fole.

La influyente mano de Julio García se percibe en varios intentos de romper el aislamiento de la Galicia profunda y, de paso, comunicar con el exterior sus dominios. Ya en 1900, la reina regente sanciona la construcción de una carretera desde Palas de Rei a Aguas de Frádegas. «Pasando necesariamente», se aclara, «por San Miguel de Coence y Santa María de Pidre».

El diputado y empresario soñó incluso con llevar el tren hasta la puerta del balneario. La oportunidad se la brindó la ley de ferrocarriles secundarios, aprobada en 1904. La Diputación pidió entonces un informe a la Cámara de Comercio para determinar las líneas más favorables al desarrollo de la provincia lucense. El organismo cameral, presidido por Laureano Tato, propuso cuatro trayectos, pero dejando clara su prioridad: una línea de 126 kilómetros de longitud que enlazase Foz con Lugo y la capital con el ferrocarril Carril-Pontevedra. Eso sí, antes de abandonar la provincia, el tren pasaría entre Palas de Rei y Monterroso, donde «se hallan las famosas aguas azoadas de Frádegas, que pueden competir ventajosamente con la de Panticosa», en Huesca. Tal vez, de haberse materializado la recomendación de la Cámara, otro gallo cantaría al balneario de Frádegas.

LA CENTRAL ELÉCTRICA

En el verano de ese mismo año de 1904, Julio García acaricia otro ambicioso proyecto. La electricidad comienza a iluminar Galicia y él quiere unirse a los pioneros del sector. Solicita a tal efecto la concesión de 3.000 litros de agua por segundo, que serían derivados del río Ulla en un punto paradisíaco próximo al balneario: las torrentes de Mácara. Pretende transformar la fuerza motriz de las fervenzas en energía eléctrica «para aplicarla a diferentes industrias en las poblaciones de Palas de Rei, Mellid, Arzúa, Santiago y otras».

Obtiene la concesión, pero con tres lustros de retraso. La oportunidad se ha perdido. Aunque en 1926 el canal de derivación de 1.500 metros está rematado, la central nunca se puso en marcha. Julio García muere poco después y los huesos del balneario de Frádegas y el azud que ribetea las torrentes comienzan a ser devorados por el tiempo.

A comienzos del siglo XXI, Unión Fenosa se propone construir 17 minicentrales eléctricas en la cuenca del Ulla, entre ellas la ideada por Julio García cien años antes. Sus herederos esgrimen la concesión de 1919 y firman una de las numerosas alegaciones al proyecto. La intensa movilización social contra los encoros desbarata el plan, la compañía renuncia a llevarlo a cabo y la Xunta de Galicia, presidida por Emilio Pérez Touriño, le da carpetazo definitivo.