Chernóbil: una gigantesca factura casi 30 años después

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La comunidad internacional precisa ahora más fondos para acabar el segundo sarcófago que cubrirá el reactor accidentado en 1986. Los costes económicos de la mayor catástrofe nuclear de la historia suman 350.000 millones de euros

01 abr 2015 . Actualizado a las 20:52 h.

El próximo 26 de abril se cumplirán 29 años de la tragedia en la central nuclear de Chernóbil. Un accidente en el que se liberaron a la atmósfera 30 veces más residuos radiactivos que en las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Un gigantesco desastre para la vida y la salud de millones de personas, pero que dejó una mastodóntica factura económica, todavía sin pagar y que sigue generando costes. Muchos son los que todavía creen que aquel siniestro fue determinante para la caída del régimen soviético en la antigua URSS. El coste de una de las mayores catástrofes de la historia suma, según diferentes cálculos, 350.000 millones de euros, cifra equivalente al gasto generado por cien centrales nucleares.

Esa es la estimación difundida por el Development Institute of Power Engineering y es la resultante del cálculo de los costes de tratamiento médico, descontaminación, traslados y realojamiento de la población, electricidad que se dejó de producir, tierras agrícolas devastadas y, sobre todo, la limpieza de las zonas afectadas.

Solo estos trabajos generaron un gasto de 100.000 millones entre 1986 y el 2000. Ucrania, Bielorrusia y Rusia fueron las economías más afectadas. Ubicada en un paisaje ahora apocalíptico, que no podrá ser habitado en 24.000 años, la zona de Chernóbil ha vuelto a la actualidad por la inminente conmemoración del desastre y por la necesidad de cerrar el costoso proyecto faraónico que entierre para siempre la amenaza de más emisiones. Un ejército de obreros, protegidos de la radiación, se afana ahora en construir un arco de 32.000 toneladas. Es el sarcófago para eliminar el riesgo de contaminación en el reactor número cuatro siniestrado, cuya inversión se cifra en 1.600 millones de euros y de cuya obra se encarga el consorcio francés Novarka.

El objetivo es que la nueva infraestructura esté concluida en el 2017, pero la comunidad internacional, encargada de financiar el proyecto, busca ahora más fondos para una obra cuya singularidad está generando un importante sobrecoste, tal y como sostienen los ingenieros. El G-7, la Comisión Europea y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) son quienes aportan los fondos para concluir el llamado sarcófago. El mayor financiador del proyecto de seguridad es Estados Unidos, junto a otros 30 países.

Ante el riesgo de que se produjera una nueva fuga en el reactor número 4, el G-7 acordó ya en 1995 financiar las obras para hacer el lugar más seguro. Pero no fue hasta el año 2000 cuando Ucrania cerró los otros dos reactores que seguían operativos. Pero para ello recibió 4.000 millones de euros por parte de Estados Unidos y de la UE. La continuidad de los trabajos en el sarcófago depende ahora de que el G-7 y la UE pongan sobre la mesa los 165 millones prometidos. Y será entonces cuando el BERD aporte otros 245. Pero aún harán falta otros 100 millones más que se pedirán a la comunidad internacional en una conferencia internacional de donantes prevista para finales de abril en Londres. La infraestructura prevista para garantizar la seguridad de la zona tendrá una vida de cien años.