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Euros ocultos en los desechos pesqueros

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

PEPA LOSADA

Cepesca pretende extender iniciativas como el reciclaje de redes para elaborar anoraks, bolsos o gafas de sol

22 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Anda Europa enfrascada en dar consistencia a la bioeconomía. Tan empeñada, que incluso ha creado un panel de expertos que tiene como cometido meter a los Veintiocho en la senda del uso mayor y más sostenible de los recursos renovables. Es decir, aprovechar lo que ahora va al desperdicio y frenar el despilfarro de materia prima natural finita.

En esa bioeconomía hunden de lleno sus pilares la agricultura, la silvicultura, la alimentación y, como no, la pesca. De ahí que el sector se haya hecho un hueco en ese grupo de expertos y sentado en la mesa de especialistas a Javier Garat, secretario general de la patronal pesquera española, Cepesca. Porque tanto la actividad extractiva como la acuicultura pueden sacar más rendimiento económico si, como recoge la estrategia española de bioeconomía, se consigue una «utilización eficiente y sostenible de los productos, subproductos y residuos que generan, así como de los productos obtenidos de cultivos de algas y microorganismos y otros bioprocesos».

El grupo al que se le ha encomendado subir a Europa al carro de la bioeconomía ha empezado la empresa con la redacción de un manifiesto en el que habrá que empezar por la definición misma del término. Por aclarar qué significa, por más que la comisaria de Investigación, Innovación y Ciencia, Máire Geoghegan-Quinn, ya haya dado algunas pistas al esbozar el objetivo: «Una economía más innovadora y con bajas emisiones, que concilie las demandas de gestión sostenible de la agricultura y la pesca, la seguridad alimentaria y la utilización sostenible de los recursos biológicos renovables para fines industriales, garantizando al mismo tiempo la biodiversidad y la protección del medio ambiente». 

Reunión en Bruselas

En eso se emplearon la semana pasada los expertos, que mantuvieron una reunión en la capital europea, Bruselas, para avanzar en ese manifiesto sobre bioeconomía y plantear algunas iniciativas que se pueden abordar desde la agricultura, el sector forestal, el energético o la pesca para impulsar esa economía del desperdicio.

Garat, uno de los tres españoles con plaza en esa mesa de especialistas, subraya que la pesca no puede quedar ausente de ese proceso y no queda otra que tenerla en cuenta en todos los planes y estrategias que se desarrollen sobre bioeconomía. Primero, porque encaja perfectamente si de lo que se trata es de «utilizar los recursos biológicos de la tierra y el mar, además de los residuos, como insumos para la producción de alimentos y piensos, así como para la industrial y energética», como dice la comisaria. Segundo, porque no puede dejar escapar la oportunidad de aprovechar esos euros ocultos tras los desechos pesqueros, al tiempo que contribuye a una gestión más sostenible. Es más, algunos pinitos ya se están haciendo al colaborar con empresas que elaboran anoraks, deportivos o gafas de sol con redes viejas que retiran de los fondos marinos, y Cepesca espera que eso solo sea el principio y esas experiencias puedan generalizarse.

Y todo sin olvidar la oportunidad que significa para la pesca en el plano del márketing. Mil veces señalado por extraer rendimiento de recursos naturales finitos, el sector quiere difundir que esa explotación que hace es sostenible y, de paso, mejorar la imagen de depredador con la que muchas veces se le dibuja.

La prohibición de descartes generará más residuos a los que habrá que sacar rendimiento

No solo son redes viejas lo que desecha la pesca extractiva. Sin llegar al plano de la transformación, el primer eslabón de la cadena mar-industria genera desperdicios susceptibles de ser aprovechados. Y más que va a producir en cuanto se acabe de implantar la prohibición de descartes, esa que obliga a desembarcar en puerto todo lo que se pesque, por más que no dé la talla mínima para ser comercializado y, por tanto, esté vetado su uso para consumo humano. Encontrar una salida más rentable que su conversión en harina o aceite de pescado es todo un reto al que puede contribuir una estrategia coordinada que aproveche sinergias y complementariedades. Porque no hay que perder de vista que la industria textil ha sabido aprovechar las redes viejas, la marroquinería también ha dado con un filón en la piel del pescado para hacer bolsos y carteras, e incluso la petrolera estatal brasileña hizo pruebas con los desechos acuícolas para producir biodiésel.

Ahora bien, en España también hay ejemplos. Los pescadores levantinos entregan la basura que encuentran en el mar a la empresa Ecoalf, que elabora con redes, botellas y otros desechos desde anoraks y zapatillas deportivas hasta mochilas, bolsos y neceseres.

Del Mediterráneo también proceden los residuos con los que la compañía Sea2see fabrica sus gafas de sol. Y hasta Galicia ha hecho sus pinitos, aunque en este caso son las rederas, no el sector extractivo, las que aprovechan los restos de su trabajo para elaborar bolsos, bisutería y otros complementos.