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Diferente legalidad en un caladero compartido

José Pino PATRÓN DE UN ARRASTRERO

SOMOS MAR

30 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace 20 años se vivió la llamada Guerra del Bonito porque los pescadores españoles que utilizaban artes tradicionales como el curricán consideraban una práctica irregular el uso de volantas a la deriva para capturar túnidos. Aquella contienda se ganó con prácticas de guerrilla naval, arrojo y dosis de desobediencia hoy en día impensables. Dos consideraciones: una, hubo suerte de que la red de La Gabrielle sobrepasara el límite permitido -de lo contrario tendríamos un problema diplomático-, y otra, todo el mundo es consciente de que, por vía burocrática, las volantas seguirían pescando porque eran legales y autorizadas por la UE. Dos décadas después se repite un problema que entonces ya se pronosticaba: el uso de redes pelágicas para la pesca de túnido. Pero con ligeras variaciones: una, parte de los que entonces pescaban bonito hoy tienen plaza estable a palangre en aguas comunitarias, donde viven una primavera dorada; dos, la flota nacional ha sufrido una merma de dimensiones alarmantes; y tres, el campo de batalla se ha trasladado a nuestra propia casa. Eso hace esta guerra diferente, dado que el uso de redes pelágicas no solo va a repercutir en la desaparición de un arte tradicional como la cacea, sino que afectará al resto. El arrastre de fondo lo vive por sus descartes, la podredumbre del fondo y ausencia de capturas. Como el camino de protesta iniciado únicamente por parte de la flota, se dirigió primero hacia la presencia de europeos en nuestro entorno -calificada de legal por nuestras autoridades- y con método legal por encontrarse por fuera de las 12 millas, debemos llegar a la conclusión de que nosotros también queremos ser legales.

Permiso para pescar con redes pelágicas

El arrastre, amparado por unos representantes y unas cofradías hasta ahora inmóviles, deberemos cambiar la frase a pasiva y solicitar a la Administración permiso para pescar túnidos con redes pelágicas, a sabiendas de que es un arte prohibido por España. Alguien tendrá que explicar que, si Europa lo considera legal en nuestras aguas, los nuestros no pueden dejarnos ajenos a la legalidad europea. Si España ha prohibido la red pelágica por temas biológicos o de otra índole, no dejarán de ser los mismos que deberían afectar a franceses e irlandeses que pescan a mi alrededor. Es decir, lo normal es que España adjunte un anexo al real decreto permitiendo capturar bonito con ese arte para su flota fuera de las 12 millas. Lo contrario sería faltar al principio de igualdad de condiciones. Si somos europeos y aquellos son legales, que yo sepa no estamos adscritos a la OEA.

La llegada de la flota pelágica a nuestras aguas abre unos condicionantes hasta ahora impensables en nuestro caladero, a la vista de los resultados de esta campaña (un pequeño arrastrero pelágico francés está facturando en una semana lo que uno español en todo el mes). El año que viene su presencia será masiva. El próximo paso serán los grandes arrastreros de 80 metros de eslora, y el que argumente que no tienen permiso que se pare a pensar que Irlanda nunca tuvo cuota de bonito y este año han venido ocho pelágicos. Han venido para quedarse y seguramente para ampliar sus pesquerías con otras especies. Que nadie se extrañe que la próxima primavera se dediquen además a caballa. Y lo que no puede admitirse es que acabemos entregando un caladero rico, como así atestigua la presencia de extranjeros, su presencia, a manos portuguesas, francesas e irlandesas. Nuestra Administración no puede mandarnos a la guerra con un destornillador ante el enemigo equipado con misiles aire-tierra. Así que alguien tendrá que mover ficha para que seamos legales todos a ojos europeos.