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Arrastreros galos e irlandeses surcan la costa gallega en busca de bonito

román lópez LA ROCHELLE / E. LA VOZ

SOMOS MAR

EMILIANO MOUZO

Faenan en aguas comunitarias porque usan un arte que en España está prohibido

28 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca hasta ahora se habían aventurado tan al sur. Los irlandeses solían esperar a que el bonito llegara a sus costas y los galos lo capturaban entre Hendaya y la Bretaña. Sin embargo, treinta arrastreros pelágicos franceses y otros seis procedentes de Irlanda faenan estos días frente a Galicia en busca de bonito. La mayoría de la flota gala trabaja en aguas comunitarias entre Cedeira y Ribadeo. Más al oeste se mueven dos de los pesqueros irlandeses, mientras que los otros cuatro han empezado a poner rumbo norte tras dos semanas de faena. Los que han decidido quedarse por estos mares son los arrastreros que permanecieron retenidos durante 24 horas en el puerto de A Coruña por los inspectores del Ministerio de Agricultura por pesca ilegal de atunes. Tras abonar una fianza, los irlandeses pudieron zarpar el viernes por la tarde para continuar trabajando por estas costas galaicas.

Estas flotas boniteras foráneas, que utilizan el arrastre pelágico, un arte de pesca prohibido para la española, despiertan inquietud y resquemor en el sector. Y es que entran en competencia con la bajura del Cantábrico, que sigue apostando por técnicas artesanales para capturar los bonitos uno a uno de manera selectiva.

España dispone este año de una cuota total de cerca de 15.000 toneladas de la especie, que han de repartirse entre dos centenares de barcos. Además de las habituales flotas de cacea y tanqueo, la falta de cuota de merluza empujó también a un número significativo de volanteros gallegos a sumarse a la costera.

Competencia foránea

El sector de bajura atribuye sus dificultades a la «competencia desleal» ejercida por los arrastreros pelágicos irlandeses y franceses (Francia e Irlanda se reparten 4.500 y 2.600 toneladas de bonito, respectivamente).

La presencia de estos barcos, cuando el uso del arrastre pelágico está prohibido por las autoridades españolas en sus aguas territoriales (así como la pesca, tenencia a bordo, transporte y desembarque de cualquier especie de túnido para los arrastreros de fondo españoles), ha originado toda clase de valoraciones críticas en el sector. Especialmente en lo relativo al respeto de la prohibición de descartes (los arrastreros pelágicos se benefician de una exención del 7 % de sus capturas anuales de bonito).

Los primeros pesqueros irlandeses llegaron a principios de agosto a los caladeros vascos, llegando a realizar varias descargas en el puerto de Ondárroa. Y de ahí, a los gallegos.

Según la información suministrada por los propios irlandeses, el bonito constituye una especie desconocida en su país, pero un lucrativo negocio para los profesionales de Castletown, Baltimore y Dingle. Sumando 6,4 millones de euros en el 2015, las exportaciones de bonito irlandés se destinan en su mayoría al mercado español.

Los galos también exportan

Los armadores de arrastreros pelágicos galos (unos cuarenta entre Bretaña y Hendaya) también exportan gran parte de sus capturas hacia la Península.

Para la flota española, la obligatoriedad de uso del AIS, un mecanismo de control auspiciado por la Unión Europea para conocer en todo momento la situación de los buques, resulta especialmente perjudicial, puesto que dicha información está al alcance de todos. Así, controlando cómo se despliegan los demás, un patrón de pesca inexperto es capaz de saber dónde se encuentra un banco de atunes, y mediante su red pelágica, capturar casi todo. En el fondo de la red, toneladas de bonitos, incluyendo juveniles, se agolpan de manera indiscriminada.

La selección se hará en cubierta, pero para entonces muchos peces habrán muerto.

Dos décadas de la guerra del bonito por artes de deriva

El hastío de los marineros del Cantábrico es evidente a poco que se hable con sus protagonistas. Varios patrones de pesca, desde Guipúzcoa hasta Asturias y Galicia, lanzaron duras acusaciones en contra de ciertas pescaderías y conserveras del norte peninsular que comercializan bonito de pelágica «de manera deliberadamente opaca». Según ellos, tales conductas especulativas (la inferior calidad del producto hace que se subaste a precios más asequibles) alientan las «prácticas de pesca destructivas» y engañan al consumidor haciéndole creer que compra un producto fruto de una pesquería artesanal.

Muchos profesionales también exigen cuentas a sus responsables políticos, a quienes reprochan su permisividad cuando no una colaboración solapada para «servir intereses que perjudican claramente tanto al sector como al recurso».

El sector de la bajura del Cantábrico ya estuvo en pie de guerra por el bonito hace dos décadas como consecuencia de la utilización de artes de deriva kilométricas por parte de volanteros franceses. Más recientemente, hace 3 años, también exigió a las autoridades comunitarias que pusieran freno al uso de artes de arrastre en la captura de túnidos, sin éxito.

Los boniteros españoles esperan que repunten las capturas y su cotización de aquí al final de la costera, en septiembre u octubre.