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Fomento alerta sobre el aumento de los naufragios por faenar en fondos rocosos

Espe Abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

CARMELA QUEIJEIRO

Advierte del peligro que existe cuando hay mar de fondo, causa recurrente de vuelcos

15 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Faenas pesqueras en aguas de poco calado o sobre bajos de roca y mar de fondo pueden convertirse en un cóctel mortal. No es exageración, es la constatación que han hecho los técnicos de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim) a lo largo de los ocho años de análisis de siniestros marítimos. Entre septiembre del 2008, cuando echó a andar el órgano adscrito al Ministerio de Fomento, hasta junio pasado, la comisión había abierto un total de 289 investigaciones y un 10 % de esos accidentes analizados fueron embarques de agua, vuelcos o embarrancadas en aguas de poca profundidad. Veintinueve incidentes con un saldo estremecedor: 25 buques a pique y 21 personas muertas o desaparecidas, sin olvidar los daños medioambientales que provocan estos siniestros.

Se da la circunstancia de que la mayor parte de esos casos afectaron a embarcaciones de recreo o a barcos de pesca de menos de 14 metros de eslora, que buscaban en zonas próximas a la costa o en bajos rocosos esas especies de gran valor comercial que suelen proliferar en esas zonas: pulpo, salmonete, lubina...

Otra coincidencia de estos siniestros: la mayoría se produjeron con mar de fondo «con olas de entre 2 y 4 metros y períodos medios superiores a 8 segundos, con una mar de viento de escasa magnitud», constata la Ciaim. Todo eso ha llevado al órgano que investiga los naufragios a elaborar una serie de recomendaciones para reducir los riesgos de la navegación en aguas someras y zonas de rompientes, como antes ya había hecho con otras cuestiones que minaban la seguridad marítima.

Tren de ondas regular

Los técnicos explican que el mar de fondo se caracteriza por un tren de ondas bastante regulares y una dirección de avance bien definida, por lo que cuando se navega en aguas profundas no supone ningún problema. El peligro aparece cuando se aproxima a la costa, pues «la evolución del oleaje se torna extraordinariamente cambiante». Tanto puede provocar turbulencias que aumentan la resistencia al avance, aumenta el calado del buque y ralentiza la respuesta, como provocar oleaje cruzado o producir corrientes, efectos todos que «disminuyen la capacidad de respuesta de la embarcación y dificultan su gobierno, imposibilitándolo a veces.

Una ola de dos metros de altura en aguas profundas puede alcanzar en las someras 3,2 metros, o incluso 4. Si eso es ya de por sí un peligro, el riesgo aumenta si el barco está fondeado o en mitad de operaciones de recogida de artes de pesca, por cuanto lasa naves son mucho más vulnerables, pues su estabilidad se ve drásticamente reducida al estar fijada el buque al fondo mediante cabos o artes de pesca.

Si a eso se suma que al tratarse de embarcaciones de menos de 20 toneladas y que los patrones no están obligados a llevar un libro de estabilidad que les muestre la forma adecuada de operar el pesquero, el riesgo se incrementa exponencialmente.

Por eso desde la Ciaim llaman al sector a extremar la prudencia para evitar golpes de mar que puedan llevar a pique la embarcación.