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Madrid y Lisboa pasan la pelota a la flota para que negocien el descanso semanal

Espe Abuín REDACCIÓN / LA VOZ

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Los gallegos abrirán un diálogo con los lusos para fijar las condiciones en el Cantábrico

14 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Faenan en el mismo caladero, el del Cantábrico Noroeste, tienen casi calcada la agenda de clientes y en muchos casos, hasta coincide la nacionalidad del capital. Sin embargo, a la hora de operar, las normas que rigen para unos y otros son distintas dependiendo de la bandera que lleven. Si ondean la roja y amarilla, están obligados a amarrar el fin de semana, no pueden usar tren de bolos salvo autorización expresa por parte de la Secretaría General de Pesca, y pobre del que ose comercializar un pez espada que de casualidad caiga en sus redes. Si ondean la roja y verde, no tienen por qué tomarse un descanso el fin de semana, pueden ya por defecto emplear el polémico instrumento complementario al arte del arrastre, y descargan en la lonja ese gran pelágico vetado a los españoles.

Esas diferencias por pabellón otorgan -aducen los gallegos- una ventaja competitiva a los lusos que está generando numerosos problemas a la flota española, cuyo censo adelgaza a marchas forzadas, casi a la misma velocidad que cambia la titularidad de los barcos lusos y la nacionalidad de su capital. La desigualdad más perjudicial es la que permite a los lusos anticiparse en el mercado, pues cuando los lunes zarpan los gallegos, los portugueses ya han puesto la mercancía que capturaron mientras los españoles estaban amarrados.

Y esa es la principal diferencia que quieren eliminar: lograr un calendario de trabajo igual para las flotas que faenan en un mismo caladero -el Cantábrico en el caso de la flota gallega, pero también en el área del golfo de Cádiz-. Los portugueses no están tan interesados en conseguir esa reciprocidad. Ni siquiera hay unanimidad entre los armadores españoles en que sea preciso cambiar las normas en el caladero. Ahora bien, la mayoría del arrastre del Cantábrico está dispuesto a boicotear la firma del convenio, que expirará a finales de este año, si el tratado se mantiene en las mismas condiciones del último. Por más que unos y otros compartan que lo mejor es tener un acuerdo bilateral.

Aproximar posturas

En el último Comité Luso Español de Pesquerías, celebrado el jueves en Madrid, el sector gallego respiró que lo más probable es que se reedite la letra del actual. Y quieren evitarlo a toda costa. Ya han dicho que prefieren que haya libre acceso a las aguas si el regulado va a seguir perjudicándolos. Pero como allí también estaba sentado el sector portugués, la mayor parte integrados en Adapi, los representantes gubernamentales llegaron a sugerir que lo mejor es que fuesen los propios actores los que intentasen aproximar posturas.

A Galicia le faltó tiempo para recoger el guante. «Pode que entre asociacións sexa máis doado», explicó Torcuato Teixeira, secretario xeral de Pescagalicia.Entablar diálogo con Adapi permitirá conocer la opinión de todos los arrastreros, de los que faenan en el Cantábrico y de los que no lo hacen. Frente a aguas españolas faenan 25 embarcaciones, pero hay 80 de este segmento de flota en Portugal. Y quizá se pueda llegar a un consenso e, incluso, ser capaces de pactar propuestas que presentar a ambos Gobiernos.

Como el tiempo apremia, pues la experiencia dice que, en negociaciones pesqueras, diciembre está a la vuelta de la esquina de marzo, Teixeira pretende proponer la apertura de ese diálogo en el Consello Galego de Pesca, que tras años de inactividad se reunirá el próximo jueves. Allí se cerrará la representación que negociará el acuerdo y elevará propuestas a los respectivos Gobiernos.

Los Gobiernos plantean ampliar a 10 años la vigencia de un acuerdo que ahora dura dos

Tanto el Gobierno español como el portugués coinciden en que es importante mantener el acuerdo bilateral, como una garantía para la correcta gestión de las zonas económicas exclusivas respectivas. Así lo expusieron en la última reunión el Comité Luso Español de Pesca el secretario general español, Andrés Hermida, y el director general de Recursos Naturales, Seguridad y Servicios Marítimos del Ministerio de Agricultura y del Mar de Portugal, Miguel Sequeira, convencidos ambos como están de que de las ventajas que tiene el pacto, que establece las normas de acceso de ambas flotas a las aguas continentales de los dos países, y a la desembocadura del Miño y el Guadiana, dentro de las doce millas.

Y tan seguros están de las bondades que trae esa estabilidad para los operadores que no dudaron en mostrar su disposición para volver a los acuerdos de antes, que se firmaban con validez por diez años, en lugar de por dos anualidades, que fue la vigencia de los dos últimos. Eso sí, como hay que ajustar «ciertos aspectos en el acuerdo actual», habría que recurrir a esa prórroga de doce meses que recoge el texto actual.

Los operadores a los que alude el ministerio en su comunicado no dirían que no a tener un acuerdo por diez años. Claro que esos «ciertos aspectos» tendrían que cambiar mucho. Desde luego, si se van a reeditar las condiciones del actual no lo quieren ni por dos, ni por diez, ni por uno. Todo pacto con Portugal tiene que conllevar una garantía de reciprocidad, de que amarrarán todos el fin de semana y que operarán en el caladero bajo las mismas reglas.