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Un pirata muy de andar por casa

espe abuín, javier romero REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

CARMELA QUEIJEIRO

El magnate de la pesca y su familia tratan de recuperar la normalidad aunque la operación «Yuyus» sigue abierta

29 dic 2016 . Actualizado a las 21:40 h.

A muy pocos en Ribeira les ha extrañado que Tucho el Coyo y su familia hayan dormido tres noches en el calabozo acusados de delito ecológico por actividad ilegal en el Antártico, organización criminal, blanqueo y falsedad documental. Pero nadie pasa por alto tampoco que este varapalo tendrá consecuencias laborales en la ciudad, pues hay mucha gente que vive del grupo.

Antonio Vidal Suárez, gran magnate de la pesca, es una persona de a pie, de andar por la ciudad, a pesar de que cuando circula por ella lo hace en coches de alta gama. Acude casi a diario a la subasta en la lonja, juega la partida en el bar de siempre, como ayer, sin ir más lejos... Pero le pueden sus bravuconadas, que suelta a la menor ocasión. Jactancioso donde los haya, Tucho el Coyo, alma máter de Vidal Armadores, fue granjeándose poco a poco enemistades entre sus colegas de profesión. Y, de paso, por qué no decirlo, muchas envidias, también. Hasta a los mismos agentes que participaron en el registro del lunes pasado en las dependencias de la empresa les sorprendió la arrogancia de un hombre que no dudó en ufanarse ante ellos de que el Ministerio de Agricultura no iba a poder con él. Que los clamorosos errores cometidos en el procedimiento iban a hacer que la tan aplaudida internacionalmente operación Sparrow se quedase en una monumental chapuza de la que incluso podría sacar una indemnización, en lugar de tener que satisfacer los 17 millones largos que la Secretaría de Pesca propuso como sanción.

Porque Tucho sigue con su discurso de que lo que él hace -que para algunos no es otra cosa más que robar pescado a manos llenas en zonas protegidas y ecológicamente sensibles empleando redes prohibidas- es perfectamente legal, porque sus actividades se envuelven en una bandera que no está sometida a los pactos que han suscrito las partes contratantes de la Convención para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos de la Antártida (CCAMLR). Que el veto a los rascos, o los cotos a la pesca solo van dirigidos a los barcos de aquellos países que han firmado el acuerdo. Los que no lo han hecho, se rigen por el genérico derecho del mar, que impera en aguas internacionales y que no obliga a cumplir las normas de las ORP (organizaciones regionales de pesca).

Claro que de un tiempo a esta parte, esas ORP, la Unión Europea y otros terceros Estados antaño permisivos han ido cercando la actividad pesquera ilegal llenando con leyes esos huecos que permitían moverse por aguas internacionales con impunidad.

Lo que hacen todos

No es la primera vez que se ha oído a Tucho justificar sus actuaciones indicando que no eran diferentes de las que hacían otros armadores y conocidas multinacionales pesqueras. Y es cierto que no han sido sus barcos los únicos protagonistas de incidentes internacionales, como el del Camouco, apresado en Reunión; el Apache, interceptado a tiros por Francia en el Índico; el Viarsa, retenido durante años en Australia, o los demás por los que fue sancionado hasta sumar multas de 3 millones, según Greenpeace.

Pero la mayoría de los free riders de principios de siglo fueron apeándose a medida que se iba estrechando ese cerco legal y se endurecían las condenas. Tucho y su clan, con otros pocos, habrían continuado haciendo lo mismo, abanderando barcos en países que no son parte contratante de CCAMLR y capturando en aguas libres Dissostichus eleginoides (merluza negra).

Trabas comerciales

El cerco legal se complementó con el comercial. Vidal Armadores fue comprobando que cada vez tenía más difícil colocar su mercancía. Las trabas comerciales impuestas por países como EE. UU., que exigen el certificado de captura que expiden desde las ORP, y otros en los que el también denominado róbalo de profundidad es apreciado, fueron restando clientes. Así que hubo que buscar Aduanas más permeables, rebajar el precio de la mercancía e intentar disfrazar la merluza negra de una especie similar, pero distinta. Es lo que ocurrió con el Taishan, que antes de arribar a Phuket era el Kunlun. Fue sancionado por los tailandeses porque en los papeles aduaneros figuraba como mero gigante lo que en realidad era merluza negra.

Esa fórmula que ya le había costado un disgusto a Antonio Vidal Pego, Toño, cuando un fiscal de Miami lo acusó de fraude, falsedad documental, obstrucción a la Justicia y delito contra el medio ambiente al haber intentado introducir con otra denominación 24 toneladas de merluza negra que supuestamente había capturado de forma ilícita el pesquero Carran, más tarde Yongding.

El relevo generacional

Toño, también persona de a pie, al que se puede encontrar en el bar viendo el fútbol con sus amigos, es el segundo de la empresa. Menos arrogante que su progenitor, sobradamente preparado, criado ya en el mundo de los negocios -es probable que no haya hecho una marea en su vida- fue uno de los más buscados por la Interpol a raíz de aquella denuncia. Se entregó, pactó la condena y durante varios años no pudo salir de España. Esa limitación obligó a su hermano Ángel a implicarse más en los negocios pesqueros y derivar a Toño hacia los otros ámbitos de actividad del grupo, en especial el sector eólico. Con parques en Barbanza, pero también en México, Panamá y otros países de América Latina, Viarsa Energía se presentó al concurso eólico gallego aliado con ACS bajo el sello Vieyra Enerxía Galega, un vínculo que muchos no dudan en relacionar con las afirmaciones de que los Coyos poseían un palco en el Bernabéu, donde tanto se tejían negocios para hacer llegar percebes a Madrid como para hacerse con concesiones eólicas yendo del brazo de Florentino Pérez. Precisamente esa diversificación podría haber precipitado su caída.

La «misteriosa» desaparición del «Luoyang» en la Antártida

Si hay algo que nadie niega a Tucho es que lo sabe todo de la pesca. Pero decidió probar esa pericia dando el salto a muchos otros ámbitos: el eólico, la construcción, la elaboración de alimentos funcionales... Y ya se sabe el final del cuento: recorte de las primas a las renovables, el estallido de la burbuja inmobiliaria -viviendas de lujo que había promovido el grupo están vacías y sin comprador- y poca salida para las cápsulas de omega 3 que fabrica en Boiro. En definitiva, son varias fuentes las que sostienen que a Vidal Armadores no le iba bien. Es más, dicen que si han pagado los 600.000 euros de las fianzas tan rápido no ha sido por los posibles que le atribuía la jueza de la Audiencia Nacional en su auto, sino por la ayuda de familiares, también con negocios pesqueros.

Esos aprietos empresariales habrían sido lo que llevaron a intensificar las actividades en el Antártico y a intentar maniobras arriesgadas. Como la que relata Carmen Lamela en su auto, de blanquear a través de la compra de un atunero, el Txori Urdin, beneficios de la pesca ilícita. Y es que Vidal empleó en esa adquisición parte de la indemnización que obtuvo de la aseguradora Allianz por la pérdida de la carga, supuestamente ilícita, del mercante Luoyang. Un reefer cuya desaparición fue, cuando menos, misteriosa. Así lo constata CCAMLR, que en su página web refiere que, en marzo del 2014, Australia detectó una señal de emergencia que situaba a una embarcación en peligro a 350 millas al norte de la Antártida, en la región de rescate coordinada por los australianos. Supuestamente era el Tiantai, como se llamaba el Luoyang, e intentaron, sin éxito, comunicarse con él. Los rescatadores no encontraron rastro de la embarcación, pero sí avistaron en la zona en la que había saltado la baliza cajas, material de pesca y restos de un naufragio, sin rastro del barco ni de su tripulación.

Segundo naufragio

Por cierto que el Txori Urdin, adquirido con parte de los 6,3 millones de euros que el grupo cobró por la pérdida del Luoyang, se hundió en septiembre pasado frente a Costa de Marfil. La tripulación pasó varias horas a bordo de la panga del atunero sin que nadie se atreviera a recogerlos por temor a que se tratase de piratas del golfo de Guinea. Un hundimiento que ha despertado las sospechas de la aseguradora, que está investigando si ha habido fraude. Así es que los Coyos intentaron tapar la vía de agua provocada por las ansias expansionistas haciendo lo que siempre supieron hacer: pescar. Pero el escenario ya no es, ni por asomo, el mismo de siempre.