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«¿E agora que? ¿Métome a peixeiro? ¡Se non sei nin a que prezo vender

espe abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

MARCOS MÍGUEZ

Una sangría de desguaces, una decena este año en Galicia, reducen a 80 los arrastreros que hay en el Cantábrico

27 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Daniel prefiere ocultar su nombre al relatar su particular drama profesional... y vital. «Aínda non acabei todos os trámites do despezamento», aduce para parapetarse él tras un alias ficticio y para pedir que se oculte el nombre de su embarcación, una de las diez gallegas de arrastre de litoral seleccionadas en la convocatoria de este año para recibir una ayuda pública a cambio de que desaparezca del mar definitivamente. El barco tiene 16 años y vida útil para casi otros tantos. Pero Daniel, su armador, ha decidido tirar la toalla.

El hartazgo ha llevado a la que era ya la segunda generación de una empresa pesquera a abandonar la actividad, «o único que sei facer», a nueve años de la jubilación y sin el colchón del paro, pues el armador no tiene derecho a ese subsidio, que sí recibirán los marineros a los que ha dejado sin empleo. «¿E agora que? ¿Métome a peixeiro. Se nin sequera sei a que prezo vender o peixe», dice este empresario que llegó a tener dos barcos arrastreros faenando en el Cantábrico Noroeste y ahora se ve «sin un peso», tras pagar «a todo o mundo», eso sí.

La ilusión fue apagándose poco a poco. Extinguida a oleadas. La primera, cuando se disparó el precio del gasoil, allá por el 2008, una carestía de las que aún hoy se lastran secuelas en forma de créditos y deudas. La definitiva, un control que roza la «esquizofrenia» y que llevó a Daniel «a discutir cos inspectores da Xunta, da Comunidade Europea, cos axentes da Garda Civil», en encontronazos por asuntos tan absurdos como «non ter anotados catro salmonetes e unha cigala no diario de pesca».

En medio, todo un cúmulo desencantos: continuos recortes en las cuotas de pesca -el arrastre está afectado por el plan de recuperación de la merluza y la cigala desde el 2005-, bajos precios del pescado, hiperregulación normativa, reducción de mallas, limitación de capturas accesorias, control implacable de la actividad pesquera, debilidad y falta de fuerza negociadora por parte de la Administración, competencia desleal por parte de embarcaciones portuguesas, pérdida de personal cualificado por los fichajes de los armadores lusos...

La salida más deseada

En ese negro panorama, una luz al final del túnel: el desguace -subvencionado hasta el 2017-, y la posibilidad de vender los derechos de pesca asignados a la embarcación. No hay que ser adivino para averiguar hacia qué lado se inclina la balanza al plantearse si seguir o dejarlo todo. «É unha industria que se vai porque non hai un contexto que lle permita seguir existindo», apunta Torcuato Teixeira, secretario xeral de Pescagalicia y testigo directo del «esmorecemento desta flota».

Así es que las empresas de desguace no dan abasto. Petrallo, en A Coruña, tiene cuatro barcos a la espera y cubierta buena parte de la agenda del año que viene. En el sector apuntan que tanto despiece ha hecho caer el precio de la chatarra. Eso, por no hablar de lo que ahora se ofrece por aparatos como el radar o el sónar.

Daniel cree que quien persigue reducir a la mínima expresión a esta flota se equivoca diametralmente; no es consciente de la capacidad de arrastre que tiene la pesca. No es solo que se vayan al paro él y diez marineros. Es que repercute en talleres, astilleros, empresas de suministros, lonjas...

«¿E agora que?»

«¿E agora que?» A Daniel le han ofrecieron comprar otra embarcación, un arrastrero de litoral. En Portugal, claro, porque adquirir uno español «so pode ser para perder cartos ou para branquear. Se lo está pensando, «pero teño moito medo». Un temor que no consigue espantar ni la ventaja competitiva que supone ondear bandera lusa en el Cantábrico.

Hay armadores gallegos que compran barcos portugueses por Internet

El desánimo entre el arrastre de litoral gallego se agigantó hace dos años, cuando apenas tres meses después de haber festejado que se impusiese el descanso semanal a la flota portuguesa que faena en el Cantábrico, se revertía el acuerdo para volver a permitir a los lusos faenar en el caladero sábados y domingos. Un giro que todavía nadie ha explicado convenientemente y que provocó que los armadores españoles desertasen de la bandera española para refugiarse en la enseña del país vecino. «Estánse a desfacer de arrastreiros españois novos, despezando barcos de 11 ou 14 anos, para ir comprar a Portugal cascallos de 30 e 40 anos», explica Daniel. Es más, le consta que un armador, de Muros, para más señas «mercou o barco por Internet, sen sequera velo diante».

Es el absurdo elevado a la máxima potencia. Porque si el caladero está mal, lo está para unos y otros. Sin embargo, mientras se desinfla el arrastre de litoral gallego, crece el portugués, o falso portugués. Según fuentes del sector, son 25 los barcos del país vecino que pescan en el Cantábrico.

Ventaja competitiva

Y es que, para ellos, aseguran, todo son ventajas. «Poden usar o tren de bolos, cousa que os españois teñen difícil; se capturan un peixe espada, pódeno vender, mentres que nós non; traballan sábados e domingos e chegan antes que nós ao mercado; teñen menos cota, pero ao ser máis barcos, non teñen problema de cupo e apuntan todo o que pescan».

Esa tranquilidad, «a de poder anotar no diario todo o que capturan», es lo que provocó una huida de patrones de pesca hacia la flota portuguesa. «Falando con un que fóra patrón meu pregunteille por que se ía, si polo soldo, si polas vacacións... Contestoume que non lle importaba traballar sábados e domingos só pola tranquilidade que daba poder anotar toda a pesca e non estar coa anguria de que che veña unha inspección». Y hasta para infringir es mejor ser portugués que español. «Faltas que alí se multan con 500 euros, aquí che sancionan con 12.000 euros», aseguran.

Madrid planea desguazar seis arrastreros de litoral al año hasta el 2020

No cabe esperanza para el arrastre. La suya es la crónica de un desmantelamiento anunciado. Claramente explicitado en el último programa operativo de la flota española, en el que el Gobierno ha dejado por escrito la intención de deshacerse de seis unidades al año en el Cantábrico de aquí al 2020. Esto es, mandar al desguace a 30 embarcaciones de esta modalidad de pesca. Principalmente, de entre 24 y 40 metros de eslora, que son, los que, según la Secretaría General de Pesca, están en desequilibrio en función de la situación de los recursos que hay en el caladero.

Y ese desajuste que aprecia Madrid se sigue percibiendo a pesar de que entre 2006 y 2015 han desaparecido 50 arrastreros. De los 130 que había un año después de comenzar a aplicarse el plan de recuperación de la merluza y la cigala (2005), ya solo quedan 80. En términos de capacidad, de los 239.629 GT (toneladas de arqueo) que sumaban las embarcaciones en el 2006 se ha bajado a las 145.040 del 2014. En diez años se ha pedido el 40 % en términos de capacidad.

Premura

Cierto que este año las prisas por despiezar son mayores que en anteriores convocatorias. Primero, porque los subsidios públicos al desguace tienen fecha de caducidad: en el 2017 ya no se podrán financiar las paralizaciones definitivas a cargo del Fondo Europeo Marítimo de Pesca (FEMP). Y segundo, porque desde el Gobierno han adelantado que se pretende modificar la normativa que permite cobrar por deshacerse del barco y poner en el mercado los derechos de pesca que posee el barco.

Otro mercado paralelo es el del caballaje. Los armadores están comprando potencia de los barcos desguazados para regularizar embarcaciones ante el soplo de que se va a inspeccionar el caballaje real de la flota. Pero eso será ya otra batalla. Por no decir drama.