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El cerco acampa en San Caetano a la espera de noticias de Madrid

Espe Abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Álvaro Ballesteros

Si Agricultura no proporciona una solución, pondrán rumbo a Bruselas

23 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El césped que crece delante de San Caetano, la sede administrativa de la Xunta, tiene nuevos inquilinos. Un mes después de que los armadores de la volanta acampasen allí reclamando una solución a la falta de cuota de merluza, ahora son los del cerco quienes, previo paso por un macrotienda de enseres deportivos, desplegaron ayer en dos minutos una decena de tiendas de campaña. Y eso para recordarle al Gobierno gallego que hay 120 embarcaciones de esta modalidad amarradas porque no disponen de cuota para capturar anchoa, pese a que se la habían prometido. Tampoco tienen ya cupo de jurel. Y, aunque pueden capturar 6.000 kilos de sardina a la semana, les queda un porcentaje mínimo de xarda, y tienen barra libre para el cabalón, no son suficientes para hacer rentable la actividad.

La acampada fue decidida el miércoles por la noche en asamblea, poco después de la reunión que la directiva de Acerga (Asociación de Armadores de Cerco de Galicia) mantuvo con la conselleira de Mar, Rosa Quintana. Pese a que esta se mostró dispuesta a alterar un reparto que ella no considera malo, lo cierto es que no arrancaron una solución que les permitiese hoy salir a faenar. Fue una medida espontánea, nacida «da desesperación dos armadores», señala Andrés García, representante de Acerga. Insiste en que los cerqueros reclaman «un cambio urxente na xestión do recurso», desertar de un modelo y de un reparto que los está arruinando, «polo menos a aqueles que optaron pola xestión conxunta da cota». A los de Acerga «son aos únicos que non lles chega, aos demais lles sobra».

El cerco permanecerá amarrado en San Caetano por lo menos hasta esta tarde. Esperarán allí noticias de Madrid. Y es que la directiva de la asociación se reúne con el secretario general de Pesca, Andrés Hermida, al que pedirán un cambio en el modelo de gestión para que se otorgue un cupo por tripulante y día. O en su defecto, «os 6.000 kilos por día que tiñamos antes», señala el armador Eduardo Carreño. Lo que no quieren es «estar a roubar», sino trabajar tranquilos. Si de Madrid viene una solución para regresar al mar, recogerán las Quechua y volverán a casa. Si siguen en las mismas, también levantarán el chiringuito, pero tomarán rumbo a Bruselas, a contar sus penurias y también sus secretos.