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La patronal internacional propone limitar el número de atuneros

espe abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

monica ferreiros

Actúan tras comprobar que el patudo corre riesgo de sobreexplotación

18 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El atún patudo ha dado síntomas de agotamiento. No es que esté amenazado, ni mucho menos, pero sí es cierto que la población no está en su nivel óptimo. Eso coincide con el hecho de que en los últimos cuatro o cinco años, según Javier Garat, secretario general de Cepesca, se han construido varias embarcaciones, tanto de cerco como de palangre que operan, sobre todo, en el Pacífico. Ese aumento del censo ha tenido efecto, «sin duda», en las poblaciones de túnidos, porque «son más los barcos pescando y produciendo», pero también ha tenido consecuencias a nivel comercial y «el precio del túnido está por los suelos».

Aunque el patudo, conocido también como big eye (Thunnus obesus), supone tan solo el 5 % de las capturas de la Coalición Internacional de Asociaciones Pesqueras (ICFA, por sus siglas en inglés), la organización decidió en su última reunión, celebrada en Vigo, proponer a los Gobiernos actuar para evitar que las poblaciones de este túnido y las demás entren en declive. Y la medida que plantean es la de controlar y gestionar la capacidad. Esto es, «congelar o incluso retirar alguna embarcación para conseguir un equilibrio con las poblaciones».

La propuesta fue apoyada por todos los miembros de la coalición, incluidos los armadores de Japón y Taiwán, países ambos con una importante flota atunera. Así las cosas, las patronales trasladarán a sus respectivos Gobiernos esa necesidad y estos se encargarán de elevarla a las distintas organizaciones regionales de pesca (ORP) implicadas en la gestión de los túnidos.

La primera a la vista es la Iccat (Comisión para la Conservación del Atún Atlántico), cuya cumbre arrancará el próximo 10 de noviembre y tendrá por escenario Malta. Pero para ese foro, ICFA auspicia otra propuesta, en este caso relacionada con los tiburones, en concreto, el marrajo y la quenlla (tintorera), dos especies de vital importancia para la flota palangrera gallega.

El buen estado de la quenlla

Según las noticias que llegan de los biólogos, los stocks de esas dos variedades de escualo son robustos. Tanto que, según el comité científico, «la biomasa de estas especies, sobre todo de la quenlla, que es lo que más pesca la flota gallega, están muy por encima del rendimiento máximo sostenible (RMS)», mientras que la mortalidad por pesca está por debajo de la que marca ese índice. Es decir, «que están subexplotados», apunta Garat, desde el miércoles pasado presidente de ICFA. El grito de albricias lanzado por el sector, sobre todo por el gallego, que realiza pesca dirigida hacia esas especies, estuvo seguido de manifestaciones de prudencia.

«A España, que realiza pesca dirigida hacia esos tiburones le interesa que se pongan en marcha medidas de gestión para evitar que en el futuro se tengan casos como los que hubo de atún rojo o de pez espada del Mediterráneo, donde hubo, en el caso del túnido, y hay, en el otro caso, sobreexplotación». Por eso, la coalición, de nuevo Taiwán y Japón incluido, ha propuesto solicitar a las ORP implicadas y a los Estados que adopten medidas de gestión para estas poblaciones. Acciones que podrían consistir en marcar unas reglas de control de explotación y unos puntos de referencia para a continuación controlar la capacidad pesquera. «Por ejemplo, que se congele el esfuerzo pesquero y los barcos que pueden pescar y se limiten las capturas a la mejor serie histórica de un período de tiempo determinado; en definitiva, que se establezcan unos límites para poder seguir pescando bien eternamente», apunta Garat.

Ni que decir tiene que imponer esas limitaciones allanará el camino para que los barcos palangreros gallegos obtengan la certificación MSC que persiguen y para el que están en pleno proceso de evaluación, pues uno de los requisitos del sello es que haya una buena gobernanza del stock y que haya fijadas medidas de gestión también influye positivamente.

Los armadores reprochan la proliferación de reservas sin bases científicas

Se ha convertido ya casi en una moda. «Un país, de la noche a la mañana, anuncia que va a prohibir la pesca en un determinado número, siempre medido en miles de kilómetros cuadrados, para crear áreas marinas protegidas», dice Garat. Chile mismo lo anunció la semana pasada en la cumbre de Valparaíso: más de un millón de kilómetros cuadrados alrededor de la icónica isla de Pascua. Pero no ha sido el único. Nueva Zelanda y EE. UU. también han anunciado próximas áreas reservadas. La flota española, que ya tiene cerrados varios miles de kilómetros cuadrados después de que el Gobierno cartografiase los fondos de las áreas internacionales en las que opera su flota y determinase el lugar concreto en el que hay ecosistemas marinos vulnerables, alerta de que la fórmula actualmente empleada, la de ceder a la presión de los ecologistas y cerrar sin medir el impacto real, es contraproducente.

Sobre todo porque, según explica Garat, «esas áreas se cierran a la pesca, pero no así a otras actividades humanas, como puede ser la búsqueda de petróleo, gas, recursos genéticos...»

Lucha contra la pesca ilegal

Otra cuestión que abordaron los armadores internacionales fue la pesca ilegal y los de EE. UU. llamaron la atención sobre los problemas burocráticos de los esfuerzos estadounidenses por impedir que entre producto procedente de actividades piratas va a traer añadidos. Exportar a EE. UU. va a ser más duro y complicado con la nueva normativa que regula ese proceso. Aunque afecta menos a los armadores, sí hubo un aviso a los transformadores para que se estudien una legislación que han publicado a espaldas del sector .