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La piscicultura marina en España recupera el terreno perdido

espe abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Produción de piscicultura en España
La Voz

La producción subió en el 2014 por el lenguado y la corvina, que mitigaron la caída de besugo y dorada. Las especies tradicionales también crecieron

04 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde el punto de vista de la producción, la acuicultura española es ciclotímica. En términos globales, está estancada, lo mismo que en el resto de Europa. Pero cuando se disecciona el sector, se consiguen algunas buenas noticias por apartados. Es el caso de la piscicultura marina, que el año pasado consiguió recuperar el terreno que había cedido en el 2013. Según se constata en el informe La acuicultura marina en España 2015, elaborado por la Asociación Empresarial de Productores de Cultivos Marinos de España (Apromar), de las granjas españolas salieron el año pasado un 11,6 % más de pescados, hasta alcanzar las 43.832 toneladas. Es una cifra que permite mirar al 2014 casi a la misma altura que a la del 2012 -cuando la producción fue de 44.181 toneladas-, y que remonta así el peldaño de descenso que fue el 2013, en el que se retrocedió un 11,1 %.

Se creció en casi todas las especies, pero la recuperación ha sido impulsada por el restablecimiento de la producción de corvina y el fuerte despegue del lenguado, amén de los ligeros incrementos que se han constatado en prácticamente todas las especies tradicionales, como la lubina (+18,1 %), el del rodaballo (+14,6) e, incluso, la anguila (16,2).

Caída en el besugo gallego

Una corvina de nuevo en forma y un lenguado desbocado mitigaron una caída que, si bien fue ligera en el caso de la dorada (-5,4 %), en la del besugo, cuya producción es íntegramente gallega y de una sola empresa, fue bastante más pronunciada (-24,6 %).

Lubina, dorada y rodaballo, son, por ese orden, las especies piscícolas de mayor producción en España. Eso, si se atiende a las que se crían en agua salobre. Si se tiene en cuenta a todo el cultivo de peces -que no moluscos ni algas- y se incluye la continental, la trucha arco iris hace cuña para colocarse entre la lubina y la dorada. Claro que para ese pescado de agua dulce, las cifras que maneja Apromar son del 2013 (16.787 toneladas) y, si se atiende a la trayectoria de caídas progresivas de la especie, con algún que otro pico anual, podría situarse por debajo de la dorada. Si es por la producción gallega, la pérdida de posiciones se daría por descontado, pues el descenso es más que llamativo. La de trucha pasó del pico de 7.263 toneladas en el 2007 (entonces la primera comunidad productora) a las 2.616 del año pasado.

Por un crecimiento «normal»

De todas maneras, ese terreno recuperado en la producción piscícola no es suficiente para que los empresarios se vengan arriba. Ni la apuesta decidida por la acuicultura con la que las distintas Administraciones suelen llenarse la boca, ni siquiera el plan estratégico recientemente aprobado por el Gobierno español -a instancias de Europa, todo hay que decirlo-, que intenta remover los obstáculos de la pista de despegue, infunden optimismo al sector, que sigue sin vislumbrar esa apertura que permita un «crecimiento normal, sano y saludable» del sector, explica Javier Ojeda, gerente de Apromar.

En ese desarrollo normal, sano y saludable, la acuicultura tendría que estar creciendo a un ritmo de entre un 7 y un 10 % anual, como lo hace a nivel mundial, y no la ciclotimia en la que está instalada la española, que incluso ha visto años de signo negativo.

Y eso que «potencial hay». Y la demanda de producto, «está ahí». Pero el freno está en las autorizaciones y las trabas administrativas que impiden el despegue de la acuicultura en general.

Ojeda se aferra al ejemplo del salmón, que crece en Noruega con «un marco legal adecuado que le permite desarrollarse sin problemas. Así es que, a pesar de que ha habido caída de producción en estos años, en valor las cifras son positivas. «Buen producto, a buen precio» es sinónimo de éxito en el mercado.

Es más, aunque España está a la cabeza de Europa en cuanto a volumen de producción de especies acuícolas -gracias, sobre todo, al mejillón-, desciende al quinto puesto si a lo que se atiende es al valor de esas especies en el mercado. El cetro de líder lo blande el Reino Unido, aupado, precisamente, por el salmón atlántico que cría en sus aguas.

Y la acuicultura española, especialmente la de peces, podría estar ahí. «Quisiéramos estar ahí, pero ahora, tal y como están las cosas, no podemos», asegura el gerente de Apromar.

El mismo informe sobre el sector recoge esa imposibilidad en datos. Según Apromar, «la ineficiencia de las Administraciones públicas españolas ha frustrado en el último decenio inversiones en acuicultura marina por valor de 600 millones de euros, así como la creación de 1.700 empleos directos y 2.500 inducidos». Ahí es nada.

La patronal pone «deberes» a las Administraciones

Teniendo todo de su parte como tiene, a la acuicultura le cuesta crecer. Y, según el diagnóstico hecho por los propios acuicultores, el lastre son los retos administrativos «difícilmente solucionables desde la iniciativa privada sin el apoyo decidido de las Administraciones públicas». En el informe se exponen cuatro aspectos que hay que salvar.

Simplificación de los procedimientos administrativos. Lentitud a la hora de conseguir autorizaciones, exigencias medioambientales, de etiquetado, zoosanitarios, títulos habilitantes.... La legislación que regula la actividad acuícola ralentiza sobremanera el sector. Además, las empresas no tienen las mismas condiciones si se asientan en Galicia o si lo hacen en Murcia o en Andalucía, lo que genera desigualdad y desequilibra la actividad.

Ordenación coordinada del espacio. Los planes de ordenación pueden contribuir a reducir la incertidumbre, facilitar las inversiones y agilizar el desarrollo de la acuicultura. Ahora, las distintas Administraciones involucradas en la autorización de las instalaciones, la inseguridad jurídica sobre las áreas de protección y las diversas tasas impuestas según qué comunidad dificultan la puesta en marcha de proyectos.

Reforzar la competitividad de la acuicultura de la UE. La patronal de la piscicultura marina sostiene que existen múltiples tributaciones que lastran fiscalmente a las empresas de acuicultura y distorsionan la libre competencia. Así, las granjas acuícolas soportan una carga fiscal insólita en cualquier otra industria, que grava con múltiples liquidaciones, «de cuantía a menudo insoportable», cada uno de los factores de la producción con impuestos más o menos velados.

Condiciones equitativas para competir desde la UE. El exceso de normativa coloca a los acuicultores europeos en desventaja con respecto a los de terceros países, a los que, sin embargo, desde Europa se les abren las puertas del mercado comunitario sin ningún tipo de problema. Ni que decir tiene que eso perjudica a la acuicultura española, pero también a la seguridad alimentaria e, incluso, a la trazabilidad del producto.