Patrocinado porPatrocinado por

La flota exige a Madrid presión para poder cortar aletas de quenlla a bordo

espe abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

GUSTAVO RIVAS

Plantean cercenarlas en el barco y descargarlas en bolsas pegadas al cuerpo

18 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La Comisión Europea ha emprendido en solitario una gran cruzada contra el finning. Cumbre tras cumbre, de ORP (organización regional de pesca) en ORP, llega con su propuesta para que todas las partes contratantes obliguen a las flotas que operan en esas áreas reguladas sigan su ejemplo y prohíban a los barcos que llevan su bandera cortar las aletas de tiburón a bordo, pues Bruselas entiende que así se evita esa execrable práctica que consiste en cercenar las aletas del ejemplar, quedarse con ellas, y tirar el cuerpo del escualo por la borda.

Y cumbre tras cumbre, de ORP en ORP, a Europa le dicen que no. Que su planteamiento, más que acabar con el finning, lo que hace es finiquitar la flota. Y para muestra un botón: en los dos últimos años se han presentado 32 solicitudes de desguace para buques palangreros de superficie gallegos, según el director gerente de la Cooperativa de Armadores de Vigo (Arvi), José Ramón Fuertes. Si Nueva Zelanda, ese país que ha demostrado un conservacionismo extremo en materia de medio ambiente marino, dice que no a la política de aletas adheridas que la Unión Europea pretende implantar para todos en el ámbito multilateral, pocos visos hay de que Japón, Corea o China sigan el estandarte que blande la Comisión.

Pero por más que le dan con la propuesta en las narices, Bruselas sigue en sus trece y mantiene esa cruzada con la que no logra convencer a nadie, que ningún país ve razonable, y que, por encima, está perjudicando gravemente a su sector, con base en puertos de Galicia y Portugal.

Insistencia

La flota gallega afectada se ha desgañitado ya en los Consejos Consultivos Regionales (RAC, por sus siglas en inglés), en el Parlamento Europeo -donde la Comisión de Pesca aceptó sus tesis, aunque no el pleno-, e incluso ante el Ejecutivo comunitario. Ha repetido hasta la saciedad que la política de aletas adheridas, que les ha prohibido cortar las aletas a bordo del barco, como hacían antes, no impide el finning y, por el contrario, acarrea muchos problemas a la flota, que ve incrementarse los costes de explotación.

Y aunque casi se ha quedado sin voz, seguirá gritando contra ese absurdo, pero esta vez ante el Gobierno central. Cree que en esta ocasión es Madrid la Administración que tiene que plantar cara y trasladar a Bruselas la propuesta de flexibilización que ha parido el sector. Un planteamiento que mantiene la política de aletas adheridas para todos los escualos, excepto para el marrajo y la tintorera (o quenlla), principales capturas, junto al pez espada, de los palangreros de superficie gallegos.

Propuesta de la flota

El plan de la flota es que las extremidades de estos ejemplares puedan ser cercenadas a bordo del barco. Ahora bien, para facilitar el control de que no se hace finning proponen también que todas las aletas de un mismo cuerpo se introduzcan en una bolsa y esta se ate al cuerpo correspondiente. De esta manera se ofrecen garantías de que no se aprovechan solo las aletas y los inspectores pueden, por ejemplo, seguir el sistema de controlar un ejemplar cada determinado número de individuos para controlar que se desembarcan tanto aletas como cuerpos.

Es, ni más ni menos, lo que ya hace la flota de Nueva Zelanda, nada sospechosa, por otra parte, de tirar los cuerpos tras cortar las aletas.

José Ramón Fuertes azuza al Gobierno español para que sea «pesado» hasta el extremo para convencer a la Comisión Europea de que acepte esa flexibilización. Al fin y al cabo, «no estamos pidiendo dinero a fondo perdido, sino haciendo una propuesta razonable que va acompañada de garantías de control».

Un aumento de costes que ha llevado a 32 espaderos a pedir el desguace

Que 32 de los 74 palangreros de superficie con base en Galicia se hayan puesto a la cola para cobrar fondos públicos por la embarcación y entregarla para chatarra no es casual. Es fruto de un incremento de costes que ha puesto contra las cuerdas a un segmento de flota en el que Galicia y Portugal se llevan la palma en Europa. Al no poder cortar la aleta del tiburón, el espacio en la bodega se ve reducido, con lo que cada barco trae en cada marea mucha menos cantidad de pescado que antes y eso, claro, reduce los ingresos. Además, la tripulación se ve obligada a manipular el pescado congelado con la aleta en su sitio natural, con el riesgo que esa extremidad, completamente rígida al estar bajo cero, representa a la hora de la estiba en la bodega y manipulación en la descarga.

Sala de procesado

A la menor cantidad de ejemplares por las dificultades para estibar bien los ejemplares, hay que sumar los costes de pagar el procesamiento de las capturas en la sala de elaboración del puerto, puesto que es preciso descongelar un poco el ejemplar para poder cortar la aleta y embalarla aparte para su distribución. Eso supone, además, según los afectados, una pérdida de calidad del producto.

Y de todas esas consecuencias que ha traído la política de aletas adheridas la única que sale perjudicada en el ámbito multilateral es la flota gallega, que por encima no hace finning, no devuelve los cuerpos de los tiburones que captura al mar desde hace al menos 50 años, porque tiene mercado para la aleta en los países asiáticos pero también lo tiene para la carne en España y Latinoamérica.