Elba empieza a adquirir relevancia científica a nivel internacional

Francisco Albo
fRANCISCO ALBO MONFORTE / LA VOZ

TRIACASTELA

Un estudio sobre las poblaciones antiguas de Europa toma el fósil humano de O Courel como referencia

29 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La mujer prehistórica conocida como Elba, cuyos restos se descubrieron en una cueva de la montaña lucense, comienza a adquirir relevancia internacional en las investigaciones sobre las antiguas poblaciones de Europa. El yacimiento donde se produjo este hallazgo -Chan de Lindeiro o Cova do Uro, en el límite entre los municipios de O Courel y O Cebreiro- es uno de los que aparecen mencionados en un estudio recién publicado en la revista científica británica Current Biology y firmado por diecisiete investigadores de España, Reino Unido, Rumanía, Alemania, Austria, Italia e Irlanda.

El estudio se centra en los intercambios genéticos entre las poblaciones europeas autóctonas del Mesolítico -etapa cultural intermedia entre el Paleolítico y el Neolítico- y los grupos humanos procedentes de Oriente Medio que entraron en el continente durante este último período, trayendo con ellos la agricultura y la ganadería. Los investigadores tomaron como base los análisis realizados sobre restos humanos mesolíticos y neolíticos que se descubrieron en varios yacimientos del valle del Danubio -en la actual Rumanía- y la Península Ibérica.

En esta última área geográfica, además del yacimiento lucense, el estudio también tiene en cuenta los hallazgos realizados en la Cueva de los Canes, en el municipio asturiano de Cabrales. Los restos humanos descubiertos en este lugar tienen una antigüedad de en torno a 7.100 años, por lo que son más recientes que los de Elba, que supera los 9.000.

Los autores del trabajo señalan que la mujer de la sierra O Courel no muestra un parentesco genético con los fósiles humanos de la Cueva de los Canes ni tampoco con el llamado hombre de La Braña, descubierto en el 2006 en una cueva de León, al que se asigna una antigüedad de unos 7.000 años. Este hecho ?indican los científicos? pone de manifiesto la diversidad genética que existió entre las poblaciones europeas del Mesolítico, una época anterior a la expansión de la agricultura y la ganadería en la que los grupos humanos aún vivían de la caza y la recolección de vegetales silvestres.

La paleontóloga Aurora Grandal, que participó en el descubrimiento de Elba y figura entre los firmantes del estudio, señala que este individuo sirve como ejemplo característico de los múltiples grupos humanos que poblaron Europa en épocas anteriores al Neolítico. En su herencia genética figura un peculiar haplotipo que se originó en la Península Ibérica entre hace 20.000 y 16.000 años. Los investigadores opinan que el linaje representado por Elba no dejó una huella importante en las poblaciones que ocuparon después los mismos territorios. La singularidad genética de Elba contrasta con las poblaciones que vivieron más tarde en el valle del Danubio, las cuales ?según indica el mismo estudio? se entremezclaron con olas migratorias procedentes de la península de Anatolia, la actual Turquía. Estas poblaciones llegadas del este contribuyeron a propagar por Europa las prácticas agrícolas y pastorales.  

Los investigadores esperan seguir obteniendo datos de gran valor en los próximos años

Los científicos del Instituto Universitario de Xeoloxía de A Coruña -que descubrió los restos de Elba e inició su investigación- confían en que el estudio genético de esta mujer del Mesolítico proporcione datos de gran interés sobre la evolución de las poblaciones prehistóricas de la montaña lucense y en general de toda la península. Según explica Aurora Grandal, los investigadores consideran de especial importancia el hecho de que se consiguiese recuperar prácticamente en su integridad tanto su genoma mitocondrial -que se hereda unicamente por vía materna- como el genoma nuclear. «Disponer de toda esa información significa que se pueden hacer comparaciones con otros grupos humanos y entender mejor la dinámica de las poblaciones antiguas», señala Aurora Grandal.

La genetista Gloria González Fuertes, que secuenció el ADN de Elba, está trabajando ahora con restos humanos de Galicia, el norte de Portugal y otras partes de la península. Entre ellos figuran los que fueron encontrados en tiempos recientes en las cuevas de Valdavara -Becerreá-, Cova Eirós -Triacastela- y O Rebolal -en Ourense-, que corresponden a una época que se extiende aproximadamente entre hace 3.100 y 5.400 años. Comparar estos genomas con el de Elba puede ayudar a comprender los cambios que se produjeron en las poblaciones ibéricas a medida que se propagaba la agricultura. «Se podrá ver qué grupos eran originarios de estos territorios y cuáles vinieron de fuera, o bien si hubo mezclas de población o si unos grupos reemplazaron a otros», dice Granda. «Elba va a dar mucho más que hablar en los próximos años», agrega.