Sangil tiene la llave para abrir la puerta de la alcaldía de Sarria a Escontrela

Xosé Ramón Penoucos Blanco
x. r. penoucos LUGO / LA VOZ

SARRIA

El resto de ediles del PP y CxG ya llegaron a un acuerdo y solo falta la firma del ex concejal de Deportes

01 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El balón en forma de moción de censura con el que hace meses están jugando los integrantes de la oposición de Sarria llegó por fin al lugar al que estaba predestinado desde el primer momento, el alero del concejal del PP Manuel Sangil.

El edil popular había manifestado desde el primer momento que no apoyaría una moción de censura para desbancar a la socialista Pilar López si el futuro alcalde iba a ser del PP. El motivo es que pretende presentarse al futuro congreso popular para elegir presidente local y consideraba que partiría en desventaja si el otro candidato era el alcalde. Ese obstáculo desapareció al ceder el grupo popular, de manera más que sorpresiva, la plaza de alcalde al cabeza de lista de Compromiso por Galicia Concellos Transparentes (CxG-CC-TT), Benjamín Escontrela.

El camino parecía, pues, despejado para que Sangil firmara la moción. Pero el ninguneo, que llegó a ser desprecio en alguna ocasión, al que le sometieron algunos de sus compañeros tanto en las reuniones en las que se comenzó a hablar sobre la moción como en impedirle defender alguna propuesta de su partido en los plenos se transformó en un tremendo enfado que le hizo mostrarse reacio a apoyar el cambio de gobierno.

La negativa de Sangil no desanimó a los propulsores de la moción, quienes intentaron traer a su terreno al único edil de Independientes de Galicia, José Manuel Bello, quien, harto de escuchar los cantos de sirena sin que se transformaran en nada tangible, decidió lanzar un órdago y postularse como alcalde en la reunión del pasado domingo. Al recibir un no por respuesta, Bello decidió desvincularse de la operación.

La única alternativa que les quedaba a los seis ediles populares y a los dos de Compromiso era la de sumar a la causa al díscolo Manuel Sangil, y decidieron hacer de tripas corazón y forzar la máquina para conseguir su aprobación.

El notable enfado inicial de Sangil, un hombre de partido por encima de cualquier otra consideración, se fue mitigando en los últimos días ante las lisonjas que le fueron llegando desde distintos ámbitos: compañeros de partido, dirigentes y cargos políticos populares, todos ellos insistiendo en la importancia política que supondría arrebatar una de las alcaldías más importantes de la provincia a los socialistas.

Manuel Sangil declinó realizar ninguna manifestación sobre si estampará finalmente su firma en la moción de censura aunque antes sí había dicho con rotundidad que no la firmaría; pero sí reconoció las negociaciones.