«La llegada de La Voz de Galicia a Lugo fue toda una revolución»

Suso Varela Pérez
suso varela LUGO / LA VOZ

OUTEIRO DE REI

OSCAR CELA

Puso en marcha hace 50 años «un cambio en el periodismo lucense»

21 nov 2015 . Actualizado a las 21:00 h.

Rafael Vilaseca (Pamplona, 1923) es un chico joven de mente que en enero cumplirá 93 años. A pesar de los achaques físicos que le impiden disfrutar de su gran pasión, los viajes, sigue pendiente de la actualidad informativa, especialmente a través de La Voz de Galicia, medio del que destaca que está a la altura de las cabeceras de las grandes ciudades de Europa y EE.UU. «Y se lo digo yo, que unos cuantos periódicos he visto y comparado». Ayer hace 50 años vivió uno de sus momentos más especiales como periodista. Fue la inauguración de la delegación de este periódico en Lugo, en la calle Buen Jesús, número 2, segundo piso. Aunque llevaba algo más de un año como corresponsal de La Voz en Lugo, aquel 17 de noviembre de 1965 lideró la puesta en marcha de la la cuarta edición de La Voz.

-¿Cómo recuerda aquel día?

-Desde unos quince días antes ya estábamos trabajando para preparar todo. Había que buscar locales para vender los periódicos, visitar amigos para que se suscribieran... Éramos un fotógrafo (Peinó), un administrativo (Carlos Márquez) y un matrimonio (Trigo) que se encargaba del reparto. Además de todas las autoridades de la época en la ciudad, ese día vino Santiago Rey, algo muy importante para nosotros. Creo que en esa jornada se dio el primer paso para que La Voz de Galicia pasase a ser una referencia regional, ya que antes solo estaban las ediciones de la provincia de A Coruña, como Ferrol, Santiago y Carballo. Y además, don Santiago Rey era y es una persona entusiasta de todo lo que se le ocurría. Su trabajo lo ha realizado con una fe y una fortaleza enorme

-¿Qué suponía para Lugo que La Voz se asentase en la ciudad?

-Fue toda una revolución. Dese cuenta que en la época de Franco por escasez de papel la información quedaba reducida a un solo periódico por ciudad pequeña y a dos en urbes más grandes, con lo que en Lugo había un monopolio desde hacía muchos años. Tuve un compañero que auguró que no seríamos capaces de vender nunca 2.000 ejemplares, y vaya si lo hemos hecho, ¡y bastantes más!

-¿Qué información ofrecía?

-Hubo una sección que nació el mismo día del estreno y que duró catorce años, se llamaba Muralla Romana, y estaba pensada como una especie de observación de la vida social de la ciudad. Se llegaron a publicar más de 4.500 artículos sobre impresiones de la ciudad, las obras que se realizaban y los personajes principales de Lugo. Después vendrían otras secciones como Rúas Lucenses o De Sol a Sol, que rescataba un título primitivo que ya tuvo el periódico. Lo importante eran dar noticias locales, dar buena cuenta de las fiestas y de las procesiones.

-¿Cómo se conseguían las noticias en aquellos tiempos?

-Cuando llegué a Lugo, en 1941, a esta ciudad se la conocía como «unha aldea grande». La calle más concurrida era la de los vinos porque en ella muchos campesinos que se asentaron en la ciudad abrieron negocios. Eran años de racionamiento y estraperlo. Y en la barricas, junto a las cuncas de vino, había chismorreos, y de estos algo se pescaba. Yo tenía un problema, que era abstemio (risas), pero siempre tenía amigos que me contaban todo. También puedo hablar cosas buenas de todos los alcaldes con los que me tocó trabajar. Y después, quizás es un poco de falta de modestia, pero creo que tenía una gran capacidad para las relaciones humanas, que me abría puertas.

-¿Y la dificultades técnicas?

-La información de las corresponsalías se enviaba por el coche en los días de ferias, los martes y viernes. Y las noticias a A Coruña se enviaban en la línea de las cinco de la tarde. Era habitual que cogiese la Vespa para alcanzar el bus en Outeiro de Rei y una vez llegué hasta Betanzos. Por ese motivo, la información había que hacerla casi con un día de antelación. Luego trabajamos muy bien con Correos y después tuvimos el que creo que fue el primer teletipo de la ciudad, lo que nos facilitó el trabajo. El fotógrafo revelaba en su casa para adelantar trabajo.

-La Voz de Galicia arranca en Lugo en un momento especial.

-Para mí a mediados de los años sesenta se produce el gran cambio en la ciudad que deja atrás los años de la guerra y la posguerra. Todo comenzó con la primera feria de exposición provincial en el Parque Rosalía. Fue un éxito. La inauguró Franco, que oiga, cómo comía de rápido aquel hombre. Ese mismo día inauguró la Audiencia Provincial, la Escuela de Comercio y los institutos Masculino y Femenino.

-¿Y qué personajes de aquella época le impresionaron más?

-Un hombre brillante fue el médico que fundó el Polusa, el doctor Iglesias Otero. Era un labrador que emigró a Alemania, se formó desde cero como médico y llegó a Lugo, con un despacho en la calle Castelao y luego el Polusa. Otro gran hombre fue Miguel Ángel Pérez, el fundador de Migán. La hizo crecer palmo a palmo. Las empresas que nacen pobres son las que llegan a ricas, son las que crecen de verdad. Frigsa se hizo a lo grande y así acabó. Otro lucense extraordinario fue Ramón Falcón, al que le debemos que se limpiase la Muralla de casas y el creador de la escuela de Bellas Artes. Por cierto, que una de las primeras páginas a color de La Voz de Galicia fue un suplemento dedicado a la Muralla.

-Años después aumentó la plantilla de La Voz.

-Entre finales de los setenta e inicios de los ochenta vinieron de una tacada José Alonso, Francisco Campos, Xosé Carreira, Antón Galocha, Dolores Cela y Enrique Gómez Souto (Kike). Estos chicos venía todos muy preparados, no como yo, que era un autodidacta.

-Y qué opina del periodismo que se hace hoy.

-Me gusta muchísimo. He tenido la suerte de conocer muchos periódicos del extranjero y La Voz está muy bien confeccionado. Y los cambios en la rotativa en Arteixo han permitido que seamos igual o superiores a la mayoría de los que se editan en las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos. El periódico en papel tiene vida seguro. Ya lo dijeron los romanos, «las palabras vuelan, lo escrito queda».

-¿Qué consejo le daría a un joven que quisiese hacer periodismo?

-Tiene que contemplar que se va a encontrar una segunda familia en toda su extensión. Y luego especializarse. Es imposible hoy en día abarcarlo todo.

-¿Y a los políticos?

-Ningún pueblo puede renunciar a su historia, sea del color político que sea. Es como si renunciamos a nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros ancestros. Hay que mirar hacia adelante y mejorar la vida de los vecinos. ¡Y por favor, que hagan calles con más de 50 metros de ancho! (risas).

rafael vilaseca primer redactor de la voz de galicia en lugo

Un «viajero» que sabe idiomas y un caballero del que todos los lucenses hablan bien

Rafael Vilaseca tuvo, como muchos españoles de su generación, una vida azarosa. Su padre, malagueño, falleció joven. Como mayor de cinco hermanos, se vino a Lugo con su madre, natural de Alfoz. Por circunstancias de la vida nació en Pamplona, «pero nunca corrí detrás de los toros», aunque el gusto por el periodismo sí le nació de las crónicas taurinas que escribía su padre para el semanario La lidia. En Lugo, ciudad a la que llega en 1941, probó por primera vez el pulpo, y aunque al principio «casi echo las tripas», luego reconoce que fue un buen comensal de pulpo. Su gran pasión fue viajar, «no de turista, sino de viajero», y por influencia paterna pudo acceder a idiomas como el inglés y el francés, que le ayudaron a ser cronista de internacional para medios gallegos. Aunque él no lo reconozca, de Rafael Vilaseca hay pocos lucenses que tengan queja. Caballeroso, educado, nunca una mala palabra, pero siempre muchas y buenas acciones. Un maestro de periodistas y de personas.