La izquierda local y el resurgir de los monstruos que anunció Gramsci

Enrique Gómez Souto
ENRIQUE G. SOUTO PULSO LUCENSE

LUGO CIUDAD

29 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Gramsci, que falleció sabiendo cómo ardía España e intuyendo la ola de fuego que se cernía sobre Europa, lo vio claro: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». El aviso del sardo está vigente; quizá por ello hay quien en las filas del socialismo lucense, tan alejado de los principios defendidos por el autor de Los intelectuales y la organización de la cultura, muestra lo que parece sincero interés por su obra. Quizá porque los monstruos, que ya están ahí, asustan. Y lo que es peor y asusta aún más: frente a ellos, en la izquierda no hay casi nada. El panorama es desolador. También desde Lugo.

El socialismo lucense es un reflejo del caos en el que se ha instalado el socialismo en España. O peor. Ocupados como están los socialistas lucenses con cargo institucional en la defensa de la propia silla, hace años que nadie habla en el PSOE, ni hacia dentro ni hacia fuera, de principios, de ideología, de objetivos a largo plazo. Por la banda socialista, la trinchera está desasistida.

Y luego está la otra izquierda, la que se soporta en la columna vertebral del PC y se adorna con los floripondios del izquierdismo infantil y torpe. La que, hecha la suma, y más dividida que unida, no sabe si ir vergonzante al comunismo o venir al progresismo blando, buenista y naíf. En Lugo, su único concejal, forma parte de la columna que soporta el invento. Por eso, porque sabe de qué va, es seguro que prefiere dejar que las mareas y Podemos naveguen por su cuenta mientras deciden si son chicha o limoná. Uno de los primeros responsables de Podemos en la capital se definía así: «De centro, un poco a la izquierda».

Y luego está el BNG, con su columna de hierro, un tanto oxidada, que es la UPG. El paso por la Xunta puso de manifiesto sus contradicciones y, tantos años después, aún intenta recuperarse. Para estar al sol del poder precisa al PSOE; cuando se acerca a él queda chamuscado. Le ocurrió en Lugo. Le sigue ocurriendo. Y así va.

El socialista del principio, situado en el corazón del poder local, el que lee a Gramsci, debe saber por él que «la conquista del poder cultural es previa a la del poder político». Y cuando se tiene el poder y se impulsa la cultura-espectáculo, se invita a los monstruos.