La leche

Antón Grande TRIBUNA

LUGO CIUDAD

29 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A lo que se ve, por estas tierras seguimos como en la posguerra, con economía de subsistencia y autoabastecimiento y si no, véase la información aparecida en estas páginas el pasado martes, en la que se daba cuenta de que tres personas que echaban agua a la leche eran condenadas a penas de un año y medio de prisión. Recuerdo de niño el anecdotario casero sobre las lecheras que entonces servían a domicilio. En los fielatos, o sea las entradas a la ciudad amurallada, eran controladas para saber si añadían agua o incluso si orinaban en los bidones para obtener una mayor cantidad y, por lo tanto, un mayor beneficio en aquel Lugo de hambre y miseria.

Mi memoria no llega a tanto, a no ser, como digo, por las conversaciones que escuchaba en casa, pero sí recuerdo a las lecheras repartiendo por los pisos aquella leche que dejaba una nata inolvidable. A mi casa, en Recatelo, acudía una lechera, la señora Chelo, procedente de Soñar, pero a mí lo que me gustaba era cuando venía su hija Chelito la cual, tras el reparto, me permitía montar en el burro que transportaba las cántaras y bajar a la grupa del jumento hasta el Pabellón de los Deportes. Fue mi primer vehículo de locomoción, aparte de los patines hechos con cajas de bolas, así como el recuerdo inolvidable de aquella leche que dejaba una nata amarillenta y espesa tras hervirla.

La leche ahora es otra cosa. Las grandes empresas controlan el mercado, los ganaderos se cagan en la leche, o la tiran en señal de protesta por los bajos precios y además, montan tractoradas, cada día en un lugar de Galicia, con miles de personas y aquí, como si nada pasara.

En Francia los ganaderos derraman litros de leche procedente de Galicia, con la aquiescencia de la policía gala sin que el Gobierno diga algo al respecto. Me pregunto qué pasaría su sucediese al revés, que fuesen los ganaderos gallegos los que vertiesen la leche de los gabachos. La que se iba a montar sería gorda: el gobierno francés protestaría y las amenazas pasarían los Pirineros.

Aquí, como si nada. La Xunta parece no enterarse de las tractoradas y de las ganaderías avocadas al cierre. Desde luego, este Feijóo y sus muchachos son, sin lugar a dudas, la leche. Pero la mala.