El día que Van Looy ganó en Lugo

Suso Varela Pérez
suso varela LUGO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Portada de «El Mundo Deportivo» con la foto del esprint de Lugo.
Portada de «El Mundo Deportivo» con la foto del esprint de Lugo.

Se cumplen 50 años de la primera llegada de la Vuelta Ciclista a España

27 feb 2020 . Actualizado a las 17:38 h.

Cuentan las crónicas periodísticas de la época que fue un día de perros. Era el 30 de abril de 1965 y miles de lucenses esperaban en las calles de la ciudad la llegada, por primera vez en su historia, de la Vuelta Ciclista a España. Era la segunda etapa, entre Pontevedra y la capital lucense. Los 98 ciclistas que quedaban en ruta salieron de Vigo, a las tres de la tarde en marcha neutralizada hacia Pontevedra, y luego tuvieron que atravesar, durante 150 kilómetros, por Lalín, Agolada, Antas de Ulla, Monterroso, Guntín y el arreón final en Lugo, donde llegaron a la siete y media, con media hora de retraso, bajo un chaparrón de agua que no impidió que los lucenses saliesen a la calle.

La meta para esta primera ocasión se instaló en Ramón Ferreiro. Los ciclistas entraron por la calle Santiago, «una subida de cosa de un kilómetro, bastante empinada y con virajes», señalaba la crónica del día de El Mundo Deportivo. Dos mitos del ciclismo atacaban en la Volta da Viña, Poulidor y Altig, llegando a la cima junto a la Ronda da Muralla, pero como destaca el cronista, no se sabe cómo, justo en la curva para acceder a Ramón Ferreiro aparecieron los belgas Rik Van Looy y Melckenbeek para jugarse al esprint la victoria en una reñida pugna de 500 metros y que finalmente fue la photo finish la que decidió el ganador.

Van Looy ya era un mito cuando ganó en Lugo. Venía de ganar ese año la París-Roubeix y terminaría tercero aquella Vuelta, ganada por el alemán Rolf Wolfshohl y segundo, como no, Poulidor. Lugo tuvo el honor formar parte del palmarés de Van Looy, considerado el mejor esprínter de la historia del ciclismo y ganador de 27 etapas de las tres grandes vueltas y los cinco monumentos-clásicas, además de dos campeonatos del mundo.

Prueba de su calidad ciclista, la crónica de La Voz de Galicia de aquella dantesca etapa de 1965 señala cómo tras pasar Guntín, el belga pegó un ataque que dejó el pelotón totalmente partido y con solos 25 ciclistas para jugarse la victoria en la capital lucense, entre ellos los antes citados y otras figuras como los españoles Bahamontes o Julio Jiménez, los más aclamados por los lucenses en la llegada de Ramón Ferreiro.

Aquella etapa, aunque no supuso nada serio para la general de la Vuelta, sí tuvo consecuencias por culpa del mal tiempo. Varios corredores se cayeron, en algunos tramos llegó a estar neutralizada la carrera por la intensa lluvia e, incluso, los corredores extranjeros amenazaron con un pequeño plante porque se hacía complicado circular con las tormentas. La crónica de La Voz de Galicia habla de etapa anodina y monótona, eso sí, en descarga de los corredores reconoce el mal tiempo que tuvieron que sufrir. «Llueve desde el comienzo de la etapa y ello contribuye a frenar cualquier deseo de presentar batalla en la sinuosa carretera que ha llevado hoy a los corredores hasta la capital lucense», explica la noticia de La Voz.

Lo curioso de aquella jornada fue que la resolución se tuviese que analizar en la photo finish. «Sonrisa bajo la lluvia», señalaba la crónica de La Vanguardia. Y es que Van Looy esperaba el veredicto del jurado, que tuvo que repasar la película de la llegada tras la reclamación presentada por el belga Melckenbeek. «Van Looy intentaba hacer entrar en razón a su rival». La citada noticia del periódico barcelonés destaca la presencia de miles de lucenses en las carreteras y en la ciudad: «El agua no respetó ni a los corredores ni a los millares de espectadores que se hallaban junto a la carretera desde kilómetros antes de llegar a la ciudad para aclamar a los ciclistas, a los que han dedicado un recibimiento cordial y entusiástico que muy posiblemente no esperaban por el mal tiempo y por el retraso de media hora».

Como nota curiosa de cómo han cambiado los tiempos, los cronistas de los periódicos de la época se quejaban de que, salvo en el Tour, las etapas ciclistas acababan muy entrada la tarde, por lo que las crónicas se tenía que hacer deprisa y corriendo, «algo malo para los lectores y para la publicidad». Al día siguiente, los ciclistas iban a Gijón. 247 kilómetros por delante y paso por Viladonga y Meira.

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El agua no respetó ni a los corredores ni a los millares de espectadores que aclamaron su paso

La llegada, a las 19.30 horas en Ramón Ferreiro, se tuvo que revisar en la foto finish