Jaque a las iglesias rurales gallegas

María Santalla REDACCIÓN / LA VOZ

LUGO CIUDAD

La despoblación pone en peligro la conservación de miles de templos en la comunidad

17 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Muchas llevan en pie ocho siglos, o incluso más. Y, sin embargo, la despoblación en el rural y la falta de sacerdotes, que obligan a cerrar muchas de las iglesias del paisaje rural, ponen en peligro la pervivencia de estas. Pese a la reorganización que las diócesis han emprendido para hacer frente a la escasez de vocaciones, la intención de todas ellas es seguir conservando ese riquísimo patrimonio que los siglos le han legado. El empeño no se antoja fácil. Por un lado, muchas de ellas han quedado abandonadas, y ya se sabe que los muros de piedra, por muy sólidos que sean, resisten mal la carcoma de la soledad. Por otra, ¿quién va a ocuparse de su mantenimiento si ni vecinos ni comunidades religiosas hacen uso de ellas?

Hasta ahora, la administración eclesiástica, o en ocasiones los vecinos, se encargaban de las reparaciones y las obras de conservación necesarias en los templos, pero el temor es que ese mimo decrezca una vez que estos dejen de utilizarse. Y esa desidia puede derivar, en primer lugar, en robos en unos edificios en los que suelen guardarse objetos de valor y, a continuación, en la ruina progresiva de los mismos.

Hace algunas semanas, cuando las autoridades eclesiásticas de Lugo presentaron una reorganización pastoral que limitará los cultos en muchas iglesias a las fiestas parroquiales o a celebraciones ocasionales, aseguraban también que no se abandonarían ni las parroquias ni los templos. Lo mismo ocurre en la diócesis de Tui-Vigo, donde el vicario de Pastoral, José Vidal, asegura que «a situación actual non fai perigar a seguridade de ningún dos templos e igrexas», edificios que, además, «se seguen coidando e sostendo para mantelos en boas condicións e, dentro das posibilidades, con culto habitual». Sin embargo, el temor a que las buenas intenciones no sean suficientes está sobre la mesa.

Rectorales desocupadas

El peligro no acecha solo a las basílicas. Muchas rectorales han quedado también desocupadas. «Es un tema complejo», reconoce el vicario territorial de Santiago, José Antonio Seoane. «El abandono de los iglesarios da una mala imagen», reconoce, pero no ve fácil solución, porque el mantenimiento de todas esas propiedades resulta muy costoso. ¿Alquilarlas o venderlas? Sería una alternativa, pero «es complicado, porque la parroquia lo ve como suyo y muchas veces no lo entiende».

La situación no solo preocupa en el seno de la Iglesia. Historiadores y expertos en patrimonio están también muy atentos a lo que ocurre con los varios millares de iglesias que componen el patrimonio artístico rural. Para Augusto Guedes, profesor de Historia del Arte y miembro de Amigos del Románico, «cualquier cosa que quede abandonada está en riesgo». En este sentido, opina que hay casos suficientes que demuestran que «donde las iglesias quedan abandonadas, se van deteriorando y no queda nada». El problema, dice, «siempre es el agua»: un tejado mal cuidado que no evite las filtraciones puede ser el comienzo del fin de un edificio sobre el que han llovido varios siglos de historia. «En algunos casos, las iglesias tienen 800 o 900 años, algunas incluso más de mil, y en treinta años se pueden perder», se lamenta Guedes.

Repoblación o turismo

La solución no es fácil, reconoce este especialista: «No hay varitas mágicas. La única solución sería poblar otra vez estos lugares», de manera que los vecinos volviesen a echar mano de su patrimonio. Si no es así, la alternativa pasaría por «abrir las iglesias y potenciarlas turísticamente, que entren dentro de la oferta turística». Esta vía requeriría la intervención de la Administración, que «debería tutelar el proceso y ver la posibilidad, por ejemplo, de crear un cuerpo de guías, bien a través de las universidades o de bolsas de empleo» que se encargasen de mostrar ese patrimonio. De otra manera, «dentro de poco, habrá desaparecido».

Para el profesor, debería tenerse en cuenta que «Galicia no es solo playa y marisco, sino también cultura». Por eso le parece que sería una magnífica opción la creación de circuitos culturales: «Lo están haciendo muy bien en la Ribeira Sacra», apunta. Ese modelo, a su juicio, podría exportarse a otras comarcas con el fin de conservar, pero también de divulgar, la riqueza del patrimonio rural gallego.