Angustias, sofocos y sobresaltos del político sin más oficio ni beneficio

LUGO

30 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive para la política o se vive de la política». El temprano aviso atribuido a Max Weber (1864-1920) viene como anillo al dedo del ciudadano de a pie en los tiempos que corren. Conviene, también desde Lugo, observar con detenimiento cómo y de qué vivían los que ahora se dedican a la política. El ejercicio, amén de socialmente saludable, resulta ameno. Hágalo el lucense con respecto a quienes ocupan puestos institucionales en la política de la capital y la provincia y pasará un rato entretenido. Entre vivir de la política y vivir para la política hay una divisoria brumosa, pero en Lugo ya queda muy poca bruma.

Como hay muchos que viven de la política, viven permanentemente pendientes de situarse del modo más agradable posible a los que tienen capacidad de decidir en sus partidos. De ahí las dudas que en Lugo experimentan tantos que no saben, o se callan cautamente, si son de Susana, de Pedro o de Patxi. Se viven días de angustia en las filas socialistas, sí; muchos, los afiliados de a pie, los socialistas pata negra, porque temen, con mucha razón, por el futuro de su partido. Otros en el PSOE, básicamente, temen no acertar con el que, finalmente, decidirá si podrán o no mantenerse en el refugio laboral de la política. Cómo se explica, en otro caso, el silencio de algunos notables socialistas cuando se les pregunta «¿e ti, de quen es?». No es el caso de José Blanco o de Orozco, que se decantan abiertamente por Susana Díaz.

Vivir de la política es relativamente fácil; vivir para la política resulta más incómodo, porque exige verdadera vocación de servicio y de renuncia. La Transición fue posible porque hubo una masa crítica suficiente de hombres y mujeres que vivieron para la política, y lo hicieron con la generosidad y la entrega que exigían aquellos días convulsos. Los que peinan canas recuerdan cómo, en el ámbito lucense, la primera corporación democrática fue un tiempo de debate y convivencia, bajo la presidencia amable, paciente y liberal de Novo Freire, que nunca quiso vivir de la política. A Weber se le atribuye esta innecesaria aclaración: «Vive de la política como profesión quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos». ¿Está claro?