Al parque de Rosalía le faltan ediles que sepan cuidar el detalle

Enrique Gómez Souto
enrique g. souto LUGO / LA VOZ

LUGO

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Las señales que prohíben el acceso de perros contradicen al menos en apariencia lo dispuesto en la ordenanza de jardines

07 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El parque de Rosalía de Castro es, o debiera ser, la joya de la corona de las zonas verdes de la capital lucense. El mantenimiento básico se efectúa con eficacia por la empresa encargada de estas tareas. Pero el Rosalía necesita algo más; necesita el mimo que merece y que debe de completar las mejoras llevadas a cabo en uno de los últimos mandatos del alcalde José López Orozco. En aquel momento quedaron cosas sin hacer; siguen igual. Son pequeñas intervenciones sin las cuales luce menos de los debido esta zona verde; al parque le falta un concejal con gusto por los detalles.

Una de las cuestiones a solventar es la de la señalización. Al menos en dos de los accesos se prohíbe la entrada con perros o en bici. La señal de las bicicletas parece corresponderse con el contenido de la ordenanza reguladora de los jardines. La de los perros, parece contradecir la norma escrita, que, entre otras cosas, señala: «Os cans irán conducidos por persoas e provistos de correa, agás nas zonas debidamente acoutadas para eles, cando circulen polas zonas de paseo dos parques, evitando causar molestias ás persoas, acercarse ós xogos infantís, entrar nas praderías de céspede, nos macizos axardinados e nos estanques ou fontes». Y dice también: «O propietario do can será responsable do seu comportamento. Nalgúns espazos axardinados ou zonas acoutadas deles poderá prohibirse expresamente a entrada de cans e outros animais domésticos, coa excepción dos cans-guía».

Del cuidado con el que se trató al parque de Rosalía en otros tiempos era buena muestra el hecho de que todos los bordillos estaban pintados de blanco. Hoy, hay muchos bordillos que están rotos y del blanco queda el recuerdo, allí donde el verdín aún no se impuso o el tiempo y los elementos aún no se llevaron toda la pintura. No parece tarea imposible de abordar por el Concello la reparación de los bordillos.

Y está lo de las papeleras, que son metálicas y del año de la polca. Hay alguna que está rota y solo queda en ella la basura que cae en la parte en la que aún queda rejilla. Las hay amarradas a lo que fue la base de cemento, que ya no está enterrada; es fácil cambiarlas de sitio.

Las estructuras de hierro que deberían soportar los emparrados en algunos de los accesos, ni tienen vegetación, ni están presentables: oxidados y sin pintura, son una muy pobre presentación del parque y no anuncian nada atractivo en un parque que tiene numerosos aspectos interesantes.

A mayores está lo de las pintadas. Pero, ¿tanto trabajo y tanto cuesta borrar la huella de los mentecatos? Parece que librar al parque de pintadas no debe ser tarea inasumible para un Ayuntamiento de una urbe que es gran ciudad a efectos legales.