«Sei que o meu exmarido vai acabar a faena, non lle gusta perder»

Lucía Rey
lucía rey LUGO / LA VOZ

LUGO

Denuncia que sus dos hijos tengan que ir con el hombre que la agredió años

25 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando tenía 16 años, Ana María Barreiro Fente se enamoró. Lo primero que hizo su novio fue apartarla de sus amistades. «Dicía que os meus amigos eran infantís, e como el era algo maior ca min, tiña 18, pensei que tiña razón», relata esta lucense. Lo siguiente fue convencerla para que dejase los estudios. «Eu facía FP, e como el era universitario -señala-, sempre trataba de demostrarme que eu non era tan intelixente coma el». Esos fueron los primeros signos preocupantes en una relación que en poco tiempo se transformó en un calvario cuajado de faltas de respeto, menosprecios, insultos, amenazas, agresiones sexuales y golpes, como denunció Ana esta semana en la galería Sargadelos, a donde acudió con el respaldo de la asociación Si, hai saída contra a violencia de xénero.

Con 23 años, y tras varios de matrimonio, la mujer se sentía anulada. Solo encontraba alguna calma cuando se encontraba con su familia, auque tardó mucho en revelar lo que de verdad le ocurría. «Tiña que ir visitar a meus pais na clandestinidade porque el non me deixaba [...] A roupa comprábama miña nai porque eu non podía comprar nada. Dicíalle que olvidara os cartos na casa, pero o que pasaba era que el me controlaba o monedeiro, os cartos..., rompérame as tarxetas de crédito», rememora, y afirma que su expareja la obligaba a entregarle facturas y tiques de todo. «Ata das barras de pan que che podían custar trinta céntimos».

El ambiente y las situaciones que rodearon sus dos embarazos y partos fueron traumáticos. En las dos ocasiones, nada más recibir el alta hospitalaria tuvo que limpiar de arriba a abajo su casa puesto que su marido la había destrozado mientras ella había estado ingresada. «Cando estaba embarazada da nena ríase de que eu estivese tan ?oronda?, e divertíase dicindo que a nosa filla non era súa. Cando naceu, a súa familia tardou meses en vir a Lugo coñecela por iso», recuerda. «O neno estivo a punto de morrer cando tiña once meses porque se lle encharcou un pulmón, e el non apareceu polo hospital. Nin siquiera chamou. Foi a peor noite da miña vida».

La primera agresión física

La primera agresión física tuvo lugar después de una fiesta de cumpleaños. «Non o denunciei porque tiña moito medo», reconoce con la mirada baja. En aquella época las cosas iban tan mal que hizo un primer intento de poner fin a la situación. Asegura que acudió a la Casa da Muller buscando ayuda, pero que lo único que halló fue incomprensión y falta de sensibilidad.

Sin trabajo y sin dinero, Ana «aguantó» hasta el día que sintió que los niños también corrían peligro. «O primeiro eran os meus fillos», destaca. «Tiña que pedirlle cartos para comer e para vestir aos nenos aos meus pais porque el non traía un peso para a casa». Apunta incluso que su ex «traía comida boa da casa de seus pais, como empanada e ternera, pero comíaa el; nin aos nenos lles daba aínda que lla pediran». «Mentres el se daba un banquete, nós comiamos macarróns», dice.

Cuando por fin se separó, el hombre fue detenido y enviado a prisión. Tras el juicio, el juez dictó una orden de alejamiento de 500 metros «que se saltou á torera», denuncia Ana. «Sei que o meu exmarido vai acabar a faena, non lle gusta perder», advierte, antes de comentar que está segura de que no encuentra trabajo debido a los enredos y a las «conexiones» de su expareja. Con todo, su máxima preocupación son sus dos hijos. «Eles non queren ir con el. Á nena discrimínaa por ser nena, e lévaos ao estranxeiro sen dicirme nada. Sigo loitando por eles», comenta.

crónica ana maría barreiro, lucense víctima de violencia de género