Opinión: Raúl J. Veiga Sobre el puente romano de Lugo y su contemporaneidad

La Voz

LUGO CIUDAD

OSCAR CELA

10 mar 2013 . Actualizado a las 06:59 h.

Las necesidades que motivan la recuperación de un bien patrimonial de indudable valor cultural (obvio, en cuanto a sus connotaciones simbólicas y de biografía urbana) y ciudadano (real, en cuanto a su funcionalidad objetiva dentro del complejo socio-económico) han de saberse separar en su complejidad e interacción.

Respecto a ambos valores, más que hablar de re-habilitación (pues no hay nada que haya entrado en colapso ni funcional ni significante), en este caso habría que hablar simplemente de habilitación, o de nueva habilitación en todo caso, pues se trata simplemente de habilitar una nueva modalidad de uso a esta infraestructura, perdida la obligatoriedad del tránsito por ella para comunicar dos áreas ciudadanas, por la presencia del nuevo puente.

O sea, lo que era una obligación, se ha convertido en una opción y una oportunidad. Una opción de uso más humanizada, y una oportunidad de aumento de valor de su zona de influencia.

Se habilita, pues, con las obras que están por terminarse, un uso informado (o aumentado, o implementado) en el que el mero tránsito se convierte en experiencia documentada, tanto por la puesta en valor de su origen e historia como de cualidades paisajísticas y de estética y decoro urbanos. Vamos, que pasar por el «nuevo» puente remozado lleva regalo: nace su «contemplación».

Respeto por lo heredado

Respecto al valor cultural, obviamente reconocido por todos, las necesidades contemporáneas (¡modernas!) de respeto y aprecio por lo antiguo, por lo heredado que nos ha construido y patrimonializado, hacen que nos alegremos cuando empezamos a reconocer un perfil propio de «puente», como arquetipo, abandonando el de «artefacto» circunstancial. Y esta es una necesidad contemporánea: fijar y limpiar significados.

Respecto al valor ciudadano, cubierta técnicamente una necesidad cada vez mayor de tráfico interurbano con el otro puente, el barrio en que se apoya y nació el romano se pueda apropiar de él como valor propio y diferenciador, un uso del que carecía, descubriendo nuevas formas de tránsito más humanizadas, «naturales» al barrio específicamente.

Una oportunidad para el barrio

Esta actuación, una oportunidad para el barrio, ahora exige un nuevo escenario de valores y apreciación de otras ofertas que el barrio ha de aprovechar, constituirse en oferta propia a través de lo recuperado.

Por supuesto, atendemos la oferta comercial, pero también una oferta temática exclusiva de nueva vitalidad que es necesario enunciar, articular y desarrollar. Son varios los negocios y dotaciones que en el barrio han de sumarse a este nuevo status.

Peatonalización y dotaciones

La peatonalización del conjunto alcanzará su auténtico sentido con un actuación previsiblemente más ambiciosa (que me consta ya ocupa la voluntad de muchos), y desde luego derivada de una reorganización de la circulación rodada, pero acompañada de una actuación urbanística de cirugía local (redefinir los enlaces con el nuevo puente blanco, provisión de zonas de aparcamiento, dotación de transporte urbano específico, conformación de plazuelas o ámbitos de estar urbano, promoción de una rehabilitación integral del área, etc...) para que incorpore al puente romano como elemento o hito urbano de disfrute y ocasión para todos los lucenses y provecho de los residentes.

En resumen; tras esta actuación, en mi humilde opinión excelente en construcción y redimensionamiento de su geometría, tenemos la ocasión perfecta para que nazca en la conciencia de todos los lucenses un nuevo ámbito liberado de servidumbres, más humanizado; regenerador y estímulo para un nuevo modo de ver y aprovechar El Barrio da Ponte.