José Cela Míguez, el pintor de Baos

Carlos Vázquez LUGO

LUGO

JOSÉ PARDO

Reportaje | La familia reclama que se reconozca la labor del creador lucense El artista fue alcalde de Láncara y en el año 1930 obtuvo una beca que le concedió la Diputación Provincial para cursar estudios de Bellas Artes en Madrid

18 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

La vida no es igual para todos, ni siquiera se recuerda de la misma forma. Felisa Díaz Gómez acaba de cumplir 93 años y confiesa que uno de sus últimos deseos sería que se hiciera un reconocimiento de la figura de su cuñado, José Cela Míguez. No sólo por haber sido el último alcalde republicano de Láncara y benefactor de la carretera que une a Carracedo (parroquia situada en pleno valle lancarés) con Sarria, sino también por su maestría como pintor. «Mi cuñado José era un artista de los pies a la cabeza. Nunca dejaba su caballete, ni siquiera cuando iba a pastorear con las ovejas al monte», relata Felisa con gesto amable. Ella misma, que ahora ve transcurrir los días desde el Complexo Terapéutico Xerontolóxico de Pobra de San Xiao, es quien mejor puede informarnos de la vida de este pintor y político que formó parte de una saga irrepetible en Láncara, la de los Cela. José Cela Míguez nació en 1897, tuvo cinco hermanos y nunca se casó. Familia del famoso torero apodado Celita, tampoco José debería pasar desapercibido para la historia ya que fue el último alcalde republicano de Láncara, formó parte de la representación gallega que entregó el Estatuto de Autonomía de 1936 al presidente de las Cortes, en Madrid, y, por otro lado, dejó tras de si algunos cuadros que dan buena cuenta de sus notables cualidades como pintor. Su cuñada Felisa Cuenta Felisa, no obstante, que una buena parte de los mismos se quedaron en Buenos Aires, en la casa que ahora es de los herederos de Mercedes Cela, hermana del pintor. Al parecer, éste dejó escrito antes de morir que ése era su deseo. Los que sí vinieron para Galicia, dice Alberto, hijo único de Felisa Díaz y Ramiro Cela, uno de los hermanos del pintor, fue gracias a alguna ayuda y a que en la aduana los camuflaron por ropa vieja, ya que no podían pagar el porte, explica. Ahora bien, mucho antes de esto, las cualidades como pintor de José salieron a la luz cuando obtuvo de la Diputación Provincial de Lugo una beca para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Corría el año 1930. A cambio tuvo que donar dos de sus cuadros a la entidad provincial. Aparte de sus propios méritos, al parecer contó también con la mediación del que por entonces era médico de Vilapedre, Ricardo Núñez. Cela, además, fue compañero y amigo de la excelente pintora lucense Julia Minguillón, como aún bien recuerda Felisa. Asegura ésta que el marido de aquélla, Francisco Leal Insua, escribió una crítica muy favorable en el Faro de Vigo , periódico que dirigía, sobre la pintura del pintor de Os Baos. Todo indicaba un futuro prometedor para él, aunque los avatares políticos que convulsionaron a España en el siglo pasado resultarían determinantes en la vida de José. Argentina Según cuenta Felisa Díaz, su cuñado José Cela realizó tres viajes a Argentina. El último tuvo lugar en 1952, si bien ya había atravesado en barco el Atlántico con tan sólo 16 años. La primera vez que regresó a Galicia fue para hacer el servicio militar. Decidió volver al país andino al terminarla para evitar participar en la guerra que libraba España contra Marruecos. En Buenos Aires, en cambio, encontró trabajo en los tranvías, lo que al fin le reportaría una pensión que le sacó del hambre. «Con la pintura no ganaba nada puesto que no le gustaba vender sus cuadros», afirma Díaz Gómez, que estuvo casada con Ramiro, junto a Antonio y Ramón, otro de los hermanos represaliados por sus ideas políticas. Aún así, tal vez llevado por la morriña, Cela regresó a su tierra natal una vez más. Siguió pintando mientras ayudaba a su familia a realizar las labores en el campo. Militó en el partido Izquierda Republicana de Manuel Azaña y tras las elecciones democráticas de febrero de 1936 fue designado alcalde de Láncara por el Frente Popular, que era una coalición de partidos. Lamentablemente, sólo estuvo en el cargo unos meses, pues el 18 de julio de ese mismo año los crueles acontecimientos que dividieron y enfrentaron a España volverían a cruzarse en su camino. El alzamiento militar le sorprendió a José en Madrid, adonde había acudido, como ya se ha dicho, en calidad de comisionado para la entrega del Estatuto de Autonomía de Galicia en las Cortes. Guerra La cruenta guerra que enfrentó a hermanos troceó nuevamente su vida, como la del resto de los españoles. Cela ocupó el cargo de maestro de enseñanza pública del lado republicano, aunque finalizada aquélla fue encarcelado en el campo de concentración Miguel de Unamuno, donde estuvo prisionero casi un año. Sólo cuando fue puesto en libertad pudo al fin regresar a Láncara, en situación de prisión atenuada, como se recoge en el libro de María Jesús Souto Blanco La represión franquista en la provincia de Lugo, editado por Edicións do Castro. En el mismo se detalla que junto a José, otro de sus hermanos, Antonio, fue también procesado en Aranjuez. Asentada ya la dictadura y a disgusto con su situación, en 1952 José Cela decidió cruzar el océano por última vez. Su destino: Buenos Aires. Murió en 1969 y fue enterrado en el cementerio de La Chacarita. Desde entonces y hasta hoy, el nombre de José Cela Míguez duerme en el olvido. Con pesar, Felisa Díaz se lamenta de que ni el Concello de Láncara ni otras instituciones hayan hecho memoria a la figura de su cuñado. «Sería de una gran alegría para mí ver que se hace un poco de justicia con él», señala desde A Pobra.