Rosa Montero: «Creo que el humor nos cura de la estupidez, de la propia importancia»

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

J.P.GANDUL | EFE

La novelista abre hoy en la Fundación Seoane el nuevo ciclo «Letras de outono: Sen medo ao real»

15 sep 2016 . Actualizado a las 10:09 h.

«La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y tan efímero...». Así arranca La carne (Alfaguara), nueva novela de Rosa Montero (Madrid, 1951). La presenta hoy, a las 20 horas, en A Coruña en la sede de la Fundación Seoane. Será el arranque del ciclo Letras de outono: Sen medo ao real, que coordina el profesor de literatura Javier Pintor. La protagonista de dicha obra es Soledad Alegre, una mujer de 60 años, comisaria de una exposición sobre escritores malditos, que contrata a un gigoló de 32 años para ir a la ópera y darle celos a un examante.

-¿A usted le gusta la ópera?

-Me gusta mucho y las óperas que se citan en la novela son montajes que he visto en el Teatro Real, donde tengo abono.

-El nombre de Soledad Alegre parece muy pensado, ¿no?

-Sí, da el tono de la novela, que habla de cosas muy graves, incluso muy tristes, tremendas, pero lo hace con sentido del humor, que me parece una herramienta maravillosa para el entendimiento del mundo y para utilizarlo a la hora de escribir. Creo que el humor nos cura de la estupidez, de la propia importancia, coloca las cosas en un lugar mucho más verdadero. Soledad Alegre es un poco la burla de la vida, que a veces es así de cruel y de maliciosa. La burla de la vida y de la madre de Soledad, que es un personaje bastante cruel y terrible y le ha puesto ese nombre creo que a conciencia.

-En esa exposición sobre arte y locura que prepara la protagonista usted va citando a autores...

-Son reales, menos uno que me invento. Todos los demás, los que parecen más extravagantes y más imposibles, son anécdotas auténticas. Y claro, son los extremos del ser, las cosas que uno llega a hacer porque en muchos casos estos autores malditos cometen esos excesos por amor o por falta de amor. Muestran también hasta qué punto el amor o la falta de amor nos vuelve locos, nos vuelve patéticos, nos hace hacer esas cosas increíbles e indecibles. De alguna manera, Soledad se ve reflejada en esos malditos. Ella también se considera una maldita. Su vida se va desvelando a lo largo del libro, que es una intriga, aunque no tiene nada que ver con una novela policíaca, a pesar de que hay sangre y persecuciones; es una novela de suspense, una intriga muy fuerte.

-Hay otros personajes reales en la novela, incluida usted misma...

-Sí, en todas mis novelas está ese juego entre lo real y lo imaginario porque para mí la realidad y la ficción no son cosas tan separadas. Al contrario, hay una zona de sombra muy resbaladiza que las une. Cuando recuerdo algo que ha sucedido hace 20 años en mi vida, no estoy muy segura de si lo que recuerdo lo he vivido, lo he soñado, lo he imaginado o lo he escrito. He hecho recursos de este tipo en otras novelas, y en esta salgo yo, efectivamente. Hay una escena, que me lo pasé genial escribiéndola, donde mi personaje se junta conmigo. Ella es una misógina tremenda y yo siempre he detestado a las mujeres misóginas, pero a Soledad he llegado a entenderla y a quererla. Mi personaje, que detesta a las mujeres escritoras, dice barbaridades sobre mí, es muy borde, muy borde, muy borde. Pero, fuera de ser borde, parte de lo que dice tiene bastante razón.

-Cita a una periodista en paro, ¿tiene algo que ver con usted?

-Es un guiño hacia mí. En la buhardilla del edificio donde vive mi personaje vive esa periodista que se llama Ana, tiene 28 años y la acaban de despedir de una revista. Pues esa misma joven es la protagonista de mi novela Crónica del desamor, que fue la primera que escribí. Me pareció muy emocionante, me conmovió, poner a mi personaje Soledad, a los 60 años, cruzándose con el de la primera novela que escribí cuando yo tenía 28.