«A los clásicos los puedes 'fusilar' impunemente porque nadie los lee»

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

El autor de Viveiro afincado en Girona presenta «Invasión», su última novela, con influencias de Kafka y Dostoievski

26 ago 2016 . Actualizado a las 10:44 h.

Escribió durante ochos años «sin conseguir que nadie quisiera publicarme». Lo hacía después de salir de la fábrica de cartón en la que trabajaba. Cuando publicó su primera novela Fin (El Acantilado) David Monteagudo (Viveiro, 1962) encontró su hueco en el mundo literario. «Fui bastante arriesgado y dejé la fábrica enseguida; ahora voy tirando con los libros y los talleres literarios». Fue publicando algunos de los textos que tenía escritos y ahora llega con su última e inquietante novela, Invasión (Candaya). La protagoniza un oficinista, García, que empieza a ver gigantes por la ciudad. El libro es fruto de su nueva etapa literaria, en la que no le faltan inquietudes: «Tenía ese temor a haber perdido la magia, que se hubiera secado la fuente de la inspiración», confiesa este hijo de una maestra que estaba en Viveiro, de donde se marchó la familia cuando él tenía cinco años. Esta tarde (19.00 horas) presentará la obra en la librería Berbiriana, de A Coruña, y mañana, sábado (12.00 horas) en la librería Porta da Vila de Viveiro.

-¿Cuántos libros lleva?

-Este es el quinto que publico. Previamente hay tres novelas y un libro de relatos.

-¿Se bloqueó después de «Fin»?

-Ese fue el primero. En los años sucesivos continué publicando, pero eran cosas que iba sacando del cajón, ya las tenía escritas. Esta es la primera novela que escribí después de Fin. Lo cierto es que hubo algún intento fallido de empezar alguna novela. Habían pasado cinco años desde que saliera Fin y empezaba a estar preocupado, porque no acababa de arrancar. Escribo mucho por rachas, no necesito escribir todos los días. Cuando ya me puse en serio vi que la cosa volvía a fluir, que salía adelante esta idea de los gigantes, que en principio era muy abstracta y fue tomando cuerpo y significación.

-El protagonista de la novela aparca en la rambla pero su tía le alerta de un amigo «trangalleiro», ¿dónde ubica la obra?

-En otras obras nunca doy topónimos reales; en parte es una comodidad. En Fin unos decían que era Navarra y otros que la sierra de Madrid. En esta no se dan los nombres, pero el lugar donde vive García es Vilafranca del Penedés, donde yo vivo. La gente de aquí lo reconoce enseguida. El intermedio, ese remanso de paz que tiene el libro hacia la mitad, cuando va a ver a su tía, está claro que es una aldea de la Galicia rural, cuando su tía dice lo de trangalleiro.

-¿Escribe de nuevo del miedo?

-Sí, es una cierta marca de la casa. Es una obra muy inquietante. La angustia se va intensificando y por eso necesitaba ese remanso de paz, en el que ya no ve gigantes. La novela es muy opresiva, que es algo que acaba saliendo en todos mis libros. Este nació de una imagen que se me ocurrió de un hombre en una terraza tomando una cerveza; en ese momento placentero es cuando ve algo tan absurdo, sobrenatural, como es un gigante. Y va viendo cosas que los demás no ven, convirtiéndose en un inadaptado.

-¿La gustan los marginales?

-Siempre me resultan atractivos. No hace falta que sea una persona marginal, puede ser alguien normal. La persona que no se ha integrado es a veces la más lúcida, ve cosas que otros no ven.

-¿Qué referentes literarios tiene?

-En esta novela Kafka, está muy claro: un ambiente normal, el protagonista es un oficinista, siguiendo el personaje todo el día. Es todo muy kafkiano, un lenguaje utilitario, sin florituras, sin metáforas, sin lirismo. Y luego otro referente claro es Dostoievski, no en el más conocido de sus grandes obras morales sino en una novela breve El doble, que su estructura es muy similar a Invasión. Siempre digo que a los clásicos los puedes fusilar impunemente, beber en ellos -no es que sea un plagio-, porque nadie los lee, sus obras completas solo las conocen unos pocos.