«Crimen y castigo» cumple 150 años y su mensaje moral luce hoy poderoso

HÉCTOR J. PORTO REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Pese a la marca reaccionaria que lastra a Dostoievski, su gran novela es indiscutible, una obra capital de la literatura

24 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Crimen y castigo es la primera novela filosófica de Dostoievski basada en un crimen. Pero es, a la vez, mucho más que esto. Es también una novela psicológica, y una novela policíaca, una novela de aventuras y una novela social». Quien así hablaba es el profesor gerundense Augusto Vidal, uno de los grandes conocedores de la novelística rusa y uno de los primeros traductores de estas obras al español desde el idioma original. Entre ellas, por supuesto, Crimen y castigo, de cuya publicación por entregas a lo largo de 1866 en la revista literaria El mensajero ruso se cumplen ahora 150 años. La verdad es que Dostoievski siempre ha tenido prestigio y aprecio popular en España, incluso durante el franquismo, más allá de circunstancias políticas e ideologías, muy por encima de Tolstói y Chéjov.

En su lúcido Curso de literatura rusa, Vladimir Nabokov, sin embargo, lo postergaba en su canon: «Tolstói es el mayor escritor ruso de ficción en prosa. Dejando aparte a sus predecesores Pushkin y Lérmontov, podríamos enumerar así a los más grandes artistas de la prosa rusa: primero, Tolstói; segundo, Gogol; tercero, Chéjov; cuarto Turguénev. Esto es un poco como calificar exámenes [se burla, puñetero, el profesor de San Petersburgo nacionalizado estadounidense], y sin duda Dostoievski y Saltikov estarán esperándome a la puerta de mi despacho para pedir explicaciones por sus bajas notas». Colocar a Dostoievski a la altura de Mijaíl Saltikov -autor de la gran pero lúgubre novela La familia Golovliov- no puede ser, en puridad, otra cosa que una bonita exageración pedagógica.

Hoy, en cualquier caso, Crimen y castigo es una de las obras capitales de las letras rusas, de la narrativa decimonónica europea y de la historia de la literatura en general. Nadie discute esto 150 años después. En realidad, Fiódor Mijáilovich Dostoievski (1821-1881) la tenía ultimada en 1865, pero hombre de todo o nada, insatisfecho con el resultado, destruyó a finales de noviembre sus papeles en la convicción de que debía dar otra estructura a la obra. «Lo he quemado todo... No me gustaba. Me ha seducido una nueva forma, un nuevo plan, he vuelto a empezar desde el principio. Trabajo día y noche», confesaba en un carta en febrero de 1866 a su amigo el barón Vránguel.

Era una fase de debate interior para Dostoievski. No en vano, Crimen y castigo sienta las bases de la época dorada que su producción estaba por alumbrar: Los demonios, El idiota y Los hermanos Karamazov, con lo que apuntala lo que los estudiosos señalan como esa cima de «la gran novela de ideas» que engrandece al autor de El jugador. Y cuyos títulos suponen el hito mayor en cuanto a la prospección de las simas del alma y la condición humanas que representa el proyecto vital y literario de Dostoievski.

Los extremismos del escritor no le favorecen hoy en estos tiempos de lo políticamente correcto, pero no hay que dejarse llevar y ver Crimen y castigo únicamente como un dramón desaforado. Es otras muchas cosas, como apuntaba Vidal. Dice Víctor Gallego Ballestero, otro de sus más insignes traductores y experto conocedor de su literatura, que las claves del pensamiento explícito de Dostoievski son muy claras: «Un nacionalismo exaltado que cae de lleno en el chovinismo, un desprecio sin paliativos por la ciencia y por cualquier adelanto técnico, una defensa encarnizada de la autocracia más retrógrada, una idea mesiánica del destino y la misión de Rusia, un rechazo a ultranza de todo lo extranjero, un antisemitismo furibundo, una fe ciega en la verdad del pueblo y en la que predicará a todas las naciones de Europa».

Dualidad de los contrarios

Quizá haya que buscar aquí las motivaciones del suspenso de Nabokov. Pero también es evidente que en la compleja psique de Dostoievski bulle sin pausa un enfrentamiento de oposiciones -anota Gallego-: el narrador muestra «siempre una gran receptividad por los contrarios». Esta dualidad es lo que hace tan atractivamente humano a Dostoievski, como corrobora el crítico Mijaíl Bajtín: «El pensamiento de Dostoievski es bilateral y ambos no pueden separarse ni siquiera abstractamente».

Este encendido debate late apasionadamente en Crimen y castigo, donde Dostoievski hace pasar al estudiante Raskólnikov, en su camino hacia la verdad divina, por el error, el pecado, el crimen y la mortificación moral. Según Ricardo San Vicente, otro de los grandes traductores de la lengua rusa al español, «la razón puede crear monstruos que solo la fe y el amor lograrán destruir». En fin, lo que se juega aquí es la odisea de la vida sin romanticismo alguno y sin escatimar sus aristas más tortuosas (por no mencionar su marcado carácter confesional).