«Las artes y la literatura en particular se empecinan en rememorar»

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La dictadura de Pinochet marcó la vida de la escritora Diamela Eltit, como la de tantos chilenos, y eso tiene su reflejo: «A mí no me motiva hacer un producto comercial», advierte

03 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La chilena Diamela Eltit (Santiago, 1949) es una de las escritoras más prestigiosas de la escena actual en Hispanoamérica. Y acaba de estrenar novela, Fuerzas especiales, publicada en el sello extremeño Periférica, una obra difícil pero de arrollador lenguaje que, además, responde perfectamente a su contenido: una dura metáfora casi orwelliana con los condimentos de exclusión social, violencia y Estado represor.

-La dictadura de Pinochet marca su vida, ¿está muy presente en el espíritu de esta novela?

-Desde luego, la dictadura marcó un tiempo inenarrable para millones de chilenos entre los que me cuento, pero también, debo reconocer, que hay una sucesión de eventos que marcaron y marcan mi vida. En realidad en esta novela yo pensaba en la desagregación creciente en las sociedades actuales y cómo esa exclusión se duplicaba mediante los constantes controles y violencia policíaca.?

-Quizá sea este uno de los motores de su obra en general.

-Quizás puedo leer la violencia estatal de manera más clara a partir de la dictadura chilena. O la violencia en general, no sé, no estoy segura. ?

-Han pasado 25 años desde el fin del régimen de Pinochet, ¿la sociedad chilena ha superado ese trauma? ¿Cuántas generaciones deben pasar para que el escritor chileno quede liberado?

-?No, por supuesto el trauma no se ha superado por parte de los sectores traumatizados y yo pienso que seguramente ya forma parte de una herida histórica que permanecerá en una larga latencia. Si usted examina las literaturas de diversas partes del mundo, vuelven una y otra vez sobre su historia más destructiva, una y otra, porque las artes en general y la literatura en particular se empecinan en rememorar.

-¿Cree posible que se pueda escribir sin tener ese peso sobre los hombros? ¿Se ve usted haciendo una literatura más desenvuelta (o comercial) en que la alegría, el humor y la vena frívola triunfaran?

-Bueno, en realidad yo siempre he tenido un humor negro casi tétrico, pero a mí no me motiva hacer un producto comercial. Y eso no tiene que ver con la dictadura, tiene que ver con las estéticas que me impulsan a escribir. ?

-¿La figura de la mujer (como la narradora de la novela) y su lucha por la dignidad social también está entre sus grandes temas?

-Por supuesto que me importa la igualdad social y la dignidad de la mujer. Eso no está en discusión. Me parece indispensable que el mundo latinoamericano reconozca a sus escritoras porque se ha naturalizado una impresionante desigualdad. Sin embargo, literariamente mi práctica es la escritura y la posibilidad de ampliar los registros literarios, el riesgo y el abismo. Ese es mi gran tema. ?

-¿Califica su escritura de social? ¿La literatura debe tener un fin?

-No, así como una misión escolar o pedagógica no me parece. Cada cual escribirá lo que quiera o lo que pueda, pero yo no creo que haya una escritura fuera de lo social. La letra tiene marcas políticas, quiero decir, existe una política de escritura en la cual se pueden leer los procedimientos que amplían o confirman tradiciones o, en otras, las filiaciones a las modas o se producen descentramientos literarios.? Todo trabajo con la letra y sus opciones es político.

-Con este barro tan arduo de modelar, ¿de dónde obtiene ese condimento fantástico que hace que «Fuerzas especiales» mueva imágenes tan poderosas?

-Yo exploré en mis propias fuerzas especiales literarias ?para encontrar las imágenes más exclusivas que yo pudiera producir para dar cuenta de esos espacios de devastación pero también de brillo y sobrevivencia.

-Usted trabajó con la fotografía, el vídeo y la instalación performática en la época de Pinochet con el objetivo en mente de la crítica social y política, ¿cree que eso ha influido en su literatura?

-Bueno, en realidad he sido afortunada por haberme rozado con otras prácticas artísticas porque me han permitido pensar más los desplazamientos y la posibilidad cierta de traspasar fronteras.?

-Coincidió con Pedro Lemebel en esos tiempos de disidencia, y después. ¿Qué recuerda de él? ¿Cuáles cree que son sus valores literarios más allá de sus extravagancias, su actitud provocadora y su teatralidad?

-Pedro Lemebel por supuesto fue parte de la escena que yo frecuentaba. En ese sentido vivimos tiempos y experiencias muy cercanas. Yo relevo sus crónicas irónicas, agudas y frenéticas. Y celebro que políticamente siempre estuvo en el lugar correcto: al lado de la patria chilena ?pobre y resistente. 

-¿Por dónde transita la literatura joven hoy en Chile? ¿Está más por mirarles a ustedes o por «matar al padre»?

-Personalmente nunca pensé en matar a mi familia, más aun pienso con amor y nostalgia en mi madre y en mi abuela todos los días; entonces para qué producir parricidios literarios. Pero, claro, si alguien quiere matar a sus padres o madres literarios que los mate, qué le vamos a hacer. ?

-Díganos un nombre valioso en la escena literaria chilena actual.

-?No hay un solo nombre, existe una variedad interesante de proyectos y tránsitos literarios. Le daría una amplia lista, pero ¿qué pasa conmigo si olvido algún nombre de los que admiro? Ahora mismo pienso en Sergio Missana y su pericia con sus sujetos enfrentados a paisajes difíciles, alejados e insondables. 

-Diría que usted parece deberle más a Cortázar que a Borges, ¿quiénes son sus referentes? ¿Qué autores le han influido?

?-Tengo una considerable marca no sé si de influencias en el sentido lineal del término sino más bien en el plano admirativo que me producen ciertas poéticas de la letra. Solo por nombrar algunos escenarios del español, pienso en Rulfo o en Sarduy o en Góngora o en Marta Brunet o en Silvina Ocampo. Yo estudié literatura y soy lectora, imagine usted cómo entran textos o pedacitos de textos que se desplazan desde mi cabeza a mi mano.?

«Me interesa el lector no en clave numérica sino como una cita incierta pero apasionante»

El mensaje de Fuerzas especiales goza de rabiosa actualidad: la represión policial y el empobrecimiento de la sociedad por la base son factores con que Europa (también están presentes en la primavera árabe y la vida real de los países emergentes) está empezando a familiarizarse de nuevo.

-¿Pensaba en ello cuando escribía la novela? ¿Quizá en fenómenos como el 15-M o los desahuciados?

-Sí, pienso ya en términos amplios y me interesa de manera preferencial la «globalización desde abajo» que está allí en una expansión hacia todas las direcciones. Y desde luego los nuevos sujetos desagregados participan de esta globalización y hay que leer los signos sociales incorporando tecnologías y cómo opera la exclusión en el interior de las tecnologías. 

-Debe ser consciente de la dificultad y de la escasa complacencia de su literatura, ¿piensa en el lector cuando escribe?

-Me considero una afortunada y hasta privilegiada por lograr escribir y publicar libros (ahora mismo gracias a Periférica). En realidad no pienso en lectores así, por decirlo de alguna manera, numéricos. Más bien me interesa el lector como una cita incierta pero apasionante. Yo soy medio border en muchos sentidos. ?

-Trabaja como profesora de literatura latinoamericana en EE.UU., Reino Unido, ¿tras los estertores del bum, en qué deben sus alumnos fijar la mirada?

-Sigo y persigo absorta poéticas, políticas y estéticas literarias. Los estudiantes portan sus imaginarios de lecturas, no se trata de modificarlos sino de ampliar y extender las lecturas en lo posible hasta textos no atrapados por los efectos comerciales o las modas. También acudo a libros que están allí agazapados, rutilantes.

-¿Cuál es el último libro que ha leído y cuál el que le fascinó?

-Le hablaré de jóvenes. Me interesó mucho el libro Trama y urdimbre, del chileno Matías Celedón, por su textura fundada en la costura como poética, particularmente en el hijo de una costurera, pero a la vez se puede pensar el texto mismo como «corte y confección». Y también me ha interesado la chilena Natalia Berbelagua porque descentra las convenciones acerca de lo «femenino» y, de paso, precisamente se lee desde este femenino descentrado las maquinarias que sustentan esta categoría. Son libros iniciales, habrá que ver cómo amplían su campo.