Huellas duraderas del fuego degradan el paisaje en los montes

francisco albo / carlos rueda MONFORTE / LA VOZ

O INCIO

Las lluvias de este mes no han paliado los graves efectos del siniestro forestal que se registró a finales de abril

16 may 2017 . Actualizado a las 22:29 h.

Tras las lluvias que cayeron durante la primera mitad de mayo, las tierras arrasadas por el incendio que se declaró en el municipio de O Incio el 24 de abril siguen mostrando prácticamente el mismo aspecto que presentaban cuando las llamas quedaron extinguidas. El fuego se originó en la parroquia de Trascastro y no quedó controlado hasta al día siguiente, quemando en total unas 152 hectáreas. Fue el peor siniestro forestal registrado en el sur lucense en lo que va de año. A los considerables daños ambientales se añade una degradación paisajística que con seguridad se hará notar durante mucho tiempo.

Las huellas del fuego se perciben en los alrededores del edificio que alberga las fuentes de agua ferruginosa del antiguo balneario de A Ferrería. Pero la devastación se extiende también a lo largo de la pista -de unos cuatro kilómetros- que lleva desde esta localidad hasta las viejas minas que conforman la llamada Ruta do Ferro. Las llamas no alcanzaron estas explotaciones históricas, pero las laderas carbonizadas se suceden durante todo el recorrido por encima y por debajo de este vial.

Mirador destruido

Entre los numerosos parajes afectados por el fuego se encuentra el mirador de la Pena de San Mamede, que quedó totalmente destruido. En este lugar, a una altura de 820 metros sobre el nivel del mar, existen dos grupos de petroglifos grabados en las rocas. La tradición local dice que dos de estos diseños, en forma de herradura, son las huellas que dejó el caballo de san Mamed al saltar desde este lugar hasta la Pena do Coruxo, situada en Trascastro. En los alrededores del mirador se encuentran también los restos de unas viejas construcciones que ahora resultan mucho más visibles al haber desaparecido la vegetación. Podría tratarse de los vestigios de un asentamiento castreño, aunque hasta ahora no se catalogó un castro en este punto.

El incendio acabó con extensas masas de monte bajo, pero también con numerosos árboles de ribera que crecían en torno a dos arroyos que pasan por el territorio quemado y desembocan en el río Antiga poco antes de que este desagüe a su vez en el Cabe. Los arrastres de cenizas en laderas quemadas afectarán previsiblemente a estos cursos de agua. La zona afectada por el fuego también ha perdido un buen número de castaños, robles y pinos de repoblación.