En esta casa ya no cabe más madera

carlos rueda, carlos cortés MONFORTE / LA VOZ

MONFORTE DE LEMOS

Un monfortino se jubila, aprende a esculpir tallas y crea un gran museo privado en un bajo

22 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Buscaba alguna afición con la que llenar el tiempo que le proporcionaba la jubilación y la encontró en un trozo de raíz de un árbol que vio tirado en el suelo cuando daba un paseo por San Vicente. Aquella raíz fue el primer trozo de madera al que el monfortino Bernardo Álvarez García le dio forma. Hoy tiene la planta baja de su casa llena a rebosar de tallas de todas las formas y tamaños. No es un museo ni un negocio, porque no admite más visitas que las de sus amigos y tampoco vende nada de lo que hace. Es la afición a la este extrabajador de Magnesitas de Rubián ha dedicado los últimos veinticuatro años de su vida.

La raíz que cogió aquel día en San Vicente poco después de jubilarse acabó siendo un busto en el que se podía ver su propia cara. «Con una gubia y un espejo para veme la cara me puse a tallarla, pero tenía que hacerlo a escondidas en la escalera para que no me vieran y no pensaran que estaba mal de la cabeza». Bernardo no conserva aquella primera pieza. No recuerda por qué, pero la quemó.

Su límite, en los 80

Bernardo trabaja estos días en la imagen de una sirena a la que apenas le falta la cola. Tiene 87 años y hasta que cumplió 80 trabajaba a diario en su taller, en el bajo de un edificio de la calle Zapardiel. «Venía todos los días y sin notar cansancio ni dolor -asegura-, pero a partir de los 80 años empecé a dejar de trabajar en invierno porque como dentro de casa no tenía sitio, el taller estaba fuera y pasaba frío».

La mayoría de las piezas que llenan su casa están hechas en madera de nogal, pero también las hay de fresno, roble, castaño y brezo. Cada material tiene sus secretos. «El castaño y el roble son excelentes maderas, pero para tallar la de roble hay que agarrarse bien y tener herramientas que corten bien», afirma este escultor autodidacta.

Solo hizo una exposición

Se las proporcionan maderistas locales. Unas veces le cobran el material y otras no. «Pero yo siempre les hago alguna talla, que no me gusta estar en deuda con nadie», dice. Ese es el único intercambio comercial que hay con sus tallas. No las vende. Y tampoco hace exposiciones. Bueno, montó una hace quince años en el colegio de los Escolapios, pero no tiene intención de preparar más.

A veces se inspira «en fotografías de mujeres hermosas»., pero no suele utilizar modelos. Normalmente talla lo que le dicta la imaginación. Como una mañana que se levantó por la mañana y recordó un sueño que acababa de tener. «Nada más ponerme en pie fui al taller -recuerda-, cogí un madero y las herramientas, me puse a tallar la imagen de una persona con la que había soñado y al final me salió vibrante».

En su casa hay tantas piezas, que se hace difícil incluso pasar entre ellas. «A veces voy mirándolas y veo piezas que ni siquiera recuerdo haber hecho», explica riéndose. Su principal problema en estos momentos es la falta de espacio. Su bajo es imposible de ampliar y ya no tiene espacio prácticamente para ninguna pieza más.