Ellos son parte de nosotros, son también Monforte

Abel Veiga Copo TRIBUNA PÚBLICA

LEMOS

20 abr 2017 . Actualizado a las 11:02 h.

Corrían los años 1872 y 1873 cuando una comunidad de PP. Escolapios se instalaba y daba vida, de nuevo, al viejo colegio de Nuestra Señora de la Antigua, el colegio del Cardenal. Apenas traían nada más que sus manos, su fe, su fuerza, su ilusión y la misión calasancia. Un edificio abandonado, con solo un claustro, la fachada en ruinas, en parte semidestruido, al que ellos dieron alma, vida, y las sonrisas de miles de niños a lo largo de este tiempo. Casi 150 años. Monforte no sería gran parte de lo que hoy es sin los Escolapios. Las historias de decenas y decenas de padres y hermanos escolapios marcaron generaciones y generaciones de gallegos. Este fue uno de los colegios emblema de Galicia y los Escolapios de Coruña deben lo que son a este colegio monfortino.

Ahora, los superiores de la orden deciden que la comunidad escolapia de Monforte abandone el colegio, la ciudad y Galicia. Se cierra una etapa vital, ininterrumpida incluso en los convulsos años de la Segunda República. No importa lo que digan o no los tres escolapios -tienen voto de obediencia- que llevan años y años, alguno más de cuarenta, viviendo, desviviéndose por el colegio, por los niños, por las gentes de Monforte, vecinos y amigos suyos. Sintiendo sus problemas, sonriendo sus alegrías colectivas, llorando sus penas. Son parte de nosotros. Son también Monforte.

Ignoro las razones objetivas que llevan a adoptar una decisión así. Pero me entristece profundamente. No he hablado con ninguno de los tres escolapios que viven aun en Monforte, a los que admiro profundamente. Dudo mucho que su voluntad sea irse, cerrar esa puerta, decir adiós a un Monforte que quieren, aman, sienten, viven. Y en el que llevan buena parte de sus vidas. Hubiera preferido que la decisión fuera otra: revivir con más padres escolapios la comunidad monfortina, contar en su claustro docente con escolapios, fortalecer esa raíz calasancia en Monforte y que el colegio nunca pierda sus señas de identidad. No es lo mismo sin escolapios que con ellos. No nos engañemos. Su presencia es el alma, el hilazón que dota la identidad.

Hace ahora un año Monforte rindió un homenaje cálido al Padre Esteban y a los Escolapios. No fue fácil hacerlo, por razones que ahora no vienen al caso, pero la participación y entusiasmo de los monfortinos y el apoyo de las autoridades locales actuales y del pasado fue ejemplar. Se honraba a un hombre, único y singular, y con él al ejemplo de tantos y tantos escolapios que dieron lo mejor de sí estos 144 años.

Hace ahora cien años, en 1914, una obra, La Adoración de los Reyes Magos, del genial Hugo Van der Goes, salía hacia Berlín. Gracias a su venta se terminó de construir el edificio. La polémica y la cerrazón del gobierno de Madrid y del ministro Romanones en la venta del cuadro al Friederich Kaiser Museum provocó que saliese de noche, a escondidas, tapado en una carreta para no levantar sospechas.

Esperemos, que, si se consuma esta decisión de cerrar la comunidad escolapia monfortina, los tres escolapios no salgan con nocturnidad, sino con el respeto, la admiración, el aplauso que ellos merecen, y con ellos todos los que vivieron en ese Colegio y dieron lo mejor de sí para que esté donde está. Pero no hay más ciego que el que ve y no quiere ver. Sensibilidad y gratitud. Saber escuchar.