Bodegueros catalanes en busca de «emoción» en la Ribeira Sacra

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

ROI FERNANDEZ

Toni y Miquel Coca eligen las viñas en bancales del Sil para su nuevo vino

07 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

La bodega catalana Coca i Fitó cambia de aires. Se estrena en la Ribeira Sacra con un mencía de la cosecha del 2013, cuando los hermanos Toni y Miquel Coca decidieron embarcarse esta aventura «emocional». Su socia es la gallega Andrea Obenza, a la que conocieron en su etapa de enóloga en Terra Alta. Entonces trabajaba en Celler Piñol, que recibía en aquella etapa asesoramiento técnico de Toni Coca. Las primeras botellas de Tolo do Xisto, el nuevo vino de Coca i Fitó, se descorcharon en Barcelona en la última Experiencia Verema. La etiqueta es un homenaje al punto de «locura» que entraña la viticultura en los cañones del Sil. También un guiño a la peculiar mineralidad de sus vinos.

«La frescura atlántica llega a desconcertar un tanto fuera de Galicia hasta que se entiende el vino. Es como probar un borgoña pensando que te vas a encontrar un burdeos», apunta Miquel, responsable del área comercial. Coca i Fitó echó a andar en la comarca de Montsant, pero también elabora en Terra Alta y el Ampurdán. Toni Coca, enólogo de la escuela de Falset, asesora además en Priorat a las bodegas Mas d?en Gil y Capafóns-Ossó.

«Conocíamos la Ribeira Sacra por fotos. Al visitarla nos impresionó, era más heavy incluso que el Priorat», explica Toni. Cuando apostaron por esta zona, tenía claro que el de vino estaría en las antípodas de la potencia de los priorats: «Si buscas concentración, máxima expresión, hay otras zonas donde encontrarlas. Ribeira Sacra ofrece mineralidad, pero de otra manera. Una fruta más elegante, que se deja beber. Son vinos que no van tan a tope, un poco más femeninos».

Distinta rentabilidad

Después de trabajar para otros proyectos. los hermanos Coca decidieron poner en marcha Celler Coca i Fitó, su propio «plan de pensiones». Siguen prestando, no obstante, asesoramiento externo. «Si alguien quiere montar una bodega -dice Toni- y lo que busca es un rendimiento económico rápido, lo primero que hago es tratar de sacárselo de la cabeza». En la Ribeira Sacra, con una producción que no llega a 4.000 botellas, persiguen ante todo una «rentabilidad emocional. «Al final -prosigue el enólogo- lo que se bebe es lo que da la tierra. Ribeira Sacra es distinta sobre todo en la parte mineral, en la complejidad de sus vinos desde el punto de vista de los matices, de la finura».

De su primera visita a la zona recuerdan la impresión que les causó el vertiginoso paisaje del viñedo en Doade. «Íbamos en coche por Sober y lo veíamos todo llano. Pensamos que Andrea nos había tomado el pelo. Hasta que nos encontramos con aquel paisaje tan impactante, más incluso que el Douro o el propio Priorat», recuerda Miquel.

Después de varias catas de vinos de distintas procedencias, se inclinaron por otra ladera del Sil, Vilachá de Salvadur, a medio camino entre Doade y Quiroga, donde se ubica la bodega en la que elaboran. «Los vinos de Amandi son más potentes. Vilachá mantiene ese carácter, pero con un punto más de fruta, de refinamiento» aclara Toni. Pese a la distancia entre sus vinos, Ribeira Sacra y Priorat siguen a su juicio sendas paralelas: «Son zonas antiguas, pero jóvenes en la busca de su estilo. No hay por qué parecerse a otros. Ni a Borgoña ni a otro sitio. Hay que encontrar ese camino propio».

Menos desigualdad

«Ribeira Sacra es la fuerza de su paisaje y oler un vino elaborado aquí te tiene que trasladar a la zona», sugiere Andrea Obenza. El escenario de la «viticultura» heroica empieza a sonar, como el Priorat en su momento. Para dar el salto definitivo la enóloga cree que solo falta «algo más de conocimiento en la elaboración, conseguir una mayor igualdad en el nivel de los vinos». Un poco más de tiempo, esa madurez hacia la que camina Tolo do Xisto. «Con seis meses de botella será la leche, pero para entonces esperamos tener todo vendido», comenta entre risas Miquel.