El mecenazgo de Cayetana

María Elena Hermida

LEMOS

25 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

En Sevilla te llamaban Cayetana. En el resto de España Duquesa, porque la Duquesa era dueña y señora de una gran parte del suelo español. También porque la Duquesa ostentaba más títulos que la reina de Inglaterra o, porque la Duquesa se había convertido en la madre de todas las muñecas a las que bautizaron con su nombre. Rara era la niña que no acunaba en sus brazos a una Cayetana el día de Reyes.

Yo te conocí, Cayetana, una hermosa mañana de primavera, cuando tus lacayos me abrieron el portón negro y oro de tu residencia madrileña, Palacio de Liria. Corría en Madrid el año 59 y yo, acababa de terminar mis estudios en la Escuela Oficial de Periodismo. Con mi flamante carnet en la mano, tenía auténticas ansias de que mi primera entrevista fuera la más memorable de mi vida, y lo fue porque, aquella mañana primaveral, agarrada a mi pequeño cuaderno de notas y a mi pluma estilográfica logré entrevistar a la mujer más importante de España: la duquesa de Alba de Tormes.

Recuerdo que hablamos de muchas cosas: arte, cine, teatro, moda... Y cuando llegamos al capítulo esencial, el de sus donaciones, yo le hablé de mi abuelo paterno el monfortino Manuel Hermida Vázquez, gran delineante y buen conocedor de farragosos números pues, por entonces, era el encargado de llevar con buen acierto y ritmo los asuntos contables que la Casa de Alba extendía por la provincia de Lugo; y lo hacía desde su despacho del Ayuntamiento, hoy convertido en Museo del Vino.

De la Casa de Alba eran los terrenos donde hoy se asienta el Parador Nacional de Turismo, espléndida atalaya desde la que se contempla el color y belleza del Valle que lo circunda, así como una de las puestas de sol más hermosas que yo he visto tierras adentro.

Hoy, Cayetana, ya descansa en Sevilla. Ella escogió para su último adiós un patio sevillano «donde calienta el sol y madura limonero». Se podía haber ido por «bulerías», «seguirillas» o «tarantos». Pero eligió el silencio de los claustros que pisaron sus antepasados: Monforte, Castro Caldelas, Monterrei o Lugo.

Gracias Cayetana. Descansa en paz.