Nieves Peiró: «En el Palacio de Diomondi hubo una cárcel obispal»

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

LUGO CIUDAD

CEDIDA

Peiró es autora de varios trabajos sobre la historia de O Saviñao

17 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

María de las Nieves Peiró Graner, profesora de biblioteconomía y documentación de la Universidade de A Coruña, ha publicado varios trabajos sobre la historia del municipio de O Saviñao. El sábado dio en Escairón una conferencia sobre las noticias documentales que se conservan de la antigua administración de O Saviñao y Sardiñeira y del coto obispal de Diomondi. En su charla incidió especialmente en los conflictos que hubo en este territorio entre los obispos de Lugo y los condes de Lemos en el siglo XVI.

-¿Por qué se enfrentaban los condes y los obispos?

-Los conflictos ya venían de la Edad Media y se debían a que esta era una tierra muy rica en esa época, gracias en gran parte a los viñedos. Los obispos de Lugo tenían muchas posesiones no solo en lo que es hoy en el municipio de O Saviñao, sino también en Pantón, Sober, Monforte, parte de Chantada... Pero en esta zona estaban también los condes de Lemos y unos y otros disputaron con frecuencia por el dominio de las tierras productivas. El primer obispo lucense del siglo XVI, Pedro de Ribera, se esforzó por recuperar diversas propiedades que había tenido la diócesis en la época medieval y que había perdido y eso provocó nuevos pleitos con los condes que se prolongaron durante muchos años.

-¿Quién venció al final en esos conflictos?

-En los pleitos que se trataron en la Audiencia del Reino de Galicia o en la corte real, los fallos siempre fueron a favor de los obispos. Pero los condes de Lemos eran muy poderosos y pelearon mucho para defender sus intereses, con lo que las querellas continuaron vivas a pesar de esas sentencias favorables. Esos conflictos acabaron por suavizarse porque los condes, al ocupar altos cargos en la corte, se fueron desvinculando cada vez más de la comarca y en cierto momento dejaron de residir en ella.

-Además de la posesión de tierras, ¿cómo se ejercía aquí el poder de los obispos?

-En las zonas que estaban directamente sometidas al señorío obispal, como el antiguo coto de Diomondi, tenían facultad para administrar justicia y para detener y encarcelar. En el Palacio de Diomondi, de hecho, hubo una cárcel que según los documentos de la época tenía «tronco, grillos y esposas». Eso no era nada raro en aquellos tiempos, porque todos los obispados tenían sus propios presidios. El de Lugo tenía otra cárcel que estaba junto a la muralla.

-¿En qué casos podían encarcelar?

-Los obispos solo podían ocuparse de los llamados delitos civiles, aquellos en los que no había violencia física y derramamiento de sangre. De estos se ocupaban los condes de Lemos, que tenían su propia cárcel en la fortaleza de Monforte. La justicia episcopal, por ejemplo, podía juzgar y castigar a los que robaban ganado, alteraban los límites de las fincas, falsificaban los pesos y medidas, vendían el vino a un precio más alto del estipulado o incluso a los que jugaban a los naipes, porque hubo épocas en las que eso estaba prohibido. Eran los propios obispos los que dictaban esas ordenanzas y tenían capacidad legal para castigar a quienes las contravenían. Esas facultades fueron desapareciendo a medida que se fortaleció y se amplió el poder de la corona.

nieves peiró historiadora