Tras un día de fiesta española

> Moncho Núñez Centella

LA VOZ DE LA ESCUELA

Primer desembarco de Cristóbal Colón en América (1862), un cuadro de Dióscoro Teófilo Puebla Tolín (1831-1901), propiedad del Museo del Prado y cedido al Concello da Coruña, que lo expone en sus casas consistoriales
Primer desembarco de Cristóbal Colón en América (1862), un cuadro de Dióscoro Teófilo Puebla Tolín (1831-1901), propiedad del Museo del Prado y cedido al Concello da Coruña, que lo expone en sus casas consistoriales Cuadro

La tortilla española nació a finales del siglo XVIII

19 oct 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

l pasado miércoles no salió La Voz de la Escuela, porque no había clase. Era festivo. Aquel día, 12 de octubre, se cumplieron 524 años de la llegada de Colón al Nuevo Mundo. La ilustración superior, un óleo del siglo XIX, pretende idealizar ese momento, y lo hace con evidentes errores históricos. Quizás el más importante es incluir en la escena un fraile, pues en ese primer viaje no iba ningún religioso, que se sepa; pero, además, suponemos que no llevarían pendones o estandartes con cruces ni de ningún otro tipo, ni sabemos que Colón tuviera espada o que por entonces ya luciese el pelo cano. A la hora de identificar el escenario tampoco parece haber rigor, pues vemos una platanera, árbol que por entonces aún no se había introducido en América. La pintura histórica, igual que la novela histórica, se permite esas licencias, sobre todo en tiempos románticos. En esa recreación, el pintor Dióscoro Puebla trata de utilizar elementos que son característicos y le sirven para dar identidades; así, por ejemplo, sabemos por el hábito y la cruz que exhibe quién es el monje, y por los vestidos se nos sugiere una época determinada, al igual que el desnudo y el color de la piel delatan a los indígenas. Lo de abrazar o besar la nueva tierra muestra el ansia que los inmigrantes tenían de encontrarla, tras más de dos meses de viaje. El mensaje se hace con símbolos.

Al final, es verdad que a aquellas tierras se llevaron luego cruces, espadas y estandartes, que fueron hombres y llevaron todo lo que los seres humanos pueden aportar, con sus culturas y sus inculturas, con sus grandezas y sus miserias. Además, del nuevo continente se trajeron multitud de cosas, algunas de las cuales han pasado a formar parte de nuestra cultura. Por ejemplo, y sin querer banalizar, algunas de la importancia del pimiento, pues si esa planta no hubiera venido del Nuevo Mundo hoy no existirían los de Padrón ni los de Arnoia, ni tampoco tendríamos el más utilizado de los condimentos en Galicia: el pimentón. Sin este -en definitiva, la única especia que podría presentar Colón como fruto del viaje- el pulpo de San Froilán no sería el mismo, ni tampoco todos nuestros chorizos, y no digamos las caldeiradas, que tampoco podrían llevar patatas. Sin estas y sin las habas, que también vinieron de América, no hay caldo que valga. Pero si hablamos de patatas es forzoso rendir homenaje a la inigualable tortilla española, un plato mestizo nacido en Villanueva de la Serena (Badajoz) a finales del siglo XVIII, que es hoy uno de los símbolos de la cocina de este país y debe su identidad precisamente a la patata.

La gastronomía, como elemento cultural, es uno de los conceptos que pueden ayudar a definir identidades. Al igual que hay una tortilla española hay un caldo gallego, una fabada asturiana, una sobrasada mallorquina y un gazpacho andaluz. Todos esos platos perderían su carácter representativo sin los ingredientes americanos. Como lo perderían el pan con tomate y el marmitako. La cocina es solo una muestra. Lo español de hoy -o si lo prefieren, lo hispano- no existe sin América. Esta idea concuerda con lo que afirma Lorca en su cita. Tiene razón. La simple vivencia en Nueva York del desfile en la Quinta Avenida con motivo del Columbus Day le hace reflexionar a uno sobre esa grandiosa realidad que es el mestizaje de culturas y que tanto debe al encuentro hispanoamericano. Pero en la frase de Lorca el término español ha pasado a ser sustantivo. Y ese campo semántico abre otro portón de posibilidades infinitas para la reflexión, que merece otra intensidad y desarrollo; basta con recordar a Machado: «Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón». Pero hoy estamos a otra cosa, a cantar la grandeza del mestizaje y celebrar la génesis de la hispanidad. Con una tortilla española, por supuesto.

 actividades

1. Para definir a una persona se usan adjetivos que la califiquen. Valle-Inclán escribió que el marqués de Bradomín era «feo, católico y sentimental». Trata de escoger para ti las tres características que mejor te definan.

 2. Algunas características personales son compatibles, y uno puede ser al mismo tiempo varón, feo, alto, miope, diabético y rubio, o también coruñés, gallego, español y europeo; pero otras veces pueden no serlo. Propón un debate en clase con ejemplos de características incompatibles o antagónicas. Probablemente no se puede ser feo y guapo al mismo tiempo, pero ¿se puede ser ateo y católico? ¿Escéptico e ingenuo? ¿Deportivista y celtista?

3. Si te gusta la tortilla española, deberías aprender a hacerla. La próxima vez que la hagan en tu casa, apúntate a la cocina y ayuda, por ejemplo, a pelar y cortar las patatas. ¿Eres capaz de mondar las patatas consiguiendo sacar la piel en una sola tira? ¿Qué porcentaje de patata crees que se pierde al pelarla? Si hay una balanza de cocina puedes medirlo.

 4. La baraja española tiene cuatro conocidos palos. Aunque los actuales dibujos son del siglo XIX, las figuras provienen de la Edad Media, y corresponden a cuatro categorías sociales de entonces: comerciantes, clero, nobleza y siervos. ¿Sabes identificar qué palo corresponde a cada una de ellas? Si después de barajar un mazo completo tomas cuatro cartas, ¿sabrías decir cuál de estas posibilidades es más probable?

  • Sacar cuatro del mismo palo
  • Sacar una de cada palo