Don Quijote en clase de sociales

Fernando Pariente

LA VOZ DE LA ESCUELA

Don Quijote en la plaza de España (Madrid)
Don Quijote en la plaza de España (Madrid) José Luis Cernadas Iglesias

A cuatro siglos de la muerte de Cervantes, analizamos cómo su héroe se comprometió con su tiempo

13 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace cuatro siglos que murió Cervantes y como homenaje al príncipe de las letras hispánicas vamos a recordar al principal personaje que creó, don Quijote de La Mancha, el héroe universal más famoso de la literatura. Pero no vamos a fijarnos en él desde un punto de vista literario, sino más bien social. ¿Qué actitudes adoptó frente a los acontecimientos y frente a las personas? ¿Qué  principios y valores sociales presentó Cervantes a través de él? 

ARREGLADOR DE ENTUERTOS 

Cervantes dedica todo el capítulo primero del Quijote a presentarnos a su héroe, un viejo hidalgo manchego a quien la lectura de demasiados libros de caballería ha sacado de sus cabales. Pero este loco es un loco muy especial, que razona muy cuerdamente, aunque deforma a su antojo la realidad que lo rodea. Ve gigantes donde hay molinos o pellejos de vino y ejércitos donde hay rebaños de ovejas, pero razona y discursea maravillosamente sobre el bien y el mal. Por eso, su vocación es defender a todo aquel que lo necesite, doncellas, viudas, menesterosos, ponerse de parte de los débiles en contra de los fuertes. Su llamada es la del héroe liberador, «desfacedor de entuertos». 

Su decisión primera fue la «de irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras, y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros...». En numerosas ocasiones se define a sí mismo de esa misma manera, por ejemplo en la aventura con los cabreros que lo invitan a él y a Sancho a cenar al raso en el capítulo 11. Don Quijote pronuncia al final un bello discurso en agradecimiento, que comienza «Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro (que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima) se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían, ignoraban estas dos palabras de ?tuyo? y ?mío?». Al final de este discurso define la misión de la caballería andante y la suya propia: «Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender a las doncellas, amparar a las viudas y socorrer a los huérfanos y menesterosos».

DESFACEDOR... A SU MANERA

Para abundar más en el argumento podemos recordar su primera aventura caballeresca, la que le sucedió apenas abandonó la venta en la que, después de velar sus armas, fue  armado caballero por el ventero. Nuestro héroe se encontró con un muchacho atado a una encina con la espalda desnuda que era azotado sin piedad por un labrador de buen talle. El amo lo acusaba de negligencia en el cuidado de un rebaño de ovejas y el muchacho aducía que le debía el salario de nueve meses. Don Quijote, sin dudarlo un instante, obligó, lanza en ristre, al labrador a liberar al  jovenzuelo injustamente tratado y azotado y exigió que la soldada debida de nueve meses le fuera pagada. Aunque el tiro le saliera al pobre por la culata, porque la ingenuidad del caballero dispuso dejar al muchacho en manos de su amo con el fin de que este le diera en casa los dineros adeudados, pero el taimado labrador lo que hizo, apenas el caballero desapareció tras la primera curva del camino, fue volver a atar a la encina al arrapiezo para seguirle moliendo a latigazos con más saña que antes.

La aventura tuvo así el triste epílogo al que la abocaba la locura de don Quijote y capítulos después se remata con un nuevo encuentro con Andrés, que así se llamaba el rapaz. Es en el capítulo 31, y el caballero de la Triste Figura se había reunido ya con el cura y el barbero de su pueblo, que habían salido a buscarlo para devolverlo de nuevo a casa. El joven los encontró cuando bebían agua en una fuente y se encaró con don Quijote para contarle el final de su intervención. Su reacción fue la de intentar ponerse en camino de inmediato para dar su merecido al malvado labrador, pero sus amigos le disuadieron y el joven zanjó el asunto con estas amargas palabras: «Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia, que no será tanta que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga y a todos cuantos caballeros andantes han nacido en el mundo».

La intención de Don Quijote bien clara estaba, pero no parecían los métodos de la caballería andante el mejor instrumento para arreglar los males del mundo. 

Con la bandera del feminismo

En otro aspecto nos demuestra también Cervantes un modo de pensar progresista. No se había inventado todavía el feminismo, pero se muestra abiertamente feminista, no solo por la abundancia de personajes femeninos con valores positivos que va presentando a lo largo de la obra, sino que de un forma específica puede comprobarse la defensa que hace de la autonomía e independencia de la mujer en la historia que cuenta en los capítulos 12, 13 y 14 acerca de la aventura de la bella Marcela que, por su rechazo amoroso, fue causa involuntaria de la muerte por mal de amores del estudiante Grisóstomo. Cuando durante el entierro del malogrado joven todos la acusaban de su muerte, la bella pastora se defendió con un razonado discurso en el que estableció su independencia y su derecho a decir no según su propia voluntad y sentimiento: «Tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a este, ni solicito a aquel, ni burlo con uno, ni me entretengo con el otro». 

actividades

1. Sería buen complemento de estas ideas, expuestas con brevedad, la lectura en el aula de los capítulos 1 y 13 de la primera parte del «Quijote»; bien enteros, bien en una selección de textos, sobre todo por lo que se refiere al capítulo 13, en el que nuestro héroe debate con otro personaje sobre los libros de caballería.

2. También se podría hacer lo mismo con la aventura del zagal azotado que se cuenta en el capítulo 4 y al final del 13. 

3.  Asimismo, el entierro de Grisóstomo y el discurso de Marcela, en el capítulo 14.