Comer bien... y rendir más

> Ana T. Jack anatjack@edu.xunta.es

LA VOZ DE LA ESCUELA

SANDRA ALONSO

Una alimentación variada y completa está relacionada con un mejor desarrollo intelectual

05 feb 2014 . Actualizado a las 12:29 h.

En el último medio siglo los hábitos alimenticios de las familias españolas han cambiado enormemente. Un ejemplo extremo es la escena de la película La gran familia en la que todos (15 hijos, los padres y el abuelo) se sientan ordenadamente a la mesa del desayuno para charlar animadamente durante largo rato y sin prisas mientras dan cuenta de una llamativa diversidad de productos. Hoy en día, ni las familias son tan numerosas, ni sus miembros suelen coincidir a la hora de comer, ni las amas de casa (por suerte) ejercen el mismo papel. Sobre el mantel, además, suele haber teléfonos móviles y la televisión acostumbra a ocupar el lugar principal que antes estaba reservado a los mayores.

Tampoco se cocinan tan a menudo platos elaborados. Las pizzas precocinadas, las salchichas, las hamburguesas, los sanjacobos o los palitos de merluza han ido conquistando congeladores, neveras y despensas, reduciendo de forma drástica la presencia de legumbres, carnes, hortalizas, verduras y pescados de toda la vida. A pesar de que con la crisis se está produciendo un repunte en el consumo de los productos básicos, que son más económicos y cunden más que los precocinados, lo cierto es que se ha producido un cambio profundo en nuestro estilo de vida. Por un lado, hemos ganado en comodidad y rapidez: podemos llegar a casa, sacar un paquete de la nevera, meterlo en el microondas unos minutos y... ¡voilá!, un menú listo para comer. La contrapartida es que hemos aumentado de forma alarmante nuestros niveles de colesterol, triglicéridos y grasa corporal a base de consumir un exceso de azúcares, carbohidratos y grasas. El resultado: somos un país en el que el 45 % de los niños y el 25 % de los adolescentes padecen sobrepeso u obesidad. Y este es un pésimo dato para el desarrollo físico e intelectual de los menores, según avalan los estudios médicos y psicológicos realizados hasta la fecha.

Padres y madres debemos hacer un esfuerzo por ofrecer una dieta sana a nuestros hijos. Y esto no tiene por qué ser muy complicado ni llevarnos demasiado tiempo. Se trata de seguir las bases de una dieta equilibrada, de hacerse con un buen manual de recetas y de proponerse desterrar de la despensa (o al menos dejarlos al mínimo) todos esos productos que en su etiquetado figure «grasas parcialmente hidrogenadas». Habremos hecho un gran favor al organismo de nuestros hijos... y al de toda la familia. Por supuesto, también debemos intentar aprovechar esos ratos en la mesa para disfrutar de estar juntos, compartiendo nuestras inquietudes y alegrías y ser una gran familia a nuestra manera actual.