Reino Unido llega a la segunda ronda del «brexit» peleado y sin plan claro

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Barnier tiende la mano a su interlocutor británico, David Davis
Barnier tiende la mano a su interlocutor británico, David Davis YVES HERMAN | Reuters

Theresa May intenta poner orden en la cacofonía anárquica creada por sus ministros

18 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El camarote de los hermanos Marx. En eso se está convirtiendo el Ejecutivo de la primera ministra británica, Theresa May, a medida que avanza el reloj. Su equipo negociador del brexit se plantó ayer en Bruselas sin unas directrices claras de qué pedir ni qué ofrecer. La cuadrilla se encuentra dividida y peleada. Las presiones de los defensores de un divorcio duro, como el ministro de Exteriores, Boris Johnson, están poniendo contra las cuerdas a la facción más pragmática, realista y moderada, liderada por el ministro de Finanzas, Philip Hammond, que ayer denunció una campaña en su contra. La guerra, filtrada a la prensa, ha enquistado las conversaciones más de un año después de que los británicos votasen a favor de la salida de la UE. Doce largos meses que solo han servido para dejar claro que May ni tenía ni tiene plan y lo que es peor, que sigue sin imponer su autoridad.

La situación obligó ayer al ministro británico del brexit, David Davis, a abandonar la segunda ronda de negociaciones con su homólogo europeo, Michel Barnier, solo tres horas después de arrancar la reunión. El fuego avivado en Londres por los chivatazos a los medios forzó su desbandada. May se vio obligada a llamar al orden a sus subalternos y poner fin a la anarquía que reina en su Ejecutivo, donde algunos ministros y cargos de gran influencia están sacando a la luz detalles de las discusiones internas del Gobierno que sacan los colores al Reino Unido. «Por supuesto, el Gobierno debe ser capaz de mantener discusiones sobre la política en privado y la primera ministra se lo recordará a sus colegas en la reunión de Gabinete que se celebrará mañana (hoy)», aseguró su portavoz.

El bochornoso espectáculo ofrecido por Londres pone contra las cuerdas los avances en las negociaciones con la UE, que ayer esperaba unos documentos claros sobre los términos y condiciones de divorcio que quiere el Reino Unido. «Vamos a entrar en la esencia del asunto», aseguró Davis a su entrada en la Comisión Europea. Pero los británicos apenas se quedaron en la superficie. Quedan solo 20 meses para la salida y todavía no se ha llegado a un acuerdo sobre el primer capítulo a cerrar: los derechos de los ciudadanos. Johnson insistió ayer en que la oferta del Reino Unido es «muy muy buena» y pidió a la UE que «se acerque a la propuesta con el espíritu que merece». Barnier insiste en que no sirve. Ni garantiza certidumbre legal a los ciudadanos europeos ni es lo suficientemente ambiciosa.

Tampoco se han hecho públicos los cálculos de Londres en torno a la factura que tendrá que pagar antes de abandonar el club. Una cuenta que podría ascender a más de 100.000 millones de euros por los compromisos adquiridos por el país sobre programas y proyectos en pleno rodaje o en concepto de pensiones y otras partidas presupuestarias. La nota optimista al desastroso arranque negociador la puso el ministro de Exteriores español, Alfonso Dastis, quien cree que Londres empieza a asimilar lo que le queda por delante: «Hay tiempo y veo una evolución en la posición del Reino Unido. Están aceptando que será necesario un período transitorio», aseguró ayer antes del Consejo de ministros de la UE. Las negociaciones del brexit se alargarán en Bruselas hasta el jueves con el equipo británico descabezado. El objetivo, tal como ven las cosas en Bruselas, es mantener viva la negociación sin que nada se rompa.